Cultura

"Es un error pensar que hay que comprender la danza contemporánea"

  • Una de las figuras más iconoclastas de la danza ofreció ayer en el Teatro Cervantes un espectáculo inspirado en la música clásica · En abril trabajará para la Ópera de París junto a Nacho Duato

Su trabajo no pasa desapercibido, no responde a los cánones pero sí obedece a una "forma de comunicación" que lleva exportando más de veinte años. Emanuel Gat (Israel, 1969) reside desde hace más de un año en Francia, por voluntad propia. Reconoce que en su país de origen es muy difícil crear en libertad porque no se dan "las condiciones mínimas de trabajo", afirma. Anoche dio muestras de su iconoclasia sobre el escenario del Teatro Cervantes. Y el próximo mes de abril el Ballet de la Ópera de París exhibirá una coreografía suya por encargo junto a otra de Nacho Duato.

-¿Cómo se las ingenia para que La consagración de la primavera de Stravinsky se mueva a ritmo de salsa?

-Pues encontré la fórmula de pura casualidad, fue casi un accidente. Hace unos siete años yo estaba en Suiza, iba escuchando en mi Ipod La consagración de la primavera de Stravinsky y, de repente, vi a un grupo de chicos bailando salsa al mismo tiempo. Fue una imagen muy fuerte para mí y pensé en la idea de montar algo con ambas cosas. Fue un trabajo arduo. Se trata de una música muy complicada, estuvimos trabajando con la partitura seis meses antes de tocar cada momento y ritmo.

-¿Ha sido su proyecto más complicado?

-No sabría qué decirte. Cada coreografía es diferente. Para mí es interesante no concebir un sistema único de trabajo sino inventar otra razón de crear cada vez. Cada trabajo es diferente, porque el proceso es también diferente.

-En Viaje de invierno (la segunda pieza del programa que llevó al Cervantes) Schubert y la poesía de Müller se dan la mano, ¿de qué forma?

-En este caso yo estaba más interesado en captar lo que había detrás de la música, el feeling. Trabajé con dos líneas paralelas, por un lado la música y por otro la danza, una al lado de la otra pero sin unificarlas.

-¿Lamenta no haber podido desarrollar su trabajo en Israel ?

-Allí no es nada fácil. Por falta de dinero y falta de condiciones. Hace más de un año que estoy en Francia y para mí ha sido muy estimulante. En todos los países tienes que trabajar muy duro para poder crear, pero en Francia si lo hacer tienes más facilidades para mostrar tu trabajo. Hay más tradición de danza, de cultura en general y más apoyos.

-¿Eso equivale a formar a los mejores?

-No tiene por qué. No siempre donde hay más dinero están los mejores artistas. Hay muchos países donde no hay apenas recursos, pero puedes encontrar coreógrafos y bailarines estupendos. No hay tampoco un solo país que aglutine a los mejores. Se hacen cosas muy interesantes en Alemania, Francia, Bélgica, Canadá, Holanda y también en Israel, donde hay tres compañías muy interesantes, aunque les resulte complicado trabajar.

-¿Qué se puede hacer para acercar la danza contemporánea al gran público?

-Pienso que el mayor problema que puede tener el público es pensar que cuando va a ver un espectáculo de contemporáneo tiene que entender algo y, cuando no lo consigue, se siente frustrado. Es un error. En la danza pasa como en la música, no hay nada que comprender, es otra manera de comunicar. El público que no está acostumbrado a ver danza debería tenerlo en cuenta.

-¿Quiénes han sido sus maestros en este sentido?

-He seguido mucho el trabajo del coreógrafo estadounidense William Forsythe (quien fuera director del Ballet de Frankfurt), de la alemana Pina Bausch (pionera del teatro-danza), y de otros muchos.

-¿Cuál será su próximo reto?

-Hace tres meses creé una pieza de treinta y cinco minutos sin música. Quería comprobar la autonomía de la danza sin necesidad de establecer un diálogo con la música. Fue algo complicado. Hay gente a la que le encanta y otra que no la aguanta. Para mí es la forma más aproximada de acercarse a la danza en estado puro.

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