Cultura

Los mundos de Villar Raso

Hay novelistas que escriben sobre sí mismos. No son necesariamente narcisistas y abordan temas en los que a cada cual, uno por uno, puede verse fácilmente reflejado. Y eso está bien. Hay novelistas caseros. Son los que escriben sobre su entorno inmediato, sobre sus cosas, más o menos familiares o cercanas e, incluso, sobre sus labores domésticas. A lo más que alcanzan es al café de la esquina (me refiero a los temas, no a los libros, que pueden tener un gran éxito). Y eso también está bien. Los hay urbanos. Aquellos que llegan más allá de la esquina y se sienten absorbidos por la sociedad, por las calles y plazas de su ciudad, con sus costumbres, sus relaciones sociales, su más o menos inserción en tan complejos entresijos. También está bien. Y los hay, en fin, que podíamos llamar terrícolas. Son los que se sienten ciudadanos de este jodido planeta así llamado y, pongan donde pongan su pie en la tierra, de allí surge la palabra. A esta estirpe pertenece Manuel Villar Raso, mi gran amigo, y compañero en la Academia de Buenas Letras de Granada.

Juntos hemos recorrido algo más de medio mundo, desde la Bahía d`Halong en Vietnam, o el lago Inle en Birmania, o los templos de Angkor en Camboya, hasta el río Bio-Bio del conquistador Valdivia, o los glaciares del estrecho de Magallanes en Chile; desde el desierto del Sahara hasta Buenos Aires o el Cabo de Hornos, cuyas terribles aguas aterrorizaron nuestra juventud en las novelas de aventureros y piratas. Si existe un Olimpo para los escritores de estos insólitos parajes, allí estará Villar Raso, junto con Joseph Conrad, Somerset Maugham, Pierre Loti, Javier Reverte y algunos privilegiados más. Una vez allí, que ellos se disputen el orden jerárquico, que ya son mayorcitos. Aunque Villar Raso une al exotismo de sus escenarios un tratamiento de los personajes, que nos haría recordar, en su diseño, a otros escritores más enraizados con la realidad.

Nació en Ólvega (Soria). Ha sido profesor de la Universidad de Granada hasta su jubilación y aquí ha desarrollado lo más importante de su obra literaria. Ya en 1975 quedó finalista del Nadal con su novela Mar ligeramente sur. Traductor a un tiempo de autores como Walt Whitman y Emily Dickinson, su propia labor creativa no ha cesado. Viajero por Mauritania, Burkina Faso, Mali o Niger, son sobradamente conocidas sus novelas sobre África. Recuerden Las Españas perdidas, Donde ríen las arenas o La mujer de Burkina.

Manuel Villar Raso. Ed. Autores Premiados. Dos Hermanas (Sevilla), 2014

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