Cultura

25 años con María Zambrano

  • La autora veleña, última gran referencia de la filosofía española, falleció tal día como hoy en 1991 Cinco escritores, pensadores y profesores de prestigio analizan la vigencia de su legado ético e intelectual

Vino al mundo María Zambrano un día de primavera, el 22 de abril de 1904, en Vélez-Málaga. Y con ella una prodigiosa síntesis de todo lo que la cultura española había sido capaz de alumbrar desde Séneca, así como un contexto decisivo para cuanto habría de acontecer después. El pensamiento de María Zambrano, vertido en obras esenciales como Hacia un saber del alma, El hombre y lo divino, Persona y democracia, La agonía de Europa, España, sueño y verdad, Los sueños y el tiempo, Claros del bosque y Los bienaventurados, se proyecta siempre hacia adelante, por más que hunda sus raíces en el mundo clásico; y lo hace tanto en su adscripción a la razón poética, como nuevo paradigma para una filosofía saturada de racionalismo en su tiempo, como en su función exégetica hacia una Europa que había revelado en el siglo XX al monstruo, sin concesiones y de manera definitiva. Azotada también por la bestia mediante el exilio, con la concreción brutal de la Historia de España y la adhesión a la generación sacrificada, María Zambrano hace sin embargo de su hondura un dictamen universal. Tal día como hoy, la veleña murió hace 25 años en Madrid, después de ganar el Premio Cervantes (y de ser la primera mujer y la primera filósofa en recibir la distinción), pero ha sido a partir de entonces cuando su figura ha ganado la consideración posible, más allá de cualquier contexto naciona, de cima última de la historia del pensamiento en Occidente. De modo que lo que cabe conmemorar hoy no son 25 años sin María Zambrano, sino, muy al contrario, 25 años con María Zambrano; con un legado intelectual, filosófico, poético, crítico, espiritual y político que no ha dejado de crecer por cuanto sigue ofreciendo respuestas a las preguntas más urgentes. Con este motivo, cinco pensadores, poetas, profesores y escritores españoles, primeros divulgadores de este legado y miembros de pleno derecho de la estirpe zambraniana, responden para Málaga Hoy a esta sencilla pregunta: ¿Dónde se encuentra hoy, en su opinión, la vigencia del pensamiento de María Zambrano?

La profesora titular de Filosofía de la Universidad de Barcelona y directora del Seminario Internacional María Zambrano de la misma institución, responde así: "Después del impulso que supuso en la investigación y difusión de la obra de María Zambrano la celebración del centenario de su nacimiento, lo que ahora, cuando recordamos los 25 años transcurridos desde su muerte, llama especialmente la atención yo diría que es su capacidad de hablar para todos, llegando mucho más allá de los círculos académicos y de especialistas, abordando una pluralidad indefinida de cuestiones e invitando al lector a intervenir.

En mi opinión, esta capacidad tiene que ver, por una parte, con su actitud teórica y personal, que caracterizaría por la fidelidad, a sí misma y a su actualidad, y, por otra, con la calidad de su escritura, fruto del cuidado de la lengua y cuya virtualidad es la de incentivar en sus lectores la creación -y no me refiero sólo, aunque también, a la creación artística, sino a la intervención personal, libre de lugares comunes, consignas, propagandas… La confluencia de estas dos notas creo que está en la raíz de la peculiar aportación de esta autora: entre el ver y el escuchar, su filosofar atiende, sobre todo, a cuanto, incluso en su fracaso, pide ser sacado del silencio, tejiéndolo así en el proceso del pensar como ejercicio de libertad, abierto a la creación.

En Zambrano podemos encontrar páginas insustituibles sobre cuestiones que, por distintos motivos, nos son muy próximas -Europa, la crisis, el exilio, las ciudades…- y en las que, porque habla a partir de su experiencia, la dimensión ética y política no cristaliza en una rígida disciplina. Igualmente escribe sobre los géneros literarios, la poesía, la pintura…, roturando lugares de experiencia que exceden la teoría estética y la enriquecen, o sobre la condición de las mujeres, por ejemplo, dejando que estas -sean figuras reales o literarias- se expresen, al margen de movimientos feministas, a los que, sin embargo, nunca se adhirió…

Aunque sería inútil, e imposible, hacer un catálogo de supuestas temáticas zambranianas, sí creo especialmente destacable el que su obra, atenta a lo que, en el subsuelo de la historia, puede germinar, abre ante todo horizontes y perspectivas, desde la convicción, como dice en Los bienaventurados, de que "vivir humanamente es transmitir".

La escritora y doctora en Filosofía, por su parte, brinda esta reflexión a Málaga Hoy a partir del título o premisa Compartir el sueño: "Tomo Filosofía y Poesía, de María Zambrano, para que sea la filósofa misma la que me diga cuál es su vigencia.

El pensamiento, planteo, es atemporal; como los versos que nacen para decir aquello que la sola razón no alcanza. Ahí, en ese punto donde confluyen tiempo y sueños, es donde pensar y sentir se tornan indiferenciados, una suerte de abrazo fecundo que excede la dualidad, que halla a los demás y los hace compañeros. Razón Poética, habría que escribir. Porque se escribe, dirá María Zambrano, el secreto que no sabe ser dicho. Ese secreto señala el valiente valor inventado hasta convertirlo en indispensable que se llama ética (su rostro: respeto, solidaridad; su lugar: la matria que da vida y sentido al corazón).

