Escena musical Balance de 2007

Mucho movimiento, bajo tierra y sin hacer ruido

  • El año nos ha dejado buenos momentos, como a Nick Cave en el Cervantes, algún que otro disco de aquí y demasiadas bandas locales que no pueden tocar

En lo musical, Málaga sigue viviendo de la llegada de grandes nombres, esos que quizá para algunos justifiquen que apenas existan salas de conciertos y que nos saltan en sus giras la mayoría de los grupos internacionales y nacionales. Dicen los economistas que la bonanza de las clases medias es el indicativo de una economía nacional saneada; pues en nuestra ciudad no conocemos a clase media alguna. Y de la alta nos llegan visitas con cuenta gotas -hablamos de conciertos que se salgan del mainstream más obvio, porque los integrantes de la lista de Promusicae sí saben que Málaga existe-.

Si no fuese por la apuesta musical del Teatro Cervantes -sea en casa o en la playa-, tendríamos que hablar de Málaga como páramo: Nick Cave, Rufus Wainwright, The Fall -concierto soberbio al que casi nadie fue-, Tortoise, Harry Connick y Brian Ferry, entre otros, salvan los muebles de una ciudad que dice querer ser capital cultural pero que parece que se lo toma a broma. El Martín Carpena y la Rosaleda son un espacio vedado al buen gusto y sólo apuestas seguras, Maná y demás, pueden jugar a rock stars -hace muchos años, aquí, Lou Reed llenó un pabellón, ¿recuerdan?-. La Diputación juega a veces en la liga de los conciertos, pero apenas es una pálida sombra de lo que fue: The Sunday Drivers y tres conciertos más no justifican una temporada.

Algunos experimentos siguen sin funcionar, el AV Cervantes fue un pinchazo de público y de programación; y citas clásicas como la Feria están más que muertas. La oferta pública es amplia, sí, pero errática.

Algunos músicos hemos asumido que nunca vendrán a Málaga, salvo en los estertores de su carrera, mientras que otros parece que tengan casa de verano en la costa: Carlinhos Brown, Fito y el colectivo del buenrrollismo están por aquí cada tres meses.

De las salas privadas, esas que encienden los amplificadores con miedo de que la Policía Local entre con una orden de cierre en la mano, se puede decir que sobreviven el exilio de la periferia: todas han huido a los polígonos industriales salvo la céntrica y clausurada BeBop. Allí, en las afueras, buscan su oportunidad nuestros chicos, que existen. Lo crean o no, la escena musical malagueña es una realidad, pero una realidad underground, a su pesar. Pero se mueven, como la gente del hardcore y asociados con su festival CanelaCore y su hermano invernal WinterCore.

De nuestros grupos de guitarras, sin importan qué hagan con ellas, en 2007 ha habido mucho y bueno: Notes To Myself publicaron su debut -ellos mismos y a su manera-, Allfits se han consolidado -aquí y fuera-, Lake Shore Driva no han parado de tocar -con gira nacional incluida-, Cosa Mala han ganado concursos nacionales e internacionales, y Tom Cary se fueron a grabar a Chicago con Steve Albini -un disco tan bueno que le queda grande a nuestras discográficas pequeñas-. Y hay más. El hip hop sigue dando alegrías, las del segundo disco de Elphomega, el brillante El testimonio libra, mientras Jefe de la M y Hablando en Plata siguen de líderes de una escena que sigue fuerte. La electrónica es cosa de diyeis, de aquí y de fuera -vienen muchos y buenos-, pero apenas hay creación discográfica. El buen rollo sigue en sus trece y el reggae ha visto renacer a Rootsamala, con vinilos publicados en Francia. Hay mucho, pero si no fuese por el espacio virtual de myspace, youtube y flogs y blogs parecería que no existen.

Más ruido hacen nuestros trasatlánticos del mainstream, Diana Navarro y Chambao, ambas han logrado el Disco de Oro este año y llenado auditorios. Algunas otras propuestas se han quedado a medio camino, como Lantana. Y Danza Invisible cumplió 25 años -enhorabuena-.

Si nuestros grupos se han modernizado no han hecho tanto nuestras tiendas. Gong cerró en Málaga Plaza para dar paso a la apisonadora Fnac, mientras Candilejas, Discos Pat, Cincoechegaray y Galerías Goya sobreviven en un mercado a la baja. Así es.

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