flamenco

La Tremendita o la voluntad de crecer

  • La cantaora publica 'Delirium Tremens', un disco grabado en directo en el que defiende "un arte con libertad, sin prejuicios" con versos de poetas como José Ángel Valente y Anne Sexton

Rosario Guerrero, La Tremendita (Sevilla, 1984), en una imagen reciente.

Rosario Guerrero, La Tremendita (Sevilla, 1984), en una imagen reciente. / juan carlos vázquez

Las crisis, sostiene Rosario Guerrero, La Tremendita, tienen un sentido u otro "depende de cómo cada uno se las tome". La cantaora ha comprobado por experiencia propia que los períodos difíciles, los momentos de transición, pueden convertirse en una travesía de la que se saldrá reforzado. En Delirium Tremens, su tercer álbum tras A tiempo y Fatum, la trianera transita por estados como el caos, el aprendizaje y la aceptaciónpara reivindicarse finalmente libre y madura. "Resulta curioso", confiesa. "Cuando lo comencé pensé que era un disco más oscuro, pero me ha salido luminoso", afirma la intérprete, artífice del espectáculo Afectos junto a la bailaora malagueña Rocío Molina, sobre un trabajo que ha editado Universal Music.

En persona, La Tremendita se expresa con esa feliz plenitud de quienes se han buscado más allá de las pautas establecidas y ahora calibran con entusiasmo el avance. Esa crisis a la que alude Delirium Tremens podría extrapolarse a su recorrido en el cante y la música. "Vengo de un mundo muy tradicional", confiesa la intérprete y compositora, bisnieta de Enriqueta La Pescaera e hija de José El Tremendo, "donde desde pequeños nos criamos en peñasy en concursos, con muchas normas. Mi padre y mi hermano son cantaores tradicionales, pero yo casi me vuelvo loca en un mundo donde todo estaba tan marcado", revela. "Yo me considero músico, y lo mismo tengo la guitarra en la mano que el bajo eléctrico, que un sintetizador. A mí me llegó un momento en que no quería cantar: no concebía un arte donde había tantas normas. Delirium Tremens reivindica un arte con libertad, sin prejuicios".

En el camino, el universo creativo de La Tremendita fue enriqueciéndose con las aportaciones de otros, de "monstruos que destacan en otras disciplinas", y ella, una mujer que se define como "inquieta", fue "evolucionando, creciendo". Pero hubo un tiempo en que la cantaora no se entendía, principalmente porque aún no había dejado que asomara su propia voz y repetía letras heredadas que no sentía como suyas. "Adoro a Lorca y la poesía popular, el repertorio que se cantaba en mi entorno, pero todo lo que interpretaba no me parecía afín a mí, a lo que sentía", recuerda. Su nuevo disco contiene letras de su autoría, pero también de dos poetas tan diferentes como la estadounidense Anne Sexton y el español José Ángel Valente, creadores que le deslumbraron. En la desgarradora intimidad de ella y el sereno despojamiento del segundo encontró dos formas distintas de estremecerse. "Los suyos son textos que te proponen un reto. Con ellos te preguntas: pero esto, ¿cómo se canta?", expone antes de desvelar la pasión por el "mundo maravilloso" de la poesía contemporánea. "Es algo que me ha enamorado, y que me ha ayudado no sólo como intérprete, también como letrista. Ya no me inquieta si algo rima o no. El verso me lleva a otros sitios", reconoce.

Uno de los valores de Delirium Tremens es, apunta su creadora, que está grabado en directo "en un tiempo en el que todos entramos una y otra vez en el estudio, y repetimos y cambiamos". La Tremendita quería experimentar el desafío "de entrar en un estudio a las tres de la tarde y hacer tres versiones de cada tema, todo en un solo día", dice sobre un álbum "que además no se planteaba con el típico y cómodo formato de guitarra y voz, sino con 12 músicos", entre ellos el contrabajo Pablo M. Caminero o el pianista Abe Rábade, que se han encargado también de los arreglos. Varios de los intérpretes proceden de la escena jazzística, pero La Tremendita les hizo hincapié en que "no quería un disco de flamenco jazz. Quería que fuera un disco de La Tremendita, aunque obviamente si en él hay músicos que vienen del jazz, ellos van a tener ese registro. Mi intención era que creáramos entre todos un sonido". En la grabación también colaboran el guitarrista Josemi Carmona y la cantaora Estrella Morente, y el hermano de Rosario, Tremendo Hijo. "Él ha estado en todos mis trabajos, aunque en estos años ha cambiado su postura ante el flamenco. Era muy tímido y estudiaba Magisterio, pero con el tiempo se ha soltado y ya quiere ser, es, un cantaor. Su intervención es uno de los regalos que para mí tiene este disco".

Esa curiosidad de la que hace gala La Tremendita ha propiciado que la presentación en directo del álbum vaya a ser muy diferente. "Tuve una visión sobre Delirium Tremens hace un año y ahora estoy mucho más rockera, más libre. Estamos creando unas texturas muy diferentes a lo que se ha publicado, pero el punto de partida es el mismo. Paco de Lucía afirmaba que podía dedicar toda la vida a trabajar y a ahondar en un mismo disco, y yo tengo la misma sensación", reconoce la sevillana, que para los conciertos de presentación cuenta de nuevo con Pablo M. Caminero -"para mí es como otro hermano: viene del jazz y del clásico, pero ha colaborado con el flamenco y entiende todo lo que le propongo"- y Pablo Martín Jones. "Admito que me apetecía hacer sola los conciertos, pero esa idea fue evolucionando. Hemos montado una formación muy interesante, con Caminero al contrabajo y el bajo eléctrico de cinco cuerdas; Martín Jones con batería y electrónica, y yo con la voz, bajo eléctrico, guitarras, pedaleras, sintetizadores...", detalla sobre la nueva piel que tiene sobre los escenarios Delirium Tremens. "Ahora no sé si me gusta más lo que se va a oír en los conciertos que lo que saqué en el disco", asegura con una sonrisa.

La historia, lo sabe La Tremendita, es seguir tanteando nuevas posibilidades. Esa valentía que caracteriza a la artista se ha reforzado en las últimas semanas gracias a su participación en el Don Quixote que Andrés Marín estrenó en noviembre en el Teatro Nacional de Chaillot, en París, donde entre otras audacias "me pongo un traje de motera y canto por martinetes en un monopatín. Y colaborar con Andrés y con Laurent Berger [director y dramaturgo, cómplice de Marín en esta aventura] me ha despertado la ilusión por hacer más textos, más performances. Me gustaría que mis ganas de aprender no se acaben nunca, que pueda seguir creciendo".

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