Cultura

'La donna è mobile', o todo lo contrario

  • Prometedor ensayo general de 'Rigoletto' ayer en el Teatro Cervantes

Ensayo general de 'Rigoletto', ayer, en el Teatro Cervantes.

Ensayo general de 'Rigoletto', ayer, en el Teatro Cervantes. / javier albiñana

Reclamaban los tiempos un Rigoletto a la altura de las circunstancias y bien puede ser la nueva producción del Teatro Cervantes (mano a mano con el sello Telón Producciones) una respuesta a la altura del reto. O eso cabe concluir, al menos, del ensayo general abierto al público celebrado ayer del montaje que podrá verse en el mismo escenario mañana viernes y el próximo domingo. Si en la ópera estrenada en Venecia en 1851 con libreto de Francesco Maria Piave Verdi alumbró la mayor categoría dramática del género, poniendo el canto al servicio de los acontecimientos y no al revés (lo que, de paso, contribuyó a transformar para siempre la función del cantante lírico hasta convertirlo en un verdadero actor), el quid consistía ahora en desplazar el foco desde el bufón protagonista, lo que entrañaba no pocos riesgos. Rigoletto es una ópera sobre las formas de abuso del poder con una especial atención puesta a la actitud de dominación de los hombres respecto a las mujeres; correspondía, entonces, indagar en las razones a menudo soslayadas de Gilda, la hija del protagonista, hasta elevarla hasta el primer orden dramático. Y tal vez sea éste el mayor rasgo distintivo de una producción bien recomendable.

Semejante envite requería un reparto en consecuencia, y por lo visto ayer la soprano Olena Sloia sale bien airosa del reto en una construcción resuelta a base de complejos matices, tanto en lo vocal como en lo dramático. De Damián del Castillo cabía esperar un Rigoletto redondo, y sí, lo ofrece, reivindicado en su patetismo y en su coyuntura entre diversos grados de humanidad. Fabián Lara, Sandra Ferrández, Manuel Mas y un gran Christian Díaz como Sparafucile completan un plantel de solistas del que cabe esperar no pocos hallazgos notables en las funciones programadas. Con una escenografía pseudoindustrial que evoca la deshumanización resultante del poder corrupto, la dirección escénica de Ignacio García acierta sobre todo en los momentos más distendidos. Y Salvador Vázquez dirige a la Orquesta Filarmónica de Málaga con la gracia que Verdi habría aplaudido.

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