Cultura

La crisis del teatro en Málaga: crónica del páramo

  • El número de representaciones en la capital ha caído en picado en el último año · La Feria de Palma del Río arranca hoy sin una sola compañía de la provincia en cartel

Para hablar sobre la situación del teatro en Málaga no caben eufemismos: el único término posible para definir la situación es crisis. Sus alcances significativos pueden aducirse a diversas consideraciones: número de representaciones en la ciudad, espacios, compañías en activo, espectadores, ofertas y otros efectos colaterales. Baste el dato de que el primer escenario de la ciudad, el Teatro Cervantes, sólo ha ofrecido dos obras desde que terminó el Festival de Teatro en la primera semana de febrero: Miguel de Molina. La copla quebrada en el mismo mes y El rey Lear, con Alfredo Alcón, a comienzos de mayo, en coincidencia con la Noche en blanco. Y nada más. Dentro de las actividades teatrales que organiza el Cervantes como ente municipal, cabe destacar en la temporada que ahora acaba la desaparición del ciclo Teatro en los Distritos, la paralización del Teatro Infantil dominical desde marzo (con amenaza del cierre del Albéniz Multicines incluida, pospuesta para unos meses) y la pérdida de la Sala Gades del Conservatorio Profesional de Danza, que pasó a mano de la Consejería de Cultura para albergar una más que discreta programación de danza, con pocas fechas y menos promoción como mecanismo paralelo al Teatro Cánovas.

Málaga no es, en suma, una ciudad de teatro. Y no lo es porque no lo ofrece. Con la entrada de verano, especialmente, el nivel se reduce radicalmente a cero. La provincia cuenta con muy pocas excepciones, como Mijas, que presenta un festival muy interesante del 18 al 22 de julio con Charo López y Comediants, entre otros, mientras el Festival de Verano de Benalmádena, que tradicionalmente acoge representaciones teatrales de primer nivel, está aún pendiente de presentación. Paren de contar. El Teatro Cánovas cierra por vacaciones y clausura una temporada irregular, que desde la llegada del montaje de In nomine Dei de José Saramago en marzo, y tras la fatal caída de cartel de Vicky Peña (prevista para mayo), ha recorrido el tramo apoyada en recuperaciones de cursos pasados (como el Romancero gitano de José Carlos Plaza con Cristina Hoyos), el Festival de Humor y el Festival de Títeres, Objetos y Visual, con propuestas de corte familiar, de cierto interés aunque escasamente representativas del teatro actual. El privado Teatro Alameda sí ha mantenido una temporada más fiel a su línea de espectáculos comerciales, con serias dificultades para ampliar su público habitual e, igualmente, sin propuestas decisivas que ganen para Málaga el título de ciudad de escenario.

La consecuencia del poco teatro visto es el poco teatro hecho. La Feria de Palma del Río, verdadero escaparate andaluz de las artes escénicas, celebra su vigésimo quinta edición desde hoy y hasta el viernes en la localidad cordobesa sin una sola compañía malagueña en su programación. Una situación penosa que responde a una realidad aplastante: en la provincia, sólo El Espejo Negro y Elestable Teatro mantienen una actividad permanente a lo largo del año, y únicamente la primera tiene una presencia importante fuera de Andalucía. Otras agrupaciones, ya de formación reciente (Síndrome Dario, Pata Teatro) o veteranas (Acuario, especializada en el teatro infantil), encuentran un camino plagado de obstáculos a la hora de contratar funciones. A ello se une la carencia de salas alternativas, que en otras ciudades andaluzas constituyen el auténtico punto caliente del teatro urbano. Posibles ofertas como el teatro de calle, que también tuvo aquí su festival, son deseos tan platónicos como quiméricos. Y, ante la dificultad de contar con instalaciones y recursos para los primeros pinitos, se produce la paradoja de que Málaga tiene una de las Escuelas de Arte Dramático más respetadas de toda España por el nivel de su formación mientras que sus licenciados optan casi en su totalidad por la emigración a la hora de poner en marcha sus proyectos.

La comparación entre la provincia de Málaga y otras como Sevilla, Granada, Córdoba, Cádiz y Almería no resiste un envite. Mientras los festivales (especialmente los de teatro clásico, últimamente en boga: véase el caso veraniego de Almería, muy completo y ambicioso para toda la provincia) florecen como nota común, aquí tienden a desaparecer. Existe, claro, un aspecto económico de peso para analizar la cuestión: la crisis también afecta a las instituciones públicas de cultura y la primera pieza de la que se prescinde es el teatro. Pero, si no se pone remedio cuanto antes, Málaga corre peligro de quedarse sin escena. ¿Alguien dijo 2016?

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