Javier Ruibal. Cantautor

"Es cuestión de formación y de ética no votar a un partido que ha engañado"

  • El compositor gaditano visitó hace unos días el Centro Andaluz de las Letras con motivo del seminario 'Letras y música: canciones entre dos siglos', organizado por la UMA.

"Que me van, / que me van aniquilando, / la gente anda diciendo. / Y sigo por mi camino, / que las nubes las destruye el viento". Aquel grito jondo de Enrique Morente en los tangos Que me van aniquilando describe a la perfección el camino seguido por Javier Ruibal (1955, Cádiz) durante sus más de 35 años de carrera. Músico de frontera, poeta de la tradición, chirigotero eventual. El cantautor gaditano no conoce límites a la hora de mezclar sonidos, texturas, modulaciones. Tampoco a la hora de elegir colaboradores en sus discos. Martirio, Jorge Drexler, Kiko Veneno. Todos ellos participan en su último trabajo, un recopilatorio con motivo del 35º aniversario de su primera grabación. Tras una charla amena en el curso de verano Letras y música: canciones entre dos siglos, el artista se presta durante un rato para hablar con los medios.

-¿Cómo ha evolucionado el cancionero español hasta hoy?

-La calidad de las letras ha empeorado bastante desde que yo empecé. Los autores de canciones deberían intentar mejorarse a sí mismos, estar ligados a la buena poesía española. Al fin y al cabo, la canción no deja de ser un poema con música. Hay dos maneras de hacerlo: o bien te enganchas a la buena poesía y tratas de escribir tus canciones en sintonía con eso, o bien te dedicas a banalizar la canción, escribiendo cosas de relleno para salir del paso.

-¿Por qué cree que ha empeorado la calidad de las letras?

-Por un lado ha empeorado, pero por otro no. Me refiero a los pocos que mimamos el verso, la idea, la estética y la ética simultáneamente. Luego hay otros que se dedican a hacer música párvula, donde se escucha una y otra vez los mismos contenidos manidos, las mismas frases hechas que ya se han dicho millones de veces. Muchos hablan de amor y lo banalizan en exceso, metiéndolo en unos almíbares innecesarios junto a palabras cursis, vacuas. Yo no lo hago, ni lo voy a hacer nunca. Hay que saber diferenciar. Entonces habría dos vías: una vía acontecimiento-espectáculo y una vía introspección, donde uno debe saborearse, emocionarse, conmoverse. Incluso razonar y sacar de sí mismo nuevos pensamientos, nuevos modos de comportarte a la hora de escuchar unas canciones. Yo pertenezco al segundo grupo. No me meto con los que hacen otra cosa distinta a la mía, pero hay que saber distinguir radicalmente ya que ni todo es música, ni todo es poesía. Hay un modo espectáculo y un modo llamémosle en un sentido de buscar el hecho cultural.

-Quizá hoy predomine la primera vía porque la cultura no está en el eje de nuestra educación. ¿Ocurrió algo similar durante los años 80? Cuando me imagino aquella época hay unas pocas palabras que se me vienen a la cabeza: efervescencia, liberación.

-En los 80 lo que hubo estaba dirigido de alguna forma por los centros de poder mediático. Bajo el paraguas de una supuesta modernidad, de ruptura con esquemas anquilosados en el pasado, se entraba en un acto de liberación, pero la liberación no puede ser un mero descontrol. Para liberarte de algo, tienes que saber exactamente de qué te estás liberando, tienes que saber hacia dónde vas. La filosofía adoptada por muchos artistas aquella época se resume en una frase: acabemos con la música para la introspección, con la canción para la filosofía, para la reivindicación y entremos en una fiesta estupenda muy colorida. De aggiornamento en el peinado, en la ropa, incluso en la música. De pronto se volvió a una estética musical que tenía más que ver con la música de los años 50, 60. Se vuelve a las falditas plisadas, a las gafas de pasta.

-¿No había más hambre de transgredir que ahora?

-No. A mí me parece que eso fue una manipulación. Se aprovecharon de que había mucha gente joven que no había decidido quién era y le proporcionaron un modelo a quien parecerse. Los medios lo hicieron y lo hacen. Por eso ahora hay un decrecimiento de la valía en la forma de componer, o directamente se da un divorcio entre espectáculo y acontecimiento cultural.

-¿Hablamos de una ruptura?

