Macy Gray no es un dama, pero eso creo que ya lo sabíamos. Si la noche del domingo ya estaba subida de temperatura -julio es un mes maldito para los termómetros, aunque es peor agosto-, la de Ohio puso al rojo vivo los nervios de gran parte del público que esperaba su fiesta de soul en el Cervantes. Lo que tuvo que haber comenzado a las 21:00 lo hizo a las 22:05. En esos 65 minutos, muy largos para muchos, se crearon colas en la taquilla del teatro con reclamaciones y devoluciones del precio de las entradas. También hubo gritos, pero es que el calor del verano es así.
Pero hubo concierto, y qué concierto. Macy Gray no es ninguna santa -ni tan siquiera se disculpó por la espera-, pero sí es una diva de soul. Lo suyo es el lado más canalla y festivo, alejada de cualquier atisbo de elegancia o modernidad; y funciona. En pocos minutos, esta mujer acalló los gritos y levantó al público. Su secreto no solo está en la voz, también ayuda una gran banda y un repertorio que en directo es más setentero, físico y contundente que en disco.
"Esta es la mejor banda del mundo", gritó Gray en numerosas ocasiones. Esta es una exageración propia del género desde que James Brown lo decidió. Y anoche casi era una verdad indiscutible. Tras un primer tema de presentación, esta bomba de relojería del soul contemporáneo soltó de una tacada tres jitazos que cambiaron la noche. A partir de ahí, la reconciliación con la ciudad era total.
Gray inyecta mucho funk a sus canciones, gracias a una base rítmica poderosa e incendiaria. Sus dos coristas son perfectas, y divertidas; su guitarrista se soltaba con facilidad y el teclista era un tipo divertido. En las casi dos horas de concierto, Gray y su gente no pararon. Si sus propias canciones no fueran suficientes -lo eran-, también se atrevieron con versiones: en el final del concierto se lanzaron con un medley alucinante, que incluyó un guiño a Dee-Lite. Antes, Gray se apropió del Creep de Radiohead -si Ike & Tina Turner lo hacían con The Beatles y The Rolling Stones, ella se acerca a los de Oxford-. El bis, cómo no, fue una versión extendida de I try, su gran éxito. Así, sí es posible perdonar algunos problemas de carácter.
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