arte

Vernos en los opuestos

  • La joven fotógrafa Florencia Rojas recupera felizmente en su última exposición algunos de los motivos y asuntos más trascendentales de la tradición surrealista

El título de esta exposición, Seré tu espejo, parece resumir la principal intención de la joven fotógrafa Florencia Rojas. Esa figurada condición especular de su fotografía no sólo actúa en la dirección de reflejar a la artista, sino que en ocasiones se convierte en imágenes en las que, como espectadores, poder proyectarnos, con lo que, en rigor, al mirar podemos reconocernos en esa superficie fotográfica que aspira a ser espejo, en ese Otro que aparece en ella.

Florencia Rojas recupera algunos de los motivos y asuntos más trascendentales de la tradición surrealista. Las citas a ésta no son más o menos encubiertas, ni siquiera son un mero préstamo icónico, sino una reformulación que persigue hacer un retrato del sujeto femenino no-excluyente, es decir, de todos nosotros. Mirar hacia el surrealismo supone compartir una mirada con el movimiento de vanguardia que, frente a otros meramente formalistas, más se centró en la naturaleza humana, en sus problemáticas consustanciales, en el deseo, en lo reprimido, en los estados paroxísticos. El material del surrealismo, como el de las obras de Rojas, es puramente humano. Este interés ha venido evidenciándose en series anteriores que aquí no se exponen como Les petites morts, en la que apostaba por categorías dialécticas que tan fundamentales fueron para los actores del surrealismo, como la cercanía de placer y dolor o de vida y muerte. André Breton, el pope del movimiento, prefiguraba en los años veinte los presupuestos del surrealismo: "Todo conduce a pensar que hay un cierto punto del espíritu donde la vida y la muerte, lo real y lo imaginario, lo comunicable y lo incomunicable dejan de percibirse como contradicciones. En vano buscaríamos en la actividad surrealista otro móvil que la determinación en este punto". Y tal vez habría de buscarse lo mismo en la obra de Rojas.

Precisamente, la petite mort es la expresión en francés con la que se denomina al orgasmo; así, en los rostros de los personajes femeninos que componen esta serie, se vacila entre el gemido placentero o la exclamación dolorosa, entre el cuerpo traspasado por el espasmódico orgasmo o sometido al rigor mortis. Este asunto es caro al escritor y líder del surrealismo disidente Georges Bataille, como podemos leer en El erotismo y en Las lágrimas de Eros, algunas de las fuentes que no oculta Florencia Rojas.

Les petites morts ya buceaba en un tema recurrente en el imaginario surrealista y que en I'll be your mirror está muy presente: el del éxtasis. Muchos de los personajes de la serie Vértigo, ya sean los rostros en primer plano o las figuras en espacios domésticos, se muestran ausentes, en una especie de trance, en ademán de inmovilidad, en un estado de desocupación-del-cuerpo, de anulación de los sentidos que hace recordar a muchas de las fotografías acerca de la histeria (sonambulismo, arrebatos pasionales, posturas ilógicas, levitación o estados de letargia) que hiciera el doctor Charcot en el hospital parisino de La Salpêtrière en torno a 1878 y que tanta fortuna tuvieron entre los surrealistas, quienes vincularon esas actitudes a una suerte de éxtasis pasivo.

Rojas crea una fotografía escenificada con una atmósfera perturbadora y ciertamente inquietante en la que sus personajes femeninos aparecen en la intimidad del hogar, aisladas, ensimismadas, ausentes, frágiles, vacías, en silencio y adquiriendo posturas ilógicas sobre el mobiliario que acentúan la sensación de vértigo, de precipitarse a un abismo que se abre ante ellas. En éstas, que funcionarían mejor en formatos mucho mayores para evidenciar el aislamiento y el abandono en el espacio, Rojas se aproxima, tal vez demasiado aunque con matices, a la obra de otras fotógrafas como Cecilia del Val, Julia Fullerton-Batten, Miss Aniela, Ellen Kooi y, especialmente, Isabel Tallos.

Sin embargo, en sus retratos en primer plano de esas mujeres que sufren el vértigo, Rojas logra su anhelo de que esas imágenes emerjan como un espejo donde el espectador pueda reconocerse. Esas mujeres, calladas y de un modo contenido, suponen un catálogo emocional, un repertorio de respuestas distintas ante el metafórico abismo que parecen presenciar, por lo que escapan de lo aséptico y de la objetividad de lo que sería un estudio antropológico, cuestión que se aprecia incluso en el enfoque, que obvia el frontal en lugar de un contrapicado que maximiza la sensación de vértigo. Algo paradójico e inquietante se desprende de algunos de estos personajes, tanto como de los rostros de la serie Vírgenes, una especie de bellas y contenidas nuevas evas en comunión con la Naturaleza; a saber, una siniestra falta de vida y de hálito que evidencia una suerte de conflicto entre el pálpito y lo inerte, entre lo físico y lo espiritual. En ese punto de fricción o de comunión entre opuestos, como ansiaban los surrealistas, la obra de Florencia Rojas ha de seguir creciendo, suspendiéndonos y reflejándonos, tal vez como un espejo.

Florencia Rojas Sala de exposiciones de la Escuela de Arte de San Telmo El Ejido, 3, Málaga. Hasta el 13 de febrero.

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