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La literatura y los literatos

  • Juan Antonio Molina Foix ha reunido cinco notables narraciones de Henry James en el volumen 'Los papeles de Aspern y otros relatos sobre escritores'

Sorprendentemente o no, la literatura es una anguila escurridiza para la propia literatura. Sorprendentemente o no, los literatos son a menudo personajes poco verosímiles en manos de los propios literatos. Abunda el engolamiento, la sordina, el falsete, y el escritor de a pie raramente se reconoce en el escritor de ficción. La tentación de trascender el propio oficio o trascenderse como oficiantes arraiga con facilidad en la página en blanco; hay tipos bajitos que utilizan la literatura como estrado para parecer más altos, y tipos altos que la usan para parecer gigantes. Henry James firmó numerosas narraciones que tienen a la literatura y los literatos como protagonistas y Juan Antonio Molina Foix ha reunido algunas de las mejores en el volumen Los papeles de Aspern y otros relatos de escritores (Cátedra). La estrategia de James es la única admisible: James señala lo que la literatura tiene de espejismo y convierte a literatos y en tipos como usted y como yo, individuos con alguna que otra virtud y muchos y variados defectos. No nos engañemos ni dejen que los engañen: el talento literario no hace forzosamente a nadie mejor. Un buen escritor no tiene por qué ser una buena persona.

El escritor emplea sus dotes no solo en el espacio restringido de la página, advierte Henry James. Un buen fabulador puede amenizar una velada sin mayores pretensiones, pero también manipular ideas y emociones en beneficio propio. La lección del maestro es una pieza iluminadora. Paul Overt, el protagonista, una joven promesa de las letras inglesas, tiene la oportunidad de conocer a Henry St. George, un autor de varias obras importantes, cuya estrella parece haberse apagado tras contraer matrimonio. St. George -en quien algunos críticos han visto un trasunto del propio James- se muestra entusiasmado ante la carrera todavía breve de Overt y lo insta a que no sacrifique ese potencial a dioses falsos como el dinero, el lujo o el matrimonio. Se da la circunstancia de que Paul Overt estaba cortejando a la bellísima Marian Fancourt y los consejos del viejo maestro acaban por revelarse sutilmente interesados pues, al alejar al discípulo de Miss Fancourt, la joven beldad queda a su disposición y, nada más enviudar, St. George se casará con ella.

Al escritor americano le preocupó sobremanera qué suerte correría su legado literario. Si en vida resulta arduo tutelar debidamente la propia producción, lo que tus herederos hagan con ella -en el caso de que decidan hacer algo- es para echarse a temblar. La literatura como becerro de oro y objeto de especulación aparece en otra novela de modélica construcción, Los papeles de Aspern, en torno a un especialista en la poesía de Jeffrey Aspern -un trasunto de Lord Byron o Edgar Allan Poe- que no duda en servirse de la mentira para acceder a la correspondencia íntima de Aspern en posesión de la nonagenaria Miss Bordereau, un amor de juventud del poeta y musa de algunos versos suyos, que vive recluida en un palazzo veneciano con la sola compañía de una sobrina, también anciana, que según algunas voces pudiera ser la hija ilegítima que tuvo con aquél. Al protagonista lo mueven cálculos espurios, no más indignos que los de Miss Bordereau y su sobrina, que le abren las puertas de su casa intentando sacar tajada de ese puñado de cartas amarillentas. Las letras literarias se convierten en letras de cambio en manos de todos ellos. Así es la literatura. Así somos los literatos.

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