Cultura

Un año para ser Antonio Banderas

  • El actor malagueño verá materializado en este 2008 uno de sus sueños: convertirse en el emperador Adriano para la gran pantalla de la mano de John Boorman · Paz Vega se postula para sumarse al reparto

Pues sí: por mucho que aseguren que ponen la carne en el asador para cada papel, todos los actores tienen en mente un personaje por el que darían un brazo. El de Antonio Banderas bien podría llamarse Adriano, icono histórico de poderosísimo atractivo que finalmente, en este 2008, se convertirá en patrimonio de la pantalla grande metido en la piel del malagueño en la película Memorias de Adriano. La producción, de capital italiano, reúne numerosos atractivos, con un director de la solvencia de John Boorman (Excalibur), el guión de Ron Base basado en las Memorias de Adriano de Marguerite Yourcenar y un reparto para el que se postulan Charlie Hunnam como Antínoo y la también española e internacional Paz Vega. Material de primera, en suma, para un proyecto que empezará a rodarse en breve en Marruecos y Serbia y que puede hacer definitivamente de Banderas un actor de primer orden en Estados Unidos y en Europa, con un calado distinto al del latin lover.

Motivos de sobra hay para aventurar que Adriano es un personaje largamente codiciado por Banderas. El primero es la formación de éste y su gusto por las maneras del teatro clásico. Como explica el recién jubilado profesor de la Escuela Superior de Arte Dramático de Málaga Pedro Fernández, que dio clases al actor, "por mucho que goce de popularidad, sólo quienes han visto a Banderas interpretar a Marco Antonio en el Julio César de Shakespeare pueden hacerse una idea completa del gran artista que es". El emperador Adriano (Itálica, 76 - Bayas, 138) encierra todos los ingredientes de un volcán dramático excepcional como animal cinematográfico: su tormentosa relación con el joven Antínoo y el suicidio de éste, la fascinación que el jefe del Estado manifestó por Oriente (fue la primera cabeza del Imperio Romano que se dejó crecer la barba, según la estética imperante más allá de Egipto) y, en consecuencia, sus ansias de revivir la grandeza de Alejandro Magno con el mundo metido en un puño, le convierten en un ejemplar humano de rarísima inmensidad. A ello se suma la calidad del material literario del que parte el guión de Base: desde su publicación en 1951, las Memorias de Adriano de Marguerite Yourcenar han quedado impresas en la Historia no sólo como modelo de novela histórica, sino como ejercicio filosófico que encarna la tensión de un mundo dividido en bloques (Oriente y Occidente, la grandeza sustentada y el misterio por descubrir) en un solo hombre, herido de soledad y sediento de sabiduría. La estructura epistolar del libro, con cartas que el sevillano envía a su sobrino Marco Aurelio, termina de redondear ese carácter de confesión gracias al cual las Memorias han conocido diversas versiones teatrales y por el que ahora, al fin, el cine hace lo propio para la posteridad.

Antes de Adriano, el espectador podrá ver a Banderas en la comedia romántica El nuevo novio de mi madre junto a Meg Ryan y en The code, un thriller rodado recientemente entre Bulgaria y Estados Unidos con Morgan Freeman como compañero de reparto. Después de Memorias de Adriano, el actor rodará (previsiblemente) la segunda parte de Sin City, dirigida por su compadre Robert Rodríguez y el autor del cómic en que se inspirará la película, Frank Miller. Nadie como Adriano, no obstante, para ser Antonio Banderas.

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