ramon fontserè. actor y director

"¿Te imaginas a Dalí diciendo en Twitter que Franco es el mejor político de Europa?"

  • El actual responsable de Joglars, quien fuera para Albert Boadella Pla, Dalí, Ubú y Don Quijote, concluye hoy un curso de interpretación que ha impartido durante esta semana en La Térmica

Ramon Fontserè (Torelló, Barcelona, 1956), ayer, antes de la entrevista en un hotel de Málaga.

Ramon Fontserè (Torelló, Barcelona, 1956), ayer, antes de la entrevista en un hotel de Málaga.

Buscamos acomodo para la entrevista en el hotel y llega una legión de japoneses. Ramon Fontserè (Torelló, Barcelona, 1956) no pierde detalle. Es tan buen conversador como actor. Cuando habla sobre Salvador Dalí le sale el personaje. Esta semana ha impartido en La Térmica un taller de interpretación que termina hoy. Está entusiasmado con sus alumnos.

-Este hotel es para guiris.

-Me temo que en Málaga ya son todos así.

-Como en todas partes, supongo.

-Dice Paco de la Zaranda que lo peor que puede hacer un actor es actuar. ¿Está de acuerdo?

-Sí. Yo creo que lo peor que puede hacer un actor es no jugar. El teatro es juego. Y actuar es algo como de cartón piedra. Pero lo que debe hacer el actor es jugar, como un niño. Mastroianni afirmaba que el arte del actor es jugar. A su fiesta no necesita invitar ni al director ni a los técnicos. Si quiere, se las apaña solo. Es el rey. En el cine es otra cosa, pero en el teatro manda él.

-Vittorio Gassman recomendaba a los actores que pusieran una vela a San Miguel y otra al diablo.

-Claro. Lo que pasa es que Gassman estuvo en los infiernos. Yo estoy de acuerdo con él, pero llegar a los extremos a los que él llegó, hombre, no es lo mío. Yo hago esto para pasármelo bien, con todo el respeto y la mayor honestidad, pero para jugar. Es igual que una droga, durante la hora y media que dura el ritual es como si te metieras en una burbuja, te aíslas de todo. Incluso en los días malos la adrenalina es tremenda. Por eso pienso mucho en los toreros. Las cornadas que podemos recibir nosotros nos las dan los críticos, pero en la plaza las cornadas son de verdad. Ahí la adrenalina tiene que ser tremenda. Hay que estar muy preparado para soportar eso.

-Alfonso Sastre anunció la muerte del público español. Antes el público pataleaba, silbaba, arrojaba la chaqueta. Ahora...

-Eso pervive quizá en el público de los toros.

-Pero sospecho que también es bastante menos espontáneo.

-Bueno, yo en realidad he ido poco a los toros. Pero si comparo aquello con lo mío... Eso que contaba Sastre es verdad. Boadella también me lo contaba, que la gente pataleaba y hablaba en voz alta si se aburría. Ahora es otra cosa, claro. Piensa en la ópera: antes, lo que menos importaba era el que cantaba. La gente iba a exhibirse y a conversar. Yo no he conocido este ambiente, la verdad. En los 80 había quien nos silbaba, pero lo hacían por otros motivos. Los cómicos antiguos sí que debían soportar cosas así. Una manzana bien tirada puede dejarte KO.

-¿Le sigue imponiendo el Mihura de dirigir a Joglars?

-Sí, impone. Es que nunca sabes bien lo que va a salir, por mucho empeño que pongas. No es una ciencia exacta. Yo estoy además en una situación un poco jodida, porque tengo que dirigir y actuar. Me gustaría pasar más tiempo mirando, dedicarme más a pensar lo que hago, pero tengo que encontrar el equilibrio entre las dos cosas. Poco a poco lo voy consiguiendo, creo. Y supongo que al final encontraré mi sitio. Esto se aprende como a ir en bicicleta, a base de batacazos. Lo bueno es que lo que aprendes en cada espectáculo lo puedes invertir en el siguiente.

-¿Echa de menos poder concentrarse sólo en ser actor?

-Sí. Soy actor, carne de interpretación, un actor de Joglars, un producto de Albert Boadella. Lo que pasa es que las circunstancias son las que son. Y ante todo deseo seguir con la compañía, mantener la utopía que he vivido durante décadas. Que dure lo máximo posible.

