José ovejero. escritor

"Con este libro mandé a hacer puñetas los cánones del cuento"

  • El madrileño combina "una parte más psicológica con otra más desaforada" en 'Mundo extraño', unos relatos en los que se respira la libertad de su autor

José Ovejero (Madrid, 1958), fotografiado en una reciente presentación de su nueva obra.

José Ovejero (Madrid, 1958), fotografiado en una reciente presentación de su nueva obra. / juan carlos vázquez

En Mamá eligió para suicidarse el 24 de diciembre por la mañana, el relato que abre el nuevo libro de cuentos de José Ovejero, una mujer intenta suicidarse -tal vez lo consigue- el día de Nochebuena, pero que la víctima haya metido la cabeza en el mismo horno donde debería haberse cocinado el pavo no impide que sus familiares se entreguen a celebrar las navidades con el ímpetu de siempre. A partir de ese comienzo, Mundo extraño (Páginas de Espuma) dispone un catálogo de los desvaríos y las contradicciones del ser humano, un proyecto en el que su autor, ganador del Anagrama de Ensayo o el Alfaguara de Novela, se muestra libre, disparatado y con ganas de jugar.

-Esa familia de la primera historia tiene un comportamiento delirante, y sin embargo el lector se siente reconocido con ella. En el libro, usted se mueve a menudo entre el disparate y la identificación con los personajes.

-¿Quién no ha tenido esas cenas navideñas en las que hay un montón de problemas y todo el mundo hace como si no pasase nada? Sí, ese comienzo es una declaración de intenciones en el sentido de que le estoy diciendo al lector que el viaje va a pasar por mundos extraños, pero que no se preocupe, que todos van a tener que ver con él.

-En un cuento una mujer se siente apesadumbrada porque ha dejado de soñar que volaba. Todos los personajes del volumen, de un modo u otro, están insatisfechos.

-Todos tienen la sensación de que les falta algo, incluso los más jóvenes albergan la impresión de que la vida no les da lo que necesitan y andan perplejos al respecto. Pero muchas veces es porque no saben vivir, no saben ver, algo muy propio de nuestro tiempo. En el cuento Nunca me pasa nada, al protagonista le ocurren cosas continuamente, pero él está como congelado. Y en el microrrelato Milagro, una golondrina a la que están diseccionando echa a volar y el personaje se pregunta si eso es todo...

-Hay piezas como Mens Sana o Todo da vueltas en los que juega con la estructura. Es un libro que respira libertad...

-En el cuento hay un montón de cánones, de decálogos sobre cómo se escribe un buen relato, y yo me he dicho: a hacer puñetas. Un buen cuento puede ser un montón de cosas. Es mentira eso de que no pueda faltar ni sobrar una palabra, esa especie de comparación con la poesía, o eso de que sólo pueda haber una acción y pocos personajes. Vamos a jugar, a ver todo lo que da de sí, dentro de mi capacidad, el género. Aquí hay microrrelatos, cuentos más absurdos, más intimistas... Quería explorar todas las posibilidades que había de narrar sin perder, quería ser libre.

-Esa audacia se percibe también en el humor. ¿Cree que La comedia salvaje, en la que se acercaba a la Guerra Civil desde la comedia, marcó un antes y un después en su trayectoria?

-Muy desde el principio, aunque mis obras se movieran en una clave intimista, había en ellas momentos de absurdo, de extrañeza. Pero sí, en La comedia salvaje empiezo a meterme en unos territorios de un humor más abierto, un absurdo más decidido, y descubro ahí una nueva veta de mi literatura que se concreta también en este libro. Para mí, como autor, Mundo extraño tiene el interés de mezclar una parte más psicológica con otra más desaforada.

-En el libro, hay ancianos inquietantes y parejas que se atan a la cama. Su mirada a la intimidad resulta perturbadora. ¿Aprendió algo de esos autores a los que trataba en La ética de la crueldad?

-En el fondo aquel ensayo era un manifiesto sobre mi literatura. Después de La comedia salvaje me llamaron para dar una conferencia sobre el exceso, elegí el tema de la crueldad y me di cuenta de que era algo que estaba en mis libros, pero también pertenecía a una tradición muy española. Nabokov decía que El Quijote era un libro insoportablemente cruel, algo que nosotros, los lectores españoles, no observamos, a nosotros principalmente nos hace gracia.

-En su universo también hay personajes entrañables. Ese escaparatista que soñaba con ser modelo o ese viejo músico enamorado en La Habana son dos de ellos.

-Me gusta que me lo diga porque siempre me insisten en la crueldad de mi obra, pero hay en mis libros una ternura que a menudo tiene que ver con el descubrimiento de la fragilidad. La fragilidad de esa chica que necesita salir de la isla, la de una pareja que hace ritos satánicos en el cementerio pero ves que está perdida...

-Hay un relato que se titula Los escritores que más me gustan. ¿Suscribe lo que dice el protagonista?

-Al ser el relato de un escritor en primera persona que revela sus preferencias parezco yo, y es lógico, pero es un libro de ficción. Sí comparto una manifestación, que su interés principal sea arrojar luz sobre las zonas de sombra del ser humano, las relaciones de pareja, familiares o sociales. Eso es algo que he hecho toda la vida. De hecho, la primera vez que me pidieron para una antología una especie de poética, dije que la literatura era la voz de nuestra sombra.

-Ha llevado a escena, como intérprete, los relatos de Qué raros son los hombres. Era desconocida esta vocación suya de ser actor...

-Yo siempre tuve la fantasía de que ser actor, pero soy una persona introvertida. Un día cogí relatos míos y los adapté, y me pusé a ensayar en mi casa hasta un momento en el que me dije: Yo creo que puedo hacerlo. Aproveché que me invitaban a Puerto Rico y me pedían que hiciera algo para un festival, y les pedí que me consiguieran un teatro. Y funcionó: el público se reía cuando debía, se aterraba cuando era oportuno, lo veías. Desde entonces lo voy representando por ahí. Ahora me han invitado al Festival de Teatro Español en Londres. Es lo más alto que voy a llegar como actor [ríe].

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios