Cultura

Por un amor Cyberpunk

  • Francisco M. Romero presenta hoy 'Las tostadas de la libertad', su debut en la narrativa, que publica Ediciones el Transbordador

Cuando se le pregunta si Las tostadas de libertad era su manera más honesta de escribir una historia de amor, Francisco M. Romero (Mijas, 1982) responde: "Toda historia de ciencia-ficción esconde una historia de amor detrás". Así es como este escritor y periodista, fino analista de la ciencia-ficción en sus artículos críticos y uno de los mayores conocedores del género que ha alumbrado esta esquina del planeta, señala evidencias en las que sin embargo muy pocos reparan. Que Romero diera el salto a la creación literaria era sólo cuestión de tiempo, y Las tostadas de la libertad, publicado por Ediciones El Transbordador, es, desde su querencia cyberpunk deudora (sólo en parte) del magisterio de William Gibson, el debut esperado en lo que a lanzamientos de su quehacer narrativo se refiere. El autor presentará hoy su obra en PicNic Soho (C/ Barroso, 10), ocasión ineludible para conocer la escritura asombrosamente precisa de una autoridad en la materia.

Las tostadas de la libertad narra, ciertamente, el anhelo de una relación amorosa en la que la intervención tecnológica ha alcanzado extremos abismales en lo que a la misma definición del ser humano se refiere. Romero adscribe así su relato sin tapujos al cyberpunk y, más aún, defiende la plena vigencia del subgénero: "En esencia, el cyberpunk advierte los efectos de una tecnología muy avanzada en un mundo muy pobre. Así lo ha hecho desde sus inicios, y creo que el marco que ofrece es plenamente válido para el mundo actual, donde mucha gente con muy pocos recursos puede acceder sin muchos problemas a una tecnología de una capacidad transformadora muy fuerte". Así, aunque "algunos críticos consideran que el cyberpunk ni siquiera puede llegar a ser considerado un género", Romero insiste en que el mismo constituye un instrumento privilegiado para explicar cómo, por ejemplo, "la frontera entre los Estados y las empresas es cada vez más difusa, por qué los Estados actúan cada vez con menos reservas como grandes corporaciones". De hecho, en sus últimos libros, el estadounidense William Gibson, considerado padre del cyberpunk, "se aleja poco del presente, porque en realidad no necesita despegarse mucho".

Algo de estas cuestiones políticas guarda en sus páginas Las tostadas de la libertad, aunque Romero descarta que se trate de un relato político. Tampoco es una narración muy próxima al presente, lo que se debe, principalmente, "a que sigo siendo optimista y tengo confianza en el futuro"; lo que, aplicado al impacto de las últimas tecnologías de la comunicación, no evita un enfoque crítico, ni siquiera paradójico: "Es verdad que elementos como las redes sociales han contribuido a la expansión de cierta alienación, de la pérdida de libertad y de intimidad. Pero también nos han permitido el lujo de mantener el contacto con personas que tenemos lejos como si estuviesen aquí mismo. Todo lo negativo que queramos decir de la Red es cierto, pero también lo es que lo que han traído de positivo es mucho más. Entonces, sí, soy optimista también sobre la posibilidad de que la tecnología contribuya a hacer del futuro un tiempo mejor. Aunque esto no evita lo que algún autor llamó el terror del optimismo: tenemos la impresión de que hay un desastre hacia el que el mundo se dirige inexorablemente, pero, sin embargo, a pesar de que tengamos todas las papeletas para terminar mal, es posible mantener una visión positiva respecto a lo que depare el destino". Y seguramente es en este oxímoron donde se oculta la posición más sabia.

Para añadir más calor a la paradoja, Francisco M. Romero escribe a mano, por más que la escritura sea una de las actividades más radicalmente sometidas a metamorfosis a través de la tecnología. Ahora trabaja en una novela más extensa a partir de un guión para cómic que nunca llegó a ver la luz. De momento, Las tostadas de la libertad se presenta como una pequeña gran revelación para la ciencia-ficción en lengua española (también recela Romero de las categorías, apellidos, topónimos y demás añadiduras), no precisamente sobrada de este tipo de hallazgos; su aroma underground tiene también que ver con el Motorman de David Ohle, pero, sobre todo, con una proverbial capacidad de impacto. Para no olvidar.

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