Cultura

Tributo a la fantasíaEl fantasma del yo

Anterior a la celebrada serie de relatos reales que inició El adversario y llega de momento hasta la espléndida El Reino, donde el autor recreaba con singular desparpajo los orígenes del cristianismo, Bravura (1984) fue la segunda novela de Emmanuel Carrère y forma parte de esos primeros títulos de los que se ha distanciado desde que decidió reorientar su narrativa hacia los terrenos de la no ficción. Publicada en castellano por el mismo sello que ha dado a conocer entre nosotros el resto de su producción, la novela, pese a los elogios que le dedicara en su momento la crítica francesa, ha sido calificada por el propio Carrère como una obra pretenciosa, demasiado volcada en hacer ver su talento como fabulador o su capacidad para rizar el rizo. Algo de eso hay en Bravura, pero el barroquismo de la trama o su deliberado recurso al pastiche gótico no impiden que se lea con creciente fascinación y habrá lectores, entre los que nos contamos, para los que sea desde ahora una rareza de culto.

Influye, desde luego, el que entre sus personajes se cuenten Byron, los Shelley o sobre todo el atormentado secretario y médico del primero, John William Polidori, cuyo nombre permanece asociado a un único relato, El vampiro, que inauguró el tratamiento del mito en la literatura moderna, pero el novelista no se limita a hacer una recreación histórica -que la hay- de la famosa jornada de Villa Diodati. También el monstruo de Victor Frankenstein, concebido por Mary Shelley, comparece en una variación de la historia -o mejor, sucesivas variaciones- que da entrada a otros personajes, asimismo escritores, en una suerte de reelaboración continua donde conviven los seres reales -ya Carrère era Carrère, por más que diga- y los imaginados. Su propósito último, que trasciende el divertimento, apunta a temas de fondo que tienen que ver con el proceso de creación literaria, la apropiación de invenciones ajenas o el modo cómo las criaturas o sus hacedores pueden encarnar vidas otras, pero nada de esto importaría demasiado si Bravura no fuera además, o sobre todo, un delicioso tributo a la fantasía.

BRAVURA

Emmanuel Carrère.Trad. Jaime Zulaika. Anagrama. Barcelona, 2016. 360 páginas. 19,90 euros

Se recogen aquí, bajo el título de Los tres Cristos de Ypsilanti, las investigaciones llevadas a cabo en 1959 en el Hospital Estatal de Ypsilanti (Michigan), y cuyo objeto de estudio era la personalidad de tres enfermos de esquizofrenia con un delirio común: todos ellos decían ser Cristo. La intención de su autor, el psicólogo social Milton Rokeach, no era otra que la de observar los mecanismos que conforman las creencias primarias de un individuo, y el modo en que éstas se modifican -o no-, cuando tales creencias se ponen en duda. La estrategia que Rokeach arbitró para su experimento fue la de confrontar a tres enfermos poseídos por un mismo espejismo, con la esperanza de que aquella situación les revelara, de alguna forma, su delirio. Los resultados, sin embargo, no fueron particularmente alentadores. Y pasado el tiempo, el propio Rokeach deploraría la naturaleza de aquel experimento, en la que él mismo quiso ejercer de divinidad clínica, con consecuencias imprevistas.

Al fondo de esta indagación se halla, obviamente, el origen de la individualidad y el modo en que ésta se conforma socialmente en el individuo. Rokeach cita dos casos anteriores en los que se habían reunido diversos enfermos con el mismo delirio paranoide. Tanto en el relatado por Voltaire, como en el que recoge el psicoanalista Robert Lindner, se dio una breve mejoría de carácter temporal. En las reuniones que propició Rokeach, la conclusión es sin embargo otra: Rokeach atribuirá la paulatina degradación de dichos encuentros a lo tardío de su terapia, así como a lo avanzado de la psicopatía de aquellos tres Cristos, de estremecedora memoria.

La recapitulación que hace Rokeach, dos décadas después de publicado su estudio, guarda no sólo un honroso gesto de compasión para con aquellos hombres, sino una inesperada certeza. Al convertirse en Cristos, los enfermos de Ypsilanti se estaban postulando como hombres dignos y morales, urgidos, en su estupor, por alguna forma de bondad. Por una idea, quizá, del amor o la belleza.

Los tres Cristos de Ypsilanti

Milton Rokeach.Trad.Eduardo Moga. Impedimenta. Madrid, 2016. 400 páginas. 33,50 euros

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