Cultura

"Mi diálogo con Francisco Ayala continúa después de su muerte"

  • La hispanista y viuda del escritor granadino rememora algunos de los momentos vividos junto a él · "Aún tengo muchos estudios que hacer sobre su obra", asegura

Nació en Estados Unidos y residió durante muchos años en Nueva York. Pero la mejor de todas las vidas la ha pasado en Madrid, junto a su marido, Francisco Ayala, fallecido en noviembre de 2009. Carolyn Richmond ha sido profesora en el Brooklyn College y catedrática en la Universidad de la Ciudad de Nueva York. Es especialista en narrativa española de los siglos XIX y XX y ha publicado numerosos estudios y ediciones críticas de autores como Gómez de la Serna, Clarín y el mismo Ayala. No forma parte de ninguna patria, pero se siente española, "porque fue una decisión de los dos, de mi marido y mía", comenta. Recientemente, Carolyn visitó Jerez para asistir al homenaje que la Fundación Bonald le rindió al autor de El jardín de las delicias.

-¿Le duelen los homenajes a Francisco Ayala?

-Sí, por qué no. Creo que es pronto aún. Me he dado un año para poder tener una vida normal. Me dijeron que no hay que tomar una decisión importante hasta que no pasara un año y ahora lo entiendo, porque la cabeza no funciona bien cuando se vive el fallecimiento de una persona querida. Estoy en estado de shock, aunque dicen que el tiempo lo cura todo.

-¿Cómo es la vida sin Ayala?

-Bueno, he vuelto a mis escritos, a mis trabajos y a cosas de las que tengo que ocuparme. Desde el punto de vista práctico sigo adelante.

-Usted ha estado 35 años compartiendo la vida con el escritor granadino. ¿Qué balance puede hacer ahora?

-Han sido los mejores años de mi vida y ahora lo que me espera es la conclusión, concluir las cosas. Son cosas que llegan también con la edad. Toda la vida es, de algún modo, circular, a no ser que se encuentre interrumpida. Yo ya estoy cerrando el círculo y a mí no me da miedo, tengo muchas cosas que hacer.

-¿Ayala le quitó el miedo a morir?

-Bueno, no hay que tener miedo. Cuando has estado con una persona y la has visto morir, ya sabes lo que te espera. Es algo natural. Ya tengo 72 años. No soy precisamente joven.

-Usted era los pies, las manos y, en los últimos momentos, los ojos de Francisco Ayala. ¿A qué entrega ahora tanta dedicación?

-Bueno, yo tengo muchos estudios que hacer sobre su obra. Tengo mucho trabajo por delante.

-¿Por ejemplo?

-Prefiero no comentar lo que estoy pensando, prefiero no hacerlo.

-¿Qué más puede investigar sobre Ayala, usted que lo conoce mejor que nadie?

-No, no, la vida y la obra de Ayala es inmensa. Hay que recordar que tiene toda una labor de sociología, de ciencias políticas, de ensayos, crítica literaria y de la obra de invención, que era lo que más le importaba y le gustaba. No se puede entender una faceta del autor sin conocer las otras. Ha sido un gran autor del siglo XX.

-Aunque su obra, dice usted, no esté del todo reconocida...

-No, claro que no. Pero eso ha sido por circunstancias de su vida. Publicó la mayoría de su obra cuando estaba en el exilio. Tiene un importante ensayo que editó en 1949 que se llamaba Para quién escribimos nosotros, que ahora estamos publicando en las obras completas en Galaxia Gütemberg, en el tomo de crítica literaria. Si un escritor no tiene su público, es complicado. Él salió de España exiliado y empezó con sus obras de invención relacionadas con la Historia de España, pero no se le podía leer aquí. Así que cuando regresó, en los 60, con la seguridad de que no le iban a matar, vio que estaba censurado. Fue muy triste, pero así fue. La regenta de Clarín me la tuve que leer en una biblioteca y la gente compraba los libros a escondidas.

-Usted está haciendo mucho para que el público se acerque a su obra, como por ejemplo con el volumen De toda la vida. Relatos escogidos (Tusquets, 2006).

-Sí, eso me han dicho porque hay otras muchas personas que han estudiado muy bien a Ayala. Me alegro de saberlo, es una antología que hice con mucha ilusión, sin embargo, no ha tenido repercusión. Ya no circula en las librerías y debería estar. Es una buena editorial, pero no se dedica a clásicos y Ayala es un clásico.

-Él comentó alguna vez que cuando muriese, quería desaparecer. Imposible, ¿no?

-Sí, físicamente es posible. Eso es lo que él quería. Quería morir y que nadie lo supiera y los médicos me dijeron que me olvidara de ello. Era su manera de ser.

-Cuéntenos algún sueño de Ayala.

-No lo sé y tampoco los diría. Y los míos...., tampoco. Nosotros teníamos una vida muy privada.

-¿Qué cosas buenas se 'contagiaron' mutuamente?

-Nos hemos influido mucho los dos. Cuando la gente me dice que qué bien escribo yo respondo: "claro, he tenido un curso particular a lo largo de 35 años". A veces, cuando escribo, oigo su propia voz. Estábamos muy unidos.

-¿Escribirá usted sus propias memorias?

-No lo sé. Pero en otoño vamos a sacar una nueva edición en Galaxia Gütemberg de Recuerdos y olvidos [donde Ayala recrea su primer encuentro con Rychmond, en una fiesta académica en 1973 en Nueva York]con otros dos libros más. Luis García Montero también tiene una buena biografía de Ayala. Me jubilé hace muchos años pero ahora trabajo más que antes.

-¿Satisfecha con el pasado?

-Sí, sí, sí. Pocas quejas. Ha sido un privilegio, lo he pasado muy bien, pero él está conmigo. Yo le sigo hablando. Soy muy tímida y el otro día me invitaron a una fiesta en la que no conocía a casi nadie. Había gente muy simpática. Alguien se me acercó para charlar y yo le dije: no se preocupe, estoy con Francisco. No estoy loca, es que hemos estado tan compenetrados que el diálogo con él sigue después de la muerte. Es la continuación de la relación. Es raro, pero ocurre.

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