Crítica de Cine cine

Torrente en mallas

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Acción, EEUU, 2016, 107 min. Dirección: Tim Miller. Guión: Rhett Reese y Paul Wernick. Intérpretes: Ryan Reynolds, Morena Baccarin, Gina Carano, T. J. Miller, Olesia Shewchuk, Style Dayne y Ed Skrein.

Salvo Enterrado, la filmografía de Ryan Reynolds es una catástrofe. Hasta cuando trabaja con buenos directores -caso de Cautivos de Atom Egoyan- le salen malas películas. Aquí -y al parecer el proyecto nace por iniciativa del actor- interpreta a un superhéroe que al principio fue villano y después se convirtió en un héroe/antihéroe grosero, deslenguado y más bien desganado que habla como los notas de la MTV, se comporta como cualquier tardoadolescente gamberro y se parece demasiado a un Torrente en mallas, sin gracias cañís ni sobrepeso. Perfectamente la podían haber locutado los dobladores españoles de Vergüenza ajena.

Mezclar el universo Marvel de los superhéroes con la nueva comedia grosera americana le ha valido su inmenso éxito. Los productores han apostado sobre seguro. La saturación de superhéroes ha dejado sólo dos salidas para seguir exprimiendo el filón: la pomposidad que los pone serios como héroes trágicos (los Batman de Nolan) o la autoparodia llevada al extremo de lo que antes se entendía como transgresión o provocación y ahora es políticamente correcto, una vez que la incorrección ha sido elevada a norma.

Es tan graciosa como los chistes escatológicos que, por mucho que repugnen, provocan la risa. Tiene coartada intelectual para que la puedan ver todos los públicos -incluida la intelligentsia- sin sentirse incómodos, incluso descifrando citas, alusiones, parodias y niveles de lectura. Es entretenida para quien se deje entretener con estas cosas. Y, lógicamente, tiene buena factura técnica, muchos efectos especiales y abundantes mamporros. Dirige esta cosa triunfal y ultrataquillera el debutante Tim Miller, que procede de la animación y el diseño. Ya está preparando, visto el éxito, la segunda parte. Lidera la taquilla americana y está liderando la mundial, ha costado 58 millones de dólares y sólo en dos semanas ha producido 500. Por lo visto, el público de masas se ha convertido en más transgresor que André Breton y los surrealistas del Café de la Closerie des Lilas. Un crítico entusiasta ha escrito: "Es estúpida, obscena, barata y parece escrita por un adolescente. ¿Entonces? Vete a verla inmediatamente". Pues eso.

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