Cultura

Un despilfarro sin gracia

EEUU, 2009. Ciencia-ficción. 93 min. Dirección: Brad Silberling. Guión: Chris Henchy. Fotografía: Dion Beebe. Música: Michael Giacchino. Intérpretes: Will Ferrer, Danny McBride, Anna Friel, Jorma Tacconeón. Cines: Málaga Nostrum,Plaza Mayor, Miramar, La Cañada, Rincón de la Victoria,

Al ganso de Will Ferrer lo habíamos visto ya de cualquier manera, enfundado en un mono chillón de piloto de carreras en Pasado de vueltas, embutido en lycra de fantasía como patinador de elite en Patinazo a la gloria, como enano gigante de color verde en Elf o infantilizado en un cuerpo de 40 años en Hermanos por pelotas. Le toca ahora ponerse el pantalón corto y la indumentaria de explorador locuelo en esta revisión paródica de la serie de televisión infantil de los setenta Land of the lost, subproducto de ciencia ficción que hizo de los viajes en el tiempo, los alienígenas de ojos saltones, los dinosaurios y el cartón piedra todo un festín psicotrónico que es hoy objeto de culto para los paladares más frikis.

Dirigida por Brad Silberling, que lo mismo te hace una de fantasmas (Casper), un drama new age (City of angels), una comedieta tonta interpretada por la española Paz Vega (Dame 10 razones) o una de aventuras (Lemony Snicket), El mundo de los perdidos se entrega al absurdo de su viaje por una dimensión paralela más bien cutre y a la complicidad entre Will Ferrer y su nuevo acompañante, el cómico Danny McBride (Superfumados, Tropic Thunder), bordeando la frontera del ridículo entre los habituales desmanes de su estrella y una producción demasiado cara para la (escasa) calidad de los materiales con los que se trabaja. Hasta la excelente música de Michael Giacchino (Up), deudora del mejor Jerry Goldsmith, suena un poco fuera de tono en este conjunto.

El intérprete californiano Will Ferrel sigue haciendo de su peinado imposible, de su figura desgarbada y de su verbo incorrecto los principales reclamos para unos gags que, en esta ocasión, rozan los niveles de gracia más bajos de toda su carrera. No hay aquí un Apatow que lleve a buen puerto los excesos de una propuesta a la que va resultarle muy difícil encontrar un público que la soporte.

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