Distinción Galardón a una institución histórica

Cuatro décadas y una insignia para la cultura y el pensamiento

  • El Ateneo de Málaga recibió ayer en el Ayuntamiento la Medalla de la Ciudad como reconocimiento a una labor que arrancó en la clandestinidad y bajo vigilancia franquista

En realidad no hace tanto tiempo. A mediados de los 70, una tertulia sobre literatura, arte o política en la que participaban Alfonso Canales, Juan Antonio Lacomba y Eugenio Chicano se celebraba en la sede del Ateneo en la Plaza del Obispo con un representante de las fuerzas armadas que vigilaba in situ por si acaso se producía alguna subida de tono. Casi todos los presentes contaban con fichas febriles y paranoicas en el Gobierno Civil. El Ateneo es hijo de su tiempo y reflejo de la ciudad que lo ha acogido en los últimos cuarenta años. Por eso, el acto celebrado ayer en el Ayuntamiento, por el que se hizo entrega a la institución en la figura de su presidente, el fiscal jefe Antonio Morales, de la Medalla de la Ciudad, contuvo una poderosa y significativa carga emocional. Hasta hace bien poco, de hecho (mucho menos que el tiempo transcurrido desde mediados de los 70), no han faltado representantes públicos que se han dirigido al Ateneo como "refugio de rojos". Por ello, un reconocimiento como el de ayer no podía separarse de un poderoso y saludable ejercicio de memoria.

Una amplia representación de la vida cultural malagueña arropó ayer a Morales y al vicepresidente del Ateneo, Luciano González, en la entrega de la Medalla de la Ciudad. No obstante, la mayoría de los presentes se habían reunido hace poco más de un mes en la actual sede de la entidad de calle Compañía para la presentación del nuevo número de la revista que publica el organismo, Ateneo del Nuevo Siglo, cuyas páginas, precisamente, presentan un amplio y documentado repaso por los ya más de cuarenta años del Ateneo desde su constitución en 1966. Este ejemplar, en el que participan además de los propios ateneístas y anteriores presidentes diversos periodistas, historiadores y escritores malagueños, constituye hoy por hoy el mejor testimonio de lo que es y ha sido el Ateneo: una salvaguardia de la cultura y el pensamiento para Málaga, nacido de la clandestinidad y con todo en contra, deudor en más de una ocasión del milagro para salir a flote cuando las situaciones políticas y económicas se empeñaban en dibujar unas puertas cerradas. Como escribe en el prefacio de la revista el propio Antonio Morales, "el éxito del Ateneo de Málaga ha sido su coherencia, su constante creatividad y su capacidad de gestión. El Ateneo ha ido aprendiendo durante sus cuarenta años de existencia y ha sido precisamente el conocimiento lo que le ha permitido evolucionar" y superar auténticos varapalos como una deuda económica de cinco millones de las antiguas pesetas allá en los 80 o el traslado desde la favorecedora sede de la Plaza del Obispo a un piso en la calle Ramos Marín sin espacio natural para tertulias y reuniones.

Tal y como recuerdan a menudo Morales y el propio Juan Antonio Lacomba, uno de los primeros presidentes de la institución, el Ateneo se adelantó al Mayo del 68 al acoger en su seno a representantes del más amplio arco ideológico posible. Durante sus primeros años, la agrupación absorbió en gran parte las tertulias clandestinas que se venían celebrando desde principios de los 60 en locales emblemáticos como La Buena Sombra y pasó a acoger a anarquistas, comunistas, socialistas, anticolonialistas y cristianos progresistas que giraban en Málaga en torno a la figura de José María González Ruiz, pero también a personas nada sospechosas de sublevación e incluso cercanas al régimen. A todos, como recuerda el poeta Alfonso Canales, les movía el mismo objetivo: "Conocer lo que estaba pasando en España y debatir al respecto". Pero también, como apunta Lacomba, un interés político: "Acelerar el proceso democrático en la medida de nuestras posibilidades". Por ello, cuando en julio de 1976 Ramón Ramos Martín definió al Ateneo en calidad de nuevo presidente como "una identidad progresista, independiente y abierta a todas las tendencias", gran parte de la clase política del momento se llevó las manos a la cabeza, pero semejante lema era moneda corriente dentro de la casa de la Plaza del Obispo.

De Rafael Pérez Estrada a Antonio Soler pasando por Rafael León, buena parte de la cultura malagueña ha bebido del Ateneo. Y seguirá bebiendo, como aire fresco.

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