Juan Valderrama. cantante

"Me interesa reparar injusticias, recordar a artistas que habrían merecido otra suerte"

  • El músico publica 'Ambrosía', un disco en el que combina clásicos con temas propios "Se puede perdonar una voz que no sea perfecta, pero no que no transmita", asegura el músico

Lucho Gatica, Amalia Mendoza, Antonio Machín y Charles Aznavour son algunas de las voces a las que rinde tributo Juan Valderrama en su nuevo disco, Ambrosía (K. R.), el sexto trabajo de un intérprete que se siente cómodo sumergiéndose en el patrimonio musical de otras épocas y que ahora expresa su interés por algunos éxitos de los 50.

-Usted se ha reinventado una y otra vez y se ha movido con aparente soltura entre un género y otro. ¿Cuál sería la mayor novedad de este disco?

-Es un cambio de registro, es una vuelta a los orígenes. Yo empecé cantando este tipo de repertorio, canciones mías pero también baladas, boleros... Luego derivé, empecé a hacer fusión o a cantar flamenco y a hacer otras cosas. La nota distintiva de este disco es el aroma jazzístico que tiene.

-Combina relecturas de algunos clásicos con creaciones suyas.

-En principio iba a ser un disco sólo de versiones, pero Moisés Sánchez, que es el arreglista y el productor de este álbum, escuchó algunas canciones que yo tenía compuestas y me pidió que le dejara trabajar. Era muy arriesgado, porque eran mis creaciones contra temas de toda la vida. Me convenció porque ha convertido modestas maquetas en grandes canciones gracias a sus arreglos. Como han quedado, es mérito suyo y no mío.

-Entre los homenajeados de este álbum se encuentra Antonio Machín, que era íntimo amigo de su padre.

-Sí, giraron juntos y se adoraban, llegaron a comprarse los dos un piso en la playa, en Alicante. Y en el disco también están Lucho Gatica y Aznavour. Son cantantes de época, que han dejado un sello propio. Para mí es más importante tener personalidad e interpretar de una manera particular tuya que las condiciones de voz que tú tengas. Se perdona una voz que no sea una maravilla, porque no se trata de cantar ópera, pero no se perdona una voz que no transmita, que no emocione. Todos los cantantes a los que versiono eran auténticos animales escénicos.

-Siempre ha reivindicado a intérpretes que no tuvieron el reconocimiento que merecían. En el espectáculo Maestros, por ejemplo, recordaba a una generación de artistas flamencos "libre de prejuicios" que fue desacreditada por los puristas.

-Sí, es algo que me obsesiona. Aquí son artistas que no han tenido la justicia que merecían. Quizás de ellos el que mejor parado ha salido es Aznavour. Él es francés, y parece que en Francia las cosas son distintas. Y Lucho vive en Estados Unidos y allí es un dios. A Machín no se le reconoció debidamente, España ha sido un poco rácana con él. En esa reivindicación estoy influido por la historia de mi padre y siempre he buscado eso, reparar injusticias. Intento, tanto en el flamenco como en la canción, acordarme de aquellos que están un poco olvidados. Pero además eso ayudará a que lo que yo haga sea distinto, porque no es aquello que hace todo el mundo.

-Usted abandonó hace años una multinacional, y, ahora, habla de eso en la letra de No. "Yo no puedo vender mi música tan sólo por dinero", dice.

-Esa canción la escribí en ese momento, cuando me marché de la multinacional. Hoy se me ha pasado un poco el cabreo, pero en aquella época me sentí muy solo, muy desprotegido. Me tuvieron un disco en un cajón, un disco que nunca salió, que aún tienen secuestrado. Cuando te sales de las multinacionales, te sales también de las radiofórmulas, del circuito comercial, y tu carrera pega un bajón espectacular. Remontar ha costado muchísimo esfuerzo, fue duro. Pero yo estoy feliz, pienso que hice lo que tenía que hacer. Cuando te dedicas a algo creativo, no puedes estar a disgusto, porque estás seco. No haces nada, te pones a componer y no te sale. Todo el que se dedique a una tarea creativa tiene que trabajar con libertad.

-La promoción del disco lo compara con Michael Bublé o Amy Winehouse por recuperar temas de los 50. Esa nostalgia también tiene algo de rebelión contra la música que se hace hoy.

-Claro. Es que se está aguando todo mucho. Dice el tango Cambalache: En el mismo lodo todos manoseados. Eso es lo que está pasando: la desnaturalización de la música, del arte. Todo sabe a lo mismo. Los 50 era una época de autenticidad, donde coincidieron una serie de genios, como una década de oro. Ahí colisionan astros de una talla... en Europa, en América. Es una etapa que hay que estudiar.

-Para la grabación se ha rodeado de músicos como Ara Malikian y Moisés P. Sánchez, que han ayudado a esa atmósfera de jazz de la que hablaba.

-Es gente portentosa y sencilla, y es facilísimo trabajar con ellos. Todo empezó por Moisés Sánchez. Le escuché tocar en el Café Central, en la Plaza de Santa Ana, en Madrid, y cuando terminó no pude evitar acercarme a decirle que quería trabajar con él, que quería hacer algo. Luego me enteré de que había sido productor de Nach, que es un rapero, lo que demostraba que era increíblemente versátil. Él es quien me ha rodeado de esas colaboraciones, tenía muy claro con quién quería ponerme. No hay colaboración de ningún cantante, todos son instrumentistas. La gente del jazz hace lo que le gusta por encima de todo. El músico del género es muy vocacional, como en el flamenco. Tampoco hay un amarre de contratos con las grandes empresas. Son más libres en ese sentido.

-"Yo tengo que decirte la verdad aunque me duela el alma. Es imposible nuestro amor porque el destino manda...". Hay unas cuantas letras de amor (o desamor) de un sentimiento arrebatado.

-La comedia está muy bien, pero el desamor es muy jugoso. A la hora de cantar el bolero, el tango, hay que echarle drama. A mí las canciones en tono menor me dislocan, siempre me ha pasado. Son historias de grandes pasiones que todos hemos vivido alguna vez. Están ahí, en tu recuerdo, y tú te nutres de eso para crear tu propia obra.

-Entre las versiones destaca Mañana de Carnaval. ¿La música brasileña le ha marcado especialmente?

-Esa canción tiene algo... Moisés y yo encontramos más de 300 versiones del tema, y nos miramos y nos dijimos: "Pero, ¿qué hacemos aquí?" [ríe]. Era un reto. Es la canción más sencilla que se pueda imaginar, son cuatro notas pero son cuatro notas universales. Moisés tenía dudas, me dijo que había hecho algo arriesgado y que quizás podía quitarle carga jazzística, pero yo le dije que no, que su aportación era maravillosa.

-Presentó el disco hace unas semanas en el Teatro Fernán Gómez de Madrid. ¿Para cuándo por aquí?

-En primavera iré por Andalucía. Haremos las ocho provincias seguro, pero hay que cerrar todavía algunas fechas. Los teatros hacen su calendario con un año, o al mínimo seis meses de antelación, y ahí estamos negociando.

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