Crítica de Cine

A hombros de gigantes

Tan justo es reconocer la heterogeneidad de la filmografía de Mateo Gil, como destacable señalar que a veces sus películas como director dejan un regusto agridulce por lo que pudo ser y no fue. Con la excepción de la afinada Blackthorn, tanto Nadie conoce a nadie como la más reciente Proyecto Lázaro planteaban puntos de partida tan interesantes como venidas a menos eran las resoluciones posteriores. Así, Las leyes de la termodinámica viene a continuar las virtudes y defectos de las cintas precedentes, en este caso con una comedia romántica heredera de aquel Dime que yo, cortometraje ganador en los Goya (y en Málaga) en 2009.

Manel es un profesor auxiliar de Física que prepara una tesis sobre termodinámica. En el proceso de la misma, conoce a Elena (Berta Vázquez), una modelo deslumbrante con la que iniciará un idilio que pondrá patas arriba su ordenada vida. Ante el descontrol que se avecina, Manel tratará de, literalmente, aplicar en la relación sus conocimientos de física.

Aunque la historia no pierda sus raíces clásicas, Gil toma la arriesgada decisión de camuflarla dentro de un complejo artefacto de guión, bajo el formato de un falso documental (o falsa tesis). Y opta por recargarlo, además, con un montaje alterno salpicado de voces en off, flashbacks, sobreimpresiones y testimonios. Con ello, el filme dispara sus pretensiones pero torpedea a la vez cualquier intento de vinculación con la trama romántica y sus protagonistas. En el último tercio, para cuando Gil busca sustentarse en los clásicos del género, ya es tarde; y, como Manel con Elena, lo hace más desde la admiración que desde la reinvención, más poniéndose a los pies que ubicándose a su altura.

Con todo, la cinta es amable, pero resulta indudablemente más poderosa como ejercicio de guión que como producto final de entretenimiento. Hay materia, pero sobran aspavientos. "El amor no es como la física", le espetan a Manel a modo de moraleja tras un metraje de lecciones sobre temperatura, energía y entropía. No hacían falta alforjas.

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