Cultura

Travesía por un mar en calma

  • El Museo Carmen Thyssen presenta su nueva exposición 'Mediterráneo. Una Arcadia reinventada', con obras de Picasso, Matisse, Signac y Sorolla, entre otros

Todas las historias tienen un comienzo y el de ésta, claro, tiene forma de cuadro: Mediterráneo (1910-1911), del pintor catalán Joaquín Sunyer, es una representación edénica de un territorio mítico y fundacional bañado por el mismo mar que inspiró la vida y la obra del artista. El lienzo forma parte de la colección de la baronesa Carmen Thyssen y, como tal, se conserva en el Museo Carmen Thyssen Málaga. "Hace ya unos años surgió la idea de desarrollar un proyecto en torno a la representación del Mediterráneo, como motivo compartido por muchos de los mayores artistas de los dos últimos siglos, que pudiera servir de contextualización al Mediterráneo de Sunyer", según explicó ayer la directora artística del museo, Lourdes Moreno. En el camino se cruzó el Museo Picasso de París y su iniciativa Picasso Mediterráneo, que desde el año pasado y hasta 2019 impulsa una red de exposiciones y actividades sobre el particular en más de setenta instituciones culturales de nueve países. Había una posibilidad, por tanto, de resolver el envite con carácter internacional y el Museo Carmen Thyssen decidió no dejarla pasar. El resultado es Mediterráneo. Una Arcadia reinventada. De Signac a Picasso, que, comisariada por la misma Lourdes Moreno, tuvo ayer su inauguración y podrá verse hasta el 9 de septiembre.

La muestra reúne 63 obras en diversos registros (Moreno se refirió a la exhibición como "la más multidisciplinar en la historia del museo"): 38 óleos, cinco esculturas, quince grabados, cuatro cerámicas y un dibujo, en un abanico que cubre más de un siglo de creación (entre el XIX y el XX) de artistas como Signac, Sorolla, Matisse, Bonnard, Maillol, Torres-García, el mismo Sunyer, Rodin, Hugué, Regoyos, Julio González, Raurich, Braque, Maillol y Pablo Picasso, verdadero protagonista del órdago con un total de 23 obras (con una representación también muy diversa en cuanto a formatos: suyas son las cuatro cerámicas reunidas además de algunos lienzos y la mayor parte de los grabados, con piezas extraídas de series como Los saltimbanquis, Las metamorfosis de Ovidio y la Suite Vollard, entre otras). El hecho de que Picasso sea el creador más recurrente no obedece a una mera simpatía geográfica, sino que responde al objetivo esencial de la muestra. Tal y como explicó ayer Lourdes Moreno, "en el mismo París en el que se gestaron las vanguardias a comienzos del siglo XX hubo en paralelo un debate profundo sobre la vigencia del mundo clásico y de la estética renacentista. Frente a la ruptura de las formas que predicaban las vanguardias, y ante un mundo que también parecía romperse, no pocos artistas encontraron en los motivos clásicos una cierta seguridad para seguir trabajando. Y aquí la representación del Mediterráneo se convirtió en una expresión muy habitual de ese clasicismo. Tanto, que se puede considerar un contrapeso de aquellas vanguardias con las que convivió". Más que una cuestión de blanco o negro, la pugna entre vanguardia y clasicismo fue una cuestión de grises: no pocos artistas adscritos al fauvismo coquetearon con el clasicismo o lo abordaron directamente sin tapujos, como demuestra la espectacular escultura Mediterráneo (1905) de Aristide Maillol, que preside una de las salas de la muestra. Picasso, padre del cubismo, se relacionó siempre de manera muy libre con las vanguardias; pero encontró en el Mediterráneo que le vio nacer una inspiración fecunda y constante.

La nueva exposición cuenta con préstamos de instituciones como el Museo Picasso y el Centro Pompidou de París, el Museo de L'Orangerie, el Museo Reina Sofía y, en su primera colaboración con el Thyssen, la Fundación Picasso Casa Natal. En un mismo mar.

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