-Hablamos de una pérdida. Con la educación y el conocimiento por montera se camina hacia una mejora del individuo, en todos los aspectos. Si tú haces algo que de alguna manera reacciona contra eso, pones un palo en la rueda de esa evolución, estás haciendo algo que es contracultural, contraeducativo. Se está minusvalorando el avance que se ha hecho a lo largo de mucho tiempo a cargo de gente que ha cuidado mucho el hecho estético, ético y artístico. La industria musical los ha sustituido. Si algo que entretiene a un chiquito de 16 años lo mantiene entretenido durante los años en los es un potencial comprador de discos o de entradas de conciertos, nunca termina de ser adulto.

-¿Se es un adulto en el cuerpo de un niño, musicalmente hablando?

-Exacto. Los que ahora tienen 33 años se han quedado huérfanos de músicos que hayan continuado. Sólo hay unos pocos artistas. Los más férreos siguen siendo sus ídolos, sus referentes. La industria acaba con un referente musical en cuanto una generación cambia. Eso lo hace una industria que no quiere que la gente sepa más, que quiere que antes de los 30 tu corazón no vibre. Se pretende que abandones tus delirios de juventud y te metas en la rueda de trabajo y de producción. Por eso ahora los partidos conservadores hablan de la productividad. No hablan de la filosofía. No hablan de la literatura. No hablan de la música. Ellos quieren que te metes en la máquina productiva y les rindas, y que además seas tan egoísta como ellos. Por eso no hay música en los colegios, ni se habla de filosofía.

-¿Cómo se lucha contra esto?

-Con educación.

-¿Cree que su opinión es la de la minoría o la de la mayoría?

-Ellos nos convierten en la minoría. Eso es otro de los secretos del poder: hacer creer a los ciudadanos que los que piensam distinto son una minoría. Yo te doy la opinión que tengo, soy un músico no muy conocido, pero tengo mi gente. Estoy en paz conmigo.

-¿De qué se le ha privado a este país en las últimas décadas?

-De educación. Somos un país maleducado en muchos aspectos: cuando hacemos una cola, cuando nos subimos a un autobús. Somos egoístas, zafios. Todo eso lo debería haber resuelto el poder. Que éste hubiera dado buena educación, libertad y compromiso. Así uno tiene una vida lo más libre posible, pero se comprometes a que su ejercicio de libertad lleva un compromiso intrínseco de no joder la vida a los demás. El no ensuciarles la casa, la calle, la playa. No ensuciarles el pensamiento. Es todo una cuestión educativa. Si no hay educación no hay nada. Ahí es donde el poder tiene unas responsabilidadmuy grande. Otra parte es el mundo del dinero, la voracidad del negocio. Entiendo que una editorial o una discográfica quiera que su producto se venda mucho, pero hoy en día ocurre a costa de darle patadas a la lengua y al pensamiento… Luego, la gente ha pasado por la universidad sin que la universidad pase por ellos. Se han educado meros trabajadores.

-¿Ha conseguido algo el estado cambiando una y otra vez los planes educativos?

-No lo sé. Yo creo que todos se creen muy divinos. Llegan pensando "esto lo arreglo yo", en lugar de hacer un consejo de eruditos que de verdad sepa acerca de los procesos educativos. Un consejo de filósofos para la filosofía, un consejo de artistas para el arte y así. Cuando un político llega a la concejalía de turismo de Málaga, por ejemplo, llega con un plan preconcebido. No le pregunta al funcionario, que probablemente sepa mucho más que él.

-¿Piensa que a raíz del 15-M las ideas de los ciudadanos de a pie se toman más en serio?

-No. Los partidos tradicionales no han cambiado y se han enrocado más aún en su estatus.

-¿Los españoles no castigamos la corrupción en las urnas?

- Desgraciadamente no tenemos educación política. Además, no quiero hacer la lectura perversa de que el que vota a un partido corrupto cree que esas prácticas son las que se tienen que hacer en la vida. Si es así, apaga y vámonos. Es cuestión de formación y de ética no votar a un partido que ha engañado… En el proceso de toma de responsabilidades hay un acomodamiento. Ya no se renuncia a que un partido se llame equis. Puede darse la ocasión en que Podemos, por ejemplo, quiera seguir trabajando bajo el nombre de Podemos, cuando ha sido un aglutinamiento de mareas. ¿Por qué? Porque una vez estás en el poder, haces lo que te venga en gana. Lo que también se quiere es una continuidad. El peligro reside en pensar que uno va a estar siempre en el poder. Algo así como lo que ocurrió con la Falange... Se puede volver a eso. Ya están haciendo cosas antidemocráticas, privándonos de leyes laborales decentes. Ahora estamos más cerca del franquismo que de un futuro más democrático.

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