Cultura

Una jornada de éxito

Se volvieron a repetir las quejas del público ante las dobles colas (una de recogida de invitaciones y la otra de espera a entrar el recinto) y aunque la picardía española sigue funcionando a la hora de intentar situarse en algún puesto mejor de la fila, todos pudimos entrar al recinto y disfrutar de una memorable jornada musical.

La Caravaggia, el grupo catalán que ganó el primer premio al mejor ensemble del Concours International de Cuivres Anciens de Toulouse de 2006 y más recientemente el Premio del Público dentro del International Young Artist's Presentation (IYAP) perteneciente al festival belga Laus Poliphoniae de 2007, visitó el hermoso entorno y de exquisita acústica de la Iglesia de los Santos Mártires.

La calidad musical provino de varios aspectos más allá de los estrictamente musicales. El empleo de un tono didáctico y de presentación y explicación de diversos elementos de la música cobra mucha importancia en eventos de tal tipo. Es algo que los grupos de música antigua más consagrados siempre tienen claro y que se echaba en falta de momento en esta edición. Además, el uso inteligente del espacio en alternancia con distintas ubicaciones de los instrumentos empleados fue de gran acierto -todo un detalle el interpretar una obra para los espectadores de la última fila-.

Pero sin duda, el aspecto más destacable es la eficiente técnica y el elegante sonido que lograron en todo momento. En esta ocasión, contaron con instrumentos originales y con claros criterios históricos, un aliciente para el mayor disfrute pero un añadido a las propias dificultades de la propia música y del empleo de una organología no tan perfeccionada como la actual. Algunos instrumentistas modernos deberían tomar empleo del absoluto grado de afinación conseguido, en combinación con un control espléndido del volumen sonoro del conjunto al completo.

Es difícil concretar que piezas fueron las más sobresalientes pero yo optaría por las seleccionadas del Cancionero del Duque de Calabria (o también llamado de Uppsala o Venecia). Por un lado la exposición de dos flautas en bello sonido de No soy quien veys bivir. De otro, la combinación sonora de Bella, de vós som Amorós, Dezilde al Caballero y Rey a quien Reyes. Y muy especialmente el efectista recorrido en soliloquio de flauta de Tiam Goudarzi en Soleta só jo ací, aproximándose a la verdadera esencia de la letra de esta conocida obra de Cárceres.

Igualmente no se puede dejar de reseñar la eficacia rítmica del grupo fundamentada en el exigente toque de la percusión de Marc Clos, y el conocimiento adquirido de acompañar a bailarines de danza antiguas en proyectos musicales paralelos. La Danza Alta interpretada sin partitura por Lluís Coll al cornetto en combinación con sacabuches y percusión bastó para confirmarlo.

Finalizó la velada como era de esperar, con aplausos multitudinarios para todos sus componentes que supieron agradecer la cálida acogida con un ejemplo de canto difónico dentro de la música antigua.

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