Cultura

La crisis desde dentro: un pulso que estalla

  • Las dimisiones del Museo Thyssen responden al enfrentamiento que la baronesa y Tomás Llorens vienen manteniendo desde hace años

Las dimisiones presentadas por la directora del Museo Carmen Thyssen-Bornemisza, María López, y el miembro del Patronato Tomás Llorens no obedecen a una causa espontánea ni a un 'berrinche' que brota de buenas a primeras. En realidad, la pinacoteca nació ya en sus primeros esbozos con un vicio incorporado que ha terminado estallando con estas decisiones: el del pulso que desde hace años vienen manteniendo la propia Carmen Thyssen y Tomás Llorens, cuya influencia resultó decisiva para que María López entrara a formar parte del proyecto como directora. Fuentes cercanas a la baronesa hablaron hoy de una "guerra" abierta entre estos dos frentes que se ha venido desarrollando en el campo de batalla del Patronato y que se ha saldado con el resultado ya conocido. Thyssen y Llorens, que trabajaron mano a mano durante quince años en el Museo Thyssen de Madrid, plantearon desde el principio el proyecto malagueño como una lucha de poderes, de manera que una reacción como la ocurrida parecía más que cantada.

Las mismas fuentes confirmaron que la designación de un puesto de director artístico y otro de director gerente estaba prevista desde un principio en el Patronato. Pero fue posteriormente Tomás Llorens quien puso sobre la mesa todas sus influencias para eliminar esta bicefalia orgánica (habitual en museos de todo el mundo, incluido el Museo Thyssen de Madrid) y recabar todas las responsabilidades en una sola figura, la de la dirección general, ya con María López en mente. Su propuesta logró convencer al Patronato y prosperó, pero la respuesta de Carmen Thyssen aún estaba por llegar. A finales del pasado mes de febrero, apenas un mes antes de la fecha prevista para la inauguración, en el museo sólo se habían formalizado tres contratos de personal. La baronesa se aferró a esta circunstancia para demostrar al Patronato que María López no tenía la preparación suficiente en materia de gerencia y que la contratación de un director gerente era absolutamente necesaria; de esta manera, además, y con las prisas a su favor, se garantizaba el desgaste de la influencia de Llorens en el Patronato. El nombre de Javier Ferrer salió a relucir como la opción más eficaz y el criterio de la baronesa se impuso al del historiador, lo que explica tanto la dimisión de Llorens y de (su protegida) López y el hecho de que el primero no participara en la instalación de las obras de la colección permanente en las salas del Palacio de Villalón.

Con Javier Ferrer actualmente al frente del museo en solitario hasta que se nombre a un nuevo director artístico, la situación es la de un paréntesis que corre el riesgo de eternizarse pocos días después de la inauguración. El programa de exposiciones temporales propuesto por Llorens tenía un coste de 650.000 euros anuales (la instalación de la colección permanente se saldó por 150.000), una cantidad que, según las mismas fuentes, el Patronato no puede asumir en las presentes circunstancias. De manera que, por el momento, el programa de muestras temporales anunciado queda definitivamente aplazado, o directamente suspendido, mientras la colección permanente se erige como único reclamo de la pinacoteca. La verdadera trascendencia del Museo Thyssen, por tanto, aún está por definir. Y parece que va para largo.

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