Cultura

El espía en la encrucijada

  • Llega a la cartelera 'El topo', la esperada nueva película del realizador sueco Tomas Alfredson (director de 'Déjame entrar'), protagonizada por Gary Oldman y Colin Firth y basada en la novela de John Le Carré

El universo de John Le Carré es frío y cauteloso; nadie podría convivir en él si todos sus personajes fuesen de gatillo fácil. Lo habitan todos aquellos individuos que han perdido más vida de la que se les podría arrebatar, y como es costumbre, siempre hay una forma de vida más pobre que otra. Y aunque El topo, la película que se estrena hoy en las salas basada en la novela del escritor, muestre, a priori, cómo el cazador padece la fatiga de ver como su vida se apaga lentamente, vemos que el ser más despreciado (por si mismo) y el más alejado de su propia existencia es el espía.

Y aunque un topo sea capaz de trazar toda clase de laberintos para que su perseguidor se acobarde, siempre existe el miedo a ser cazado. El elogiado realizador sueco Tomas Alfredson (Déjame entrar) capitanea a Gary Oldman, ansioso de su primera nominación al Oscar, quien interpreta al veterano George Smiley, exagente del Servicio Secreto Británico, y encargado de marear a sus compañeros, a su gente, hasta encontrar al topo. El personaje de Smiley es el arquetipo de soledad británico, aunque su trayectoria ha reafirmado una y otra vez que no busca más que guardar las distancias. Ya al final del mandato de Control (al que da vida John Hurt), Smiley seguía siendo fiel a su superior, al que ayudó con la búsqueda de un supuesto agente doble que se hallaba en el Circus. Ninguna sospecha es cierta hasta que la tiene más de uno, y el sentimiento de desconfianza le costó el empleo a Smiley y a otros muchos de sus compañeros. La Inglaterra de entonces era un pozo de desconfianza, y ello se mostraba en las diferentes miradas que se lanzaban los agentes. A Smiley le correspondía contemplar cómo los pilares de la seguridad nacional se resquebrajaban, mientras su vida hacía lo propio, y dejaba atrás a sus compañeros Bill Haydon (Colin Firth), Peter y Alleline.

El topo es la viva imagen de la redención mental, retratada por los pasos de un protagonista ajeno a su propia existencia. Los espías se alejan del modelo instaurado por Ian Flemming; Smiley es el anti-Bond. Al agente de turno se le zarandea con la agilidad de un zorro, y se le tiende toda clase de trampas para que tanto cuerpo como alma acaben sumergidos en aguas de las que no se puede emerger.

Que una mujer llore sobre el hombro de un agente es todavía peor; algunos pueden tener suerte, pero otros acaban en las fauces de la femme fatale, el cebo que les colocan a los más inexpertos. Aunque, si a los agentes se les prepara, a los topos, también. Muy pocos fueron destinados a Inglaterra; la mayoría fueron diseminados por todos los continentes, pero a aquellos que fuesen a la London Station les esperaba la gloria. Y aunque Smiley haya quedado al margen, el viento nunca se lleva más que un simple esbozo del recuerdo. Cazar al topo es como cazar una sombra, y para ello Smiley necesita la suya; y no seguir los pasos de los demás, porque ellos ya se perdieron en el olvido. Las personalidades de cada uno, ya sea de Bill, de Peter, o de Alleline, están muy alejadas de los estereotipos que Smiley tiene en mente. El ser humano es complejo, y si se oculta es para avanzar a oscuras. Oldman busca el Oscar, Alfredson el reconocimiento de crítica y público, y Smiley no se molesta en comprender a su presa, ni sus motivos, y piensa que si se ha de definir a alguien que sea por lo que es, ya sea calderero, sastre, mendigo, soldado o espía.

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