Visionaria, como hija poderosa del Arte, María Zambrano encauza la desmesura del pensamiento en una filosofía próxima a la experiencia musical. Intuye la armonía, la escucha, sabe que está aunque se la amordace; sabe que es rebelde y que su rebeldía concibe el porvenir. Y, en un acto de responsabilidad, aguarda de un modo activo el encuentro, propicia el encuentro, sueña el encuentro y lo recrea en el otro lado del sueño. Una actitud, escribirá, cambia el mundo: no es suficiente la teoría, se desvanecerían tales palabras en el aire, desaparecerían sin que nadie las echara en falta, si no fueran presencia, si no fueran humana condición. Por eso, la razón poética alumbra allá donde los ojos no quieren estar porque sería imposible permanecer. Alumbra los límites que hay que traspasar para alcanzar un mundo pacífico, y alumbra la soledad de quienes son excluidos por la historia. Alumbra ese abismo en el que aguardan, sí, las razones que alguna vez tendrían que haber vencido al odio y a la deslealtad para que no olvidemos que, incluso malheridas, no se someten ni al desencanto ni a la desmemoria. Aguardan en vela.

Leer a María Zambrano es saberse en compañía de una mujer filósofa que quiso ser caja de música y lo logró a pesar de la dureza de época y biografía. Es ensayar una metodología vital tanto como académica que incorpore, sin más dilación, una perspectiva de género y un rigor poético a las relaciones humanas.

(Abro el libro, oigo la agonía de Europa, el destino delirante que nos robó el magisterio natural que habría entregado, en España, María Zambrano. Pero también oigo su 'Porque la palabra, en fin, sería ese sueño compartido')".

La poeta y pensadora argumenta: "La importancia de María Zambrano hoy reside, a mi entender, entre otras cosas, en que permite una relectura de una parte terrible de la historia de España desde la experiencia de los intelectuales en el exilio. El suyo era un cristianismo doliente desde el que, atizada por la perversa tergiversación de sus valores por parte del régimen franquista, quiso recuperar sus orígenes, conceptuales y vitales. Su escritura es ante todo un testimonio de ese aliento y esa búsqueda".

El poeta y profesor, director de la Cátedra María Zambrano en la Universidad de Málaga, señala por su parte: "Creo que la vigencia y la cada vez mayor proyección de María Zambrano, aparte de en la solidez y hondura de su pensamiento, puede que esté en la forma en que ese pensamiento es expresado. La escritura de Zambrano tiene como seña de identidad textual su cercanía a lo poemático y no tanto a los modos ensayísticos comunes al discurso filosófico. Lo que ella denominó razón poética hace que esos razonamientos -sin decaer en su altura- tengan un carácter de escritura creativa que, creo, conecta más con el lector".

Por último, el filósofo, poeta y crítico literario, profesor de Historia de la Filosofía en la UNED y director de la edición de las Obras completas de María Zambrano que publica el sello Galaxia Gutenberg (cuya cuarta entrega de un total de ocho, la correspondiente a la segunda de la serie, acaba de ver la luz), responde así a la cuestión: "Con la innegables dificultades filosóficas que ocasiona el pensamiento y la escritura de María Zambrano, en su arriesgada meditación que conexiona poesía, tragedia, mística y filosofía, hoy más que nunca se muestra la vigencia de su crítica cultural de Occidente, que, hoy, se expande a la situación globalizada del mundo entero. La tan trágica actualidad parece reflejar, punto por punto, las peores precisiones de Zambrano sobre los frutos de la historia sacrificial, de la debilidad de la democracia, de, ya más que crisis, una completa orfandad en el mundo contemporáneo, con su vuelta a una especie de mundo prehistórico, indeterminado, hermético, en el umbral mismo de la nada; en palabras de Zambrano al final de su vida (en 1987): 'En una de las noches más oscuras del mundo que conocemos'.

La historia verdadera, la semiescondida historia del amor, del anhelo y la esperanza humanos, se ve desgarrada por completo por lo que ella denomina historia apócrifa, con su expansión sacrificial implacable de una razón reduccionista y de su abandono de las razones más vitales y creadoras, que, para Zambrano, se resuelven a través de lo que ella denomina razón poética, en aquella señalada meditación entrecruzada de poesía, tragedia, mística y filosofía, en pos de lograr lo que, por mi parte, denomino una lógica del sentir, capaz de ir al envés de la idea, en un descenso de la razón a las propias razones del sentir, a la génesis del propio conocimiento en las pasiones humanas, en una permanente indagación sobre la potencia misma del lenguaje, y en la capacidad de éste de hacerse cargo de una palabra verdaderamente humana, dúctil al sentir originario del hombre, sumergiéndose en el mundo de los sueños y su correlación con la emergencia de los diversos tiempos que el hombre habita, y la capacidad que esto le podría otorgar de liberación.

Hoy más que nunca, en esta doliente y tan indeterminada posmodernidad, guiada ya, al parecer, tan sólo por una implacable mímesis del odio y la venganza, retumban con especial resonancia las advertencias que Zambrano vino lanzando desde su primer libro, Horizonte del liberalismo (1930) hasta los últimos, Claros del bosque, De la Aurora, Notas de un método o Los bienaventurados, acerca de la peor senda seguida de la avidez, el culto al éxito, la divinización del hombre y de la historia, y una razón instrumental avasalladora de los más íntimos anhelos humanos de igualdad y libertad.

Frente a ello, es ahora cuando se hace más indispensable volver a repensar la conexión que Zambrano hace entre persona y democracia, y, sí, su convencimiento de que en esta noche oscura de lo humano sólo será posible una nueva aurora de la razón y de la vida humana en una nueva vía del amor, de una pensamiento pleno de amor capaz de recorrer el diapasón (literalmente a través de todo el ser) en que esa vida sea expresión de una verdadera democracia como armonía de las diferencias, la única capaz de hacer fluir desde las mismas pasiones humanas una renovada razón creadora que sea un puente para la tan trágica esperanza humana".

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