arte

Los mundos de Ch. L.

  • Desde la galería Alfredo Viñas Chema Lumbreras salta del humor a la angustia, de la ocurrencia iconoclasta a la simbolización y la retórica, de la crudeza a la fabulación

Extraviarse a veces resulta ser una suerte. Perderse permite salirse del camino, romper con ese itinerario por el que parece que se ha de seguir transitando indefectiblemente y avistar nuevos y tal vez insospechados paisajes. Chema Lumbreras ha titulado su exposición como Extravíos, quizá porque el artista malagueño siente que este conjunto variado de piezas viene a romper las lógicas internas y lo que se espera de él, así como que no responde a un único hilo argumental o temático, como sí fue en aquella Farmacón de hace años en el Centro Cultural Provincial y en las exposiciones posteriores en Alfredo Viñas.

Extravíos, también, porque entre las obras no se revela unidad alguna y sí, en cambio, una heterogeneidad producto de la libertad absoluta de búsqueda y hallazgo que lo ha llevado a enfrentarse a nuevos medios y soportes hasta ahora inéditos en él, como el vídeo o la fotografía. Pero no sólo ha de destacarse la variedad de materiales, que rara vez habíamos visto reunidos en una muestra de Chema, sino que hace dialogar las piezas y las disciplinas. Ese diálogo es muy fructífero, especialmente en lo relativo a la escultura Danzarina (una peonza que descansa sobre el suelo de la galería y pende del techo) y el vídeo Sueños, en el que se aprecia cómo esa danzarina, que es lanzada a bailar, lo es hasta que deja de girar sobre sí misma, actuando como una metáfora de los sueños o incluso de la vida, posibles mientras giran, imposibles y frustrados al precipitarse y dejar de girar.

La confrontación entre la escultura Enano clavado y la fotografía de ésta en pleno jardín también enriquece las lecturas como en el caso anterior, sólo que en éste parece eludir ese sentido profundo y opta por lo irónico. Y también pueden resultar extravíos aquéllas -bastantes- en las que no aparece su característico mundo fabulístico al que ha venido entregándose, aunque éste también tenga cabida en esta ocasión, especialmente en casi todas las deliciosas acuarelas de la serie Siguiendo a K.B. -absolutamente formidables-, verdaderas alegorías y emblemas sobre la vida, sobre sus ciclos, sobre los estados de ánimo, aunque muchas de ellas están cargadas de un humor y una ironía irrenunciables para Lumbreras. La ironía, sin duda, mitiga lo crudo, reviste lo punzante y los hace más asumibles.

Muchas de las piezas expuestas tienen tanta carga de humor, transitando desde lo absurdo hasta la ocurrencia hilarante y pasando incluso por lo gamberro (la tostada convertida en Mickey Mouse o la oreja de Van Gogh allí presente bien arropada), que son ciertamente extravíos respecto al resto, una poética y lúcida reflexión -como a la que nos tiene acostumbrados- sobre la condición humana, nuestros eternos y esenciales miedos, así como sobre lo contingente, esto es, algunas problemáticas que nos asuelan en el día a día. En definitiva: la angustia, el amor, el desamor, la huida, la amenaza, la muerte, el dolor, la soledad, la incomunicación, la resignación, la esperanza, los sueños.

Así, Lumbreras salta del humor desmedido a la angustia, de la ocurrencia iconoclasta a la simbolización y la retórica, de lo absurdo y desprejuiciado a algunas de las preocupaciones capitales del ser humano. Crudeza y desazón se confrontan con la fantasía y la fabulación de sus mundos animalescos despojados de moraleja, aunque sin eludir cierta carga simbólica de sus personajes (las ratas como anunciadoras de la muerte que se llegan a convertir en plañideras). Otras obras, como los papeles de gran formato Todo lo que nos dijimos o Lo que no te dije, son imágenes gráficas y sentenciosas de las tormentosas relaciones humanas en general y de pareja en particular: dos personas unidas o separadas por un enorme bocadillo de cómic en el que, a falta de expresiones escritas, el interior se llena de simbólica pintura negra.

Todo esto hace que Extravíos conserve a un Lumbreras que tantos y tan buenos retratos ha hecho del Hombre y nos muestra a un Lumbreras de talento y libertad desbocadas que ha tendido en menor grado a ese análisis antropológico. Asimismo, la creación artística aparece a tenor de las obras de Lumbreras tanto como un testimonio vital como un asidero: a veces como una vía de escape y liberación y otras como ejercicio de catarsis en el que enfrentarse a los estados de ánimo y pesares que tanto nos embargan.

A veces, extraviarse merece la pena.

Chema Lumbreras. Galería Alfredo Viñas. José Denis Belgrano, 19-1º, Málaga. Hasta el 24 de abril.

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