-¿Esa utopía sigue siendo útil?

-Bueno, es que no sabemos hacer otra cosa que darle la vuelta a la tortilla. Siempre hemos hecho lo mismo, unas veces con más éxito, otras sin repercusión. Ha habido momentos muy delicados, como La Torna, o Teledeum. Y eso que en Teledeum no poníamos en duda ningún dogma de ninguna religión, sólo representábamos una reunión ecuménica en un plató de televisión en el que cada uno quería chupar más cámara que el resto. Y vaya polémica se armó.

-En Málaga, de hecho, trasladaron la función a la Plaza de Toros a cuenta de las amenazas.

-Sí, lo recuerdo. Fue tremendo.

-Le reclaman mucho que recupere Ubú president, pero ¿no es un reto demasiado fácil ahora?

-Es que lo que está pasando en Cataluña con los Pujol es una farsa ya monumental. A ver cómo superas eso. Fíjate, si en su momento se nos hubiera ocurrido hacer algo parecido a lo de los misales, seguramente habríamos pensado que estábamos yendo demasiado lejos. Pues ya lo ves, la realidad va por delante. Pero no tengo ningunas ganas de hacer otra vez Ubú. Ese personaje ya está, ya se hizo. Te digo la verdad: para mí Ubú es una anécdota. A mí lo que me ha gustado hacer de verdad es Pla y Dalí. Personajes de esa talla. Son magníficos, han vivido la vida de manera muy sensual, muy plena. ¿Sabías que Dalí inventó la siesta?

-No me diga.

-Sí, la siesta de la cuchara. Se sentaba, se ponía la cuchara no sé cómo bajo el brazo y cuando se caía al suelo significaba que los músculos se habían desentumecido y que había dormido bastante. Dalí jugó hasta el último momento. Hasta el mismo final de su vida pidió que le pusieran la Marcha Real.

-¿Cree usted a Arrabal cuando dice que Dalí le invitó a una orgía porque necesitaba un casto?

-¿Un casto?

-Sí, para que mirara.

-Sí, pero Dalí también era un voyeur. Luis Cuenca también participó en alguna orgía con él y contaba que Dalí las llamaba l'homme de feu, el hombre de fuego. Y decía que lo que Dalí hacía era quedarse mirando. Su sexualidad iba por ahí, mira su relación con Gala.

-¿Cree posible que el medio cultural español alumbre hoy un genio como Pla o Dalí?

-Es todo asquerosamente y políticamente correcto. Este tipo de personajes, sabios, sin bridas ni frenos, vividores, son hoy muy improbables. El talento para la conversación, esa cierta locura, la veneración por los clásicos... Ahora todo el mundo es un genio. Dalí decía: "Si veo que hago un cuadro genial, lo emborrono un poco. Si haces una obra como las de Rafael, ya sólo puedes morirte". Me gustaría pensar que quedan genios así pero que prefieren no asomarse al mundo. Es que si se asomaran los machacarían. Si se abrieran una cuenta en Twitter serían trending topic por la gente que los dejaría hechos fosfatina. ¿Te imaginas a Dalí diciendo en una red social que Franco es el mejor político de Europa? ¿O que él es un artista monárquico por la gracia de Dios? ¿O que todas las francesas son putas, incluso las que no lo son?

-Hay quien celebra en Twitter la muerte de un torero.

-Me asombra cómo la miseria criminal más abyecta emana en las redes sociales. Las redes han fracasado, como en su día lo hicieron los medios, a la hora de crear una pluralidad. Están muy segmentadas, es todo muy cainita.

-¿Han logrado normalizar en Joglars su relación con Cataluña, tal y como deseaban?

-No. Apenas nos contratan, actuamos muy poco. Es normal. Los teatros no nos llaman porque piensan que va a ir poca gente, porque quienes vienen a vernos allí corren el riesgo de que alguien los llame fachas o españolistas. Eso sí, quienes vienen a vernos en Cataluña son gente joven. Con los de mi generación ya no hay nada que hacer, está todo perdido. Hay una fractura social tremenda. Sólo podemos hablar del tiempo

-¿Qué obra se trae entre manos?

-Tengo a un pobre, un acumulador de cargos públicos, uno de Podemos y un guiri. A ver qué nos sale con todo eso.

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