Cultura

Otra forma de bailar Sevilla

Isabel Bayón entra de lleno en esa denominación de origen que acuñó la insigne Matilde Coral en los 70: Escuela Sevillana de Baile. De hecho, ingresó en el cuarto año de esa década en la academia que la maestra tenía abierta en la calle Fray Isidoro de Sevilla y no salió de allí hasta 1988 cuando lo hizo en condición de maestra. Maestra de la escena y del aula, ya que desde hace unos años imparte enseñanza en el Conservatorio Superior de Danza María de Ávila de Madrid. Escuela Sevillana, sí, aunque en una forma abierta y ecléctica.

Abierta a otras fórmulas y formas, sean coréuticas, porque Bayón no renuncia a las expresiones corporales de su tiempo; musicales o literarias. De hecho, la bailaora llevó a cabo una fructífera colaboración con la directora Pepa Gamboa, con la que firma La mujer y el pelele (2004), una adaptación de la novela de Pierre Louÿs, o Tórtola Valencia (2008), sobre la figura de esta exótica bailarina de principios de siglo XX. Entre ambos espectáculos encontramos La puerta abierta (2006), sin duda la obra maestra del tándem, inspirada en un título de Peter Brook. Tórtola Valencia incluía una colaboración de Matilde Coral cuyo baile con mantón para el cante de Miguel Poveda se hizo merecedor del Giraldillo al Momento Mágico de esa Bienal.

La evolución de la Escuela Sevillana de Baile, esa marca acuñada por la genial ideóloga Matilde Coral, es un estar en y con los tiempos, y también en los músculos y los corazones de sus intérpretes más jóvenes. Bayón pertenece a la tercera generación de bailaoras que caen bajo esta denominación de Escuela Sevillana y, además de su apertura a otras formas de arte y de danza, lo que aporta esta intérprete a la evolución del baile femenino como lo entiende Sevilla, son los gozos y las preocupaciones de una mujer de hoy: Bayón, pura sensualidad en manos, caderas y hombros, presenta una expresión profundamente melancólica en su baile. Por eso hablamos de La puerta abierta como obra maestra. En ella tenemos el privilegio de asistir, en un mismo estilo, a las alegrías con las que ganó su primer premio como bailaora, siendo una niña y con el cante de Chano Lobato, a estas dos facetas de la mujer que danza: la social-seductora-sensual y la dramática-íntima-sentimental y hasta desgarrada.

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