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Crítica de Teatro

El diablo en la avellana

peer gynt. EL GRAN MONARCA. Teatro Echegaray. Fecha: 19 de octubre. Compañía: Tejido Abierto Teatro. Dramaturgia y dirección: Jorge Eines, a partir de la obra de Henrik Ibsen. Reparto: Juan Díaz, Carmen Vals, Daniel Méndez, Carlos Enri, Danai Querol, Beatriz Melgares, Agustín López, Belén Lázaro. Aforo: Unas 60 personas.

Desde el momento en que Ibsen concibiera su Peer Gynt en verso no para ser representada, sino para ser leída (también en voz alta, según la tradición humanista que el noruego, desde su proverbial atalaya, se empeñaba en recuperar sin dejar de parecer romántico, lo que ya tiene mérito), estaba exigiendo la entrada en juego de la imaginación para quien se atreviera a meterle mano al asunto. Después, Ibsen cambió de opinión respecto a lo primero, pero no en cuanto a lo segundo. En su acepción fantástica, diabólica, folclórica y musical, Peer Gynt es un cuento cuya puesta en escena permite abordar en el presente una reflexión sobre los límites del teatro, precisamente, a tenor de los pactos que la imaginación exige. A estas alturas, la multitud de paisajes y ambientes ya no constituye un problema; pero es muy importante establecer un vínculo preciso con el público, dejando en sus manos buena parte de la responsabilidad narrativa, para que el milagro ocurra. Aquí hay demonios por todas partes, hasta en las avellanas; pero que el espectador sea capaz de percibirlos no depende tanto de una producción más o menos detallada como de la capacidad del personal artístico de llevar al mismo espectador allí donde los demonios son posibles.

La propuesta dirigida por Jorge Eines abunda precisamente en los argumentos teatrales hasta hacer de Peer Gynt un verdadero homenaje al teatro (ya desde la hermosa declaración de principios con la que empieza el montaje), lo que resulta, a todas luces, una decisión plenamente acertada. Más allá del verso, del mito, del relato y hasta de la fantasía como lugar común, la propuesta de Tejido Abierto se alimenta del juego: el escenario se dispone como un tablero en el que los actores se relacionan de manera libre con sus personajes, en el que los cambios de vestuario acontecen con naturalidad pasmosa y en el que la música en directo (Grieg mediante, claro) subraya con acierto las emociones. Y sí, al público no le queda otra que jugar. El juguete, desde luego, bien lo merece.

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