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Cultura

"Al final he podido dar voz a las mujeres de mi vida, me siento tranquila"

  • Ejerce el periodismo, ha sido asistente de The Cure, es nieta de Anita Delgado y su pasión por el flamenco le ha llevado a bailar con Rafael Amargo y Manuela Carrasco · Un libro recuerda ahora su azarosa vida

Hay vidas que se cuentan en segundos o no merecen la pena ser narradas. Otras, sin embargo, devuelven a su protagonista material suficiente para sorprender al novelista más curtido. La de Maha Akhtar (Beirut, 1965) es única. Hace un año descubrió que su abuela paterna era Anita Delgado, la bailaora malagueña que se casó con el maharajá de Kapurthala. Siguió escarbando en sus antecedentes y sintió la necesidad de "rendir un homenaje" a las mujeres de su vida. Entre el flamenco y la danza kathak, de Beirut a Nueva York se mueve una mujer apasionada y conversadora. Hoy viene a la Feria del Libro de Málaga (a partir de las 19:00 firmará libros en los stands de Luces, Rayuela y Prometeo) a presentar La nieta de la maharaní.

-Escribir una historia familiar tan intensa como La nieta de la maharaní no ha debido ser cómodo...

-Después de morir mi madre (hace dos años) me fui a Beirut y Líbano a hablar con mi gente para entender un poco su vida. Mi tía me contó la historia de mi abuela paterna y cuando regresé a Nueva York escribí todo lo que me habían contado. En inglés y en tercera persona, no podía hacerlo de otra forma. Soy muy sentimental y tímida. Al final en la editorial me sugirieron hacerlo en primera persona. Una vez escrito, ya no me molestaba.

-De ese recorrido por sus raíces, ¿qué le ha sorprendido más?

-Me fascinó la personalidad de Anita Delgado. Siento admiración y respeto por ella como mujer. Dejó su vida en España y se fue por amor a la India con 17 años en una época difícil. Se dio cuenta de que no era la única mujer, pero volver no era una opción porque entonces el matrimonio era para toda la vida. Fue muy valiente.

-El coraje parece ser un nexo que une a las mujeres de su familia...

-El libro es en realidad un homenaje a las tres mujeres cruciales en mi vida. Mis dos abuelas y mi madre. Sin sus experiencias y su legado yo no estaría aquí. Al final he podido darles voz. Me siento tranquila. Mi madre encontró la paz y yo las respuestas a mi vida.

-Curiosamente, sin saberlo, usted ha heredado de Anita Delgado su pasión por el flamenco...

-Me impactó muchísimo. Diez años antes de saber su historia empecé a bailar flamenco. El baile ha sido siempre mi refugio, mi santuario, me hace sentir muy libre. Empecé a los siete años a bailar kathak, la danza típica del norte de la India. Veinticinco años después me di cuenta de que algo me faltaba. Y era el baile. A través de una amiga conocí el flamenco y comencé a recibir clases. Pero creo que el flamenco no se puede aprender bien fuera de Andalucía. Te pierdes muchas cosas. Y decidí ir y venir a Sevilla para tomar clases con Juan Polvillo y Milagros Mengíbar.

-Y hasta llegó a montar un espectáculo con Manuela Carrasco...

-La conocí en la Semana Santa de Sevilla de 2007. Ella sabía lo que yo bailaba y aceptó a montar Romalí, mezcla de flamenco con kathak que tienen cosas en común. De hecho, el ritmo de la seguiriya y el martinete se le parecen mucho.

-Y de vuelta a Nueva York bailó un tango de Málaga con Amargo...

-La verdad es que en eso he tenido mucha suerte. A través de otra amiga lo conocí y bailé un tango de Málaga con él en 2004 en un pequeño espectáculo que tenía en Nueva York junto a dos cantaoras, dos guitarristas y un percusionista.

-Y su perfil sigue sumando sorpresas con su faceta de asistente de The Cure, ¿cómo lo recuerda?

-Mi vida está llena de casualidades. Cuando terminé la universidad, tenía 20 años, me fui de Philadelphia a Nueva York y empecé a trabajar de secretaria en una compañía discográfica. En la presentación de un grupo conocí al manager de The Cure, después de tirarle la copa de vino encima (risas) me dijo que le hacía falta alguien que trabajara para el grupo en Nueva York y accedí.

-Y se quedó seis años...

-Me iba con ellos de gira. Era su despertador, les llevaba el desayuno, les lavaba la ropa, hacía de nexo con la prensa... Hasta que el grupo decidió descansar, coincidió que yo también necesitaba un respiro y quedarme en una ciudad.

-Y eligió la ciudad de Nueva York, tan mestiza como la sangre suya...

-Sí. Además allí he alquilado un estudio donde voy dos veces a la semana a practicar flamenco. No quiero perderlo.

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