Cultura

"La mejor literatura española la han hecho los conversos, como Cervantes"

  • Márquez Villanueva es uno de los cervantistas más prestigiosos del mundo · Su lectura del 'Quijote' ilumina el drama de la expulsión de los moriscos, eje del congreso que ayer arrancó en Granada

Catedrático de Literatura en la Universidad de Harvard y uno de los cervantistas más influyentes del mundo, Francisco Márquez Villanueva (Sevilla, 1931) inauguró ayer en Granada el congreso internacional Los moriscos: historia de una minoría. Todo el drama de aquellos 300.000 españoles que fueron expulsados de su tierra hace 400 años revive con crudeza en el discurso de este historiador que tuvo que exiliarse de España en 1959 y cuya mayor ambición ha sido enseñar a sus alumnos, "dondequiera que estuvieran, ya que ni en el franquismo ni en la democracia he logrado ser profesor titular en mi país, a pensar por sí mismos".

-¿Hubo toda una corriente literaria dedicada a incitar el odio hacia los cristianos nuevos?

-La hubo y fue sumamente antipática, horrenda. Se nos ha venido engañando miserablemente desde la propia expulsión de los moriscos, con la idea de que la gente tenía unas ganas enormes de echarlos porque los consideraba herejes y odiosos. Se nos ha enseñado también que el decreto fue acogido con un entusiasmo y que, a partir de ahí, la gente pudo respirar tranquila. Todo eso es mentira. La gente se quedó espantada. La medida alarmó sobre todo porque demostró que España tenía unos recursos políticos que por primera vez se ejercían en el mundo cristiano y que ningún Estado moderno había podido soñar con ejecutarlo. Era la consagración de Maquiavelo.

-¿Cómo se puso en marcha esta campaña de propaganda?

-Esta literatura apologética duró desde 1609 o 1610 hasta la muerte del rey Felipe III, que la puso en práctica. Fue la primera operación gigantesca y perfectamente organizada de propaganda de la Historia. Con Felipe IV desaparece y empiezan a surgir estudios revolucionarios que estudian la expulsión morisca con mayor objetividad, formulan objeciones de profunda preocupación por la ruina espantosa y plantean su desazón ante un sistema político capaz de actuar con tanta crueldad.

-¿Qué papel jugó la Iglesia ante esta medida?

-El corrupto duque de Lerma dio el pistoletazo de salida subvencionando a un dominico llamado Fray Jaime de Bleda, quien en 1610 publicó un tratado teológico titulado Defensa de la fe en el que propugnaba tratar a los moriscos con dureza. El jesuita Luis de Lapuente le negó sencillamente la licencia de impresión. Así que presentar la expulsión de los moriscos como defensa del cristianismo es una falacia. La Iglesia se abstuvo y la Inquisición no quería especialmente por una razón económica: con los moriscos de Valencia tenía unos ingresos garantizados. El estudio de esta literatura apologética aclara que España se reafirma internacionalmente como una sola persona con esta expulsión. La crítica posterior está moldeada en buena parte por ideas herederas de esta campaña de propaganda. Por desgracia ha tenido mucho impacto en los teóricos. Todavía hay quienes siguen afirmando que "la expulsión fue el final de la Reconquista" y supongo que les desagradará bastante mi ponencia del congreso.

-¿Cómo surge su interés por la historia de los moriscos?

-Todo mi interés en los moriscos ha venido de Cervantes, de mi esfuerzo por comprender el personaje de Ricote. Como sujeto que refleja un hecho real y auténtico es un caso único en la obra cervantina. Un personaje maravilloso, muy elaborado. Ricote tiene la misma grandeza que Sancho Panza y muchos puntos de contacto con él, no en vano era su mejor amigo. Sancho lo encuentra retornado y en lugar de denunciarlo y enviarlo a la horca, porque está incumpliendo la ley, le da un abrazo. Ese personaje tan de carne y hueso es muy distinto de Don Quijote, que es todo fantasía y fantasmagoría. Ricote es muy prosaico tan español como Sancho Panza, ama a España como su tierra y esa misma España lo destierra. Lo que Cervantes está planteando es el problema del totalitarismo moderno, que se inicia con los Reyes Católicos. El interrogante de Ricote es cómo puede el Estado arrogarse ese poder tan terrible. Porque todo el mundo tuvo que ponerse en marcha a embarcar como ganado hacia un país musulmán donde sufrirán todo tipo de fechorías. Para entender este problema histórico me metí hasta las orejas en la cuestión y ahora acabo de terminar un libro, Moros, moriscos y turcos de Cervantes. Serán mis páginas definitivas sobre Ricote, al que dedico más de un centenar.

-En esas páginas halló también no pocos elementos que le han llevado a defender que Miguel de Cervantes era un converso.

-La mejor literatura española ha sido hecha por conversos: Fray Luis de León, Miguel de Cervantes... Y eso no es una casualidad. Para mí es transparente que Cervantes era un converso, tengo motivos en los cuales fundarme y les he dedicado numerosos trabajos. Lo único que me falta es el documento que lo pruebe, como un acta de nacimiento del padre que diga que fue circuncidado...

-En su libro Santiago: Trayectoria de un mito (2004) desmonta otra leyenda muy española.

-Todo lo de Santiago es un mito. No hay fundamento histórico porque es una leyenda ridícula pensar que el primer apóstol que muere mártir va a tener sus restos enterrados en un poblacho perdido del Finisterre. Lo importante es que los mitos mueven a la gente y por eso nos interesa estudiar a Santiago, por la eficacia de su leyenda. Alrededor de nosotros funcionan muchos mitos y somos muy susceptibles a ellos. Tenemos que tener la cabeza fría y no dejarnos manipular. Y hacernos preguntas, que es la gran lección de Cervantes. Buscar el porqué. Cervantes no nos descubre ninguna llave mágica ni nos da una receta: únicamente nos dice 'pensad, pensad las cosas antes de hacerlas'. Que es una lección asombrosa para la España oficial del momento, la España calderoniana que está muy segura de sí misma y de sus creencias y que cree que tiene la fórmula para todo; que es una sociedad perfecta y, sobre todo, que piensa de sí como la ejemplar cultura cristiana, por encima incluso de la de Roma y el Papa. Eso era lo que se hacía creer y había mucha gente que picaba. Pero Miguel de Cervantes no; él quería hacer pensar y que no se creyera en mitos falsos como el de Santiago.

-Se le reconoce como uno de los discípulos de Américo Castro con quien trabajó en EEUU. ¿Se siente cómodo con esa relación?

-Cuando voy andando por un claustro universitario español siempre oigo alrededor que alguien dice: "Ahí va un castrista", como el que dice: "Ahí va un escapado de presidio". Porque aquí, en la Universidad española la doctrina de Castro se considera aún inaceptable. Y ni se enseña ni se discute. "Castro decía que todo es moro y todo es judío", repiten muchos, pese a que Castro nunca dijo semejante estupidez. Lo que sí dijo es que la cultura española y la problemática general de su historia no pueden ser comprendidas sin contar con la aportación judía y la aportación árabe, teniendo en cuenta que ambas están integradas en el factor hispano. Yo a veces he escandalizado a la gente diciendo que Boabdil era tan español como Isabel la Católica. Eso es rigurosamente cierto, pero hay gente que aún se subleva cuando me oye afirmarlo. La historia del reino de Granada, la del califato, es tan historia como la de Castilla y no podemos borrarla.

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