Ítaca

De la aurora estremecida

  • Se cumplen treinta años de la aparición de 'Claros del bosque', obra capital de la veleña María Zambrano y genial epílogo a la filosofía mediante la razón poética

Permitirán que esta Ítaca no abra sus costas a novedades editoriales y que toda ella quede consagrada a un único libro, aunque hay obras y momentos que lo merecen. A menudo, los acontecimientos y las efemérides referidas a María Zambrano pasan desapercibidas en España (no así en Francia, ni en Italia, ni en México, ni en Cuba, ni en Estados Unidos), y habría sido de esperar, iluso de mí, que los treinta años de Claros del bosque, texto esencial no sólo de la veleña, sino de toda la literatura del siglo XX, mereciera ediciones críticas, ampliadas y actualizadas. Iluso, repito: el aniversario pasará como todas las aguas anteriores, con la gloria prendida en otros altares.

Se cumplen treinta años de la aparición de Claros del bosque, síntesis genial de la razón poética y cumbre de María Zambrano, quien la escribió tres años antes en el caserío francés de La Pièce con la ayuda de José Ángel Valente, abnegado colaborador en la ordenación de tan delicado material. La pensadora seguía criterios e intuiciones verdaderamente poéticas en su escritura: paría textos y artículos que amontonaba en su desorden de gatos y tabaco y luego, por lo general, eran otros los que aplicaban el raciocinio del índice académico. Claros del bosque siguió este proceso de inspiración sublime, pero su acercamiento al arrebato epiléptico de San Juan de la Cruz resultó, al fin, decisivo.

El breve tratado, suele rondar las 160 páginas distribuidas en nueve capítulos (la última edición la presentó Espasa en 2002), consuma la aproximación al misterio de la aurora poética encauzada desde El hombre y lo divino (1953) y tiene su origen en una tragedia personal. Zambrano dedicó el libro a su hermana Araceli, quien falleció en 1972 a causa de una tromboflebitis aguda dejando una pena en la filósofa que nunca llegaría a superar. La vida de ambas se desarrolló en perfecta complicidad y unión, especialmente desde la Guerra Civil, el exilio, y las torturas que sufrió Araceli en París víctima de los nazis, que asesinaron a su marido.

El dolor unió los dos espíritus en una comunión que se hacía fuerte en las heridas, y de pronto Zambrano se vio sola, con dificultades económicas y aquejada de una progresiva pérdida de visión que no cejaría hasta su muerte. En este contexto nace Claros del bosque, en la que definitivamente la autora de Los sueños y el tiempo da el carpetazo a la Historia de la Filosofía que no acertó a propinar Ortega mediante un argumento total: la poesía como revelación del ser.

De una manera radical se descubre la Zambrano gnóstica, la discípula de Plotino que hila un acercamiento a la divinidad a través del conocimiento, esto es, un saber de experiencias de connotaciones místicas: para la veleña, Dios es el resultado de descifrar el sentir sobre el ser oculto. Y aquí también la alteridad que algunos pensadores cristianos habían defendido desde los horrores de la Segunda Guerra Mundial se radicaliza hasta las últimas consecuencias: al místico, al que sigue la senda del conocimiento, no le queda más opción que destruirse, anularse hasta concebir en su interior al otro. El claro del bosque es la metáfora del centro de la conciencia donde es posible asomarse para encontrar lo oculto, y también la lección para hallarlo: no buscarlo. Nietzche queda así superado cuando el pensador descubre que la verdad, desde la poesía, no se revela mediante la voluntad propia: a la verdad se la obedece.

Al igual que Albert Camus, Zambrano advirtió de los peligros que encerraba la filosofía pertrechada en la mera razón y convirtió al corazón en objeto filosófico, señalando un camino de gnosis a partir del equilibrio entre estas dos realidades ontológicas en la razón poética. Ésta consideraba que los holocaustos del siglo XX no habían sido fruto de una traición a la razón, sino de todo lo contrario: la lógica llevada al último extremo es el fermento idóneo de la deshumanización. Claros del bosque ahonda en esta idea hasta alumbrar una nueva vía de conocimiento, una aurora estremecida para el hombre: la piedad. El ensayo abriría un paradigma inédito y convertiría a Zambrano en referencia ineludible, todavía por descubrir.

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