Cultura

El bueno de Carlitos

Nunca deja de sorprenderme la cara de sorpresa que se le queda al ignorante cuando descubre que los cómics de Snoopy son una pura virguería. Veo en ella un reflejo de la que se me quedó a mí hace años, cuando cayó en mis manos uno de aquellos libritos de Carlitos publicados por Ediciones Junior y me dio por leerlo. Hasta entonces, el niño de la camiseta amarilla con una raya quebrada en medio y ese irritante perro que tenía por costumbre sentarse en lo alto de su caseta eran poco más que dos iconos pijos, inmortalizados en un sinfín de pegatinas y tarjetitas cursis. Bastaron unas pocas páginas para derribar toda idea preconcebida y convertirme en un acólito de Peanuts, uno más de la nutrida secta de los que amamos la obra de Schulz sobre todas las cosas. Y es que los tebeos de Snoopy no son buenos, son mejores.

En palabras de Gary Groth: "Antes de Snoopy y Carlitos, el territorio de las páginas de historieta de prensa había sido una sucesión de chistes, observaciones sociopolíticas, comedias domésticas, culebrones y variaciones del género de aventuras". Comenzada en 1950, la serie de Schulz fue siempre "una anomalía en las páginas de cómic: una tira cómica que reflejaba la crisis personal del propio dibujante". Fue, es y será una obra moderna, inteligente, elegante, compleja, sorprendente y muy, muy divertida, una maravilla universal capaz de embobar por igual a los niños pequeños y a los intelectuales más aguerridos, una de las grandes joyas de este joven medio de expresión que es el cómic. Se trata además uno de los títulos más longevos, con sus cerca de 18.000 tiras y dominicales, todas ellas escritas, dibujadas y rotuladas por el autor fallecido en 2000; "un logro sin parangón en el mundo del cómic", como nos recuerda Groth. Desde el año 2005, esta obra maestra viene siendo editada en nuestro idioma por Planeta DeAgostini, que traduce los hermosos tomos cronológicos de Fantagraphics. Acaba de salir el que hace 11, con tiras diarias y dominicales en blanco y negro de los años 1971 y 1972, pleno esplendor de la serie. Lástima que no trae pegatinas.

Charles Schulz. Planeta DeAgostini. 352 páginas. 18 euros.

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