la gran fiesta del cine Noche de Oscar en Hollywood

La noche más abierta

  • Frente a la pérdida de poder televisivo, la ceremonia de los Oscar mantiene este año la incertidumbre de los galardones

Los Oscar llegan a su 84 cumpleaños bastante descafeinados, y ello por dos motivos. Primero, llevan unos años decadentes como espectáculo televisivo. Era uno de los hitos de la temporada catódica, que conseguía picos de audiencia espectaculares. Tanto era así, que en su momento las tres grandes cadenas estadounidenses se turnaban cada edición para emitirlos y probar cada trienio la cuantiosa tarta publicitaria. Pero ya el hecho de ver durante una noche a todo el firmamento hollywoodense vestido de Armanis y similares ya no mueve al morbo internacional. La culpa la tiene la proliferación de premios previos, que hace que durante dos meses desfilen los mismos cambiando modelito, consiguiendo que cuando lleguen los Oscar ya suene todo a rutina. Además, internet y las televisiones han hecho mucho más accesibles a las estrellas, con lo que concentrarlas una vez al año no tiene la fuerza mítica de antes.

Pero parte de la responsabilidad la tiene una ceremonia que se ha quedado anquilosada, y que ya no sabe como mantener a la gente delante del televisor tres horas largas. Los recientes intentos de darle dinamismo han fracasado, como la idea de 'refrescarla' el año pasado con Anne Hathaway y James Franco para conducirla. Las críticas fueron tan feroces que la Academia ha optado este año por buscar la seguridad de un añorado veterano, Billy Crystal, tras fallar Eddie Murphy. Veremos si esta vuelta atrás repercute en una gala que no parece encontrar la fórmula. No obstante, a efectos más cinematográficos, hay un segundo punto en que los Oscar se muestran muy despistados, como es en sus nominaciones, o mejor, en sus ausencias. Cierto es que han marginado a las películas más obvias, que tal vez algunas décadas atrás hubiesen tenido opciones, como La conspiración de Robert Redford, pero es sangrante el divorcio de este año entre la Academia y los festivales internacionales. Así, la extraordinaria Drive, premio al Mejor Director en Cannes, film alabado por la crítica internacional, ha sido planchada con una pobre candidatura a su sonido. Otro film intenso, el Shame de Steve McQueen, premio al Mejor Actor en Venecia para el grandísimo Michael Fassbender, cero patatero. Un método peligroso, elogiada en San Sebastián, y el excelente elenco de Un dios salvaje, jaleada en el mismo Venecia, tampoco se ha visto reconocido, algo muy sangrante en el caso de la magnífica Kate Winslet. Y también asombra que el citado Fassbender, que ha estado en todas y ha demostrado un talento fuera de serie para lo que le echen (desde el Magneto de X-Men primera generación hasta el tortuoso sexoadicto de Shame, pasando por el Jung de Un método peligroso) no haya visto impulsado su annus mirabilis con alguna merecidísima candidatura. En la mítica de los Oscar pesan mucho las ausencias cada año, pero lo de esta 84 edición es muy preocupante.

¿Y que tenemos en cambio entre las presencias? Nos queda el fenómeno The Artist, que por una vez tiene fundamento. A la Academia le puede enganchar su recuperación de la estética muda, su historia de 'cine dentro del cine' y su condición de proyecto suicida que contra todo pronóstico ha funcionado y cada día engancha a más gente. Pero es un film completamente francés, sin ningún capital americano, y resultaría un gesto de impotencia por parte de Hollywood coronar un film extranjero que además viene del país más combativo con los intentos monopolistas de las Majors. Así que tal vez su actor, Jean Dujardin, sea su mejor baza (aunque debieran darle un premio especial a su perruno compañero de reparto). Puede que el voto se derive hacía otra propuesta cinéfila, como es la recuperación de George Méliès que hace Scorsese en La invención de Hugo, con la valoración añadida de que la Academia recompense los deseos de reinventarse de un clásico como es el neoyorquino. Y en la retaguardia, como candidato de reserva, uno de los filmes más tramposos de la temporada, Los descendientes, que puede beneficiarse de tanta duda. El film de Payne explota esa perniciosa tendencia de cierto cine americano actual de vender historias reaccionarias (el conflicto del film lo centra una adúltera a la que todos crucifican pero que no se puede defender porque está en coma) con los ropajes de presuntas comedias sofisticadas y chics. Pero atentos a la jugada, porque puede colar.

Y es curioso, porque la Academia tenía a mano una excelente opción, como es Moneyball. Tiene candidaturas mayores, pero el hecho de que su director no haya sido nominado le resta muchas opciones. El film de Bennett Miller es como la historia del equipo de béisbol que narra, mostrando una pasmosa habilidad en contar lo de siempre de una forma nueva y efectiva, con un excelente guión de los grandes Steve Zallian y Aaron Sorkin, y una sorprendente filosofía de que ganar no es lo importante. Sus a priori pocas posibilidades son un eslabón más en este extraño año, que por cierto ha marginado a la Pixar en la categoría de largo de animación, no así en corto donde figura La luna. Decididamente, los coches no son lo del estudio del flexo. En cuanto a los morbos de la noche, hay varios en juego. Ver rivales a dos grandes amigos como son Brad Pitt y George Clooney, comprobar si Viola Davis es capaz de arrebatarle a Meryl Streep un premio que ya no parece tan cantado como hace unas semanas (ambas fueron compañeras de candidatura hace unos años por su trabajo en Laduda) y si Hollywood concederá el galardón a mejor película en Lengua no Inglesa a la iraní Nader y Simin, historia de una separación. Un film extraordinario, que se ve beneficiado de la ausencia de Melancolía o Le Havre de Kaurismaki. Lástima que no haya podido asistir a la fiesta al final Pa negre, pero al menos tenemos a Alberto Iglesias y Chico & Rita para defender el honor nacional esta noche, que es la más abierta en años y donde cualquier cosa puede ocurrir.

La película francesa

'The Artist', que recupera

la estética muda

'La invención de Hugo', la

contribución del realizador

Martin Scorsese

La película iraní 'Nader y

Simin, historia de una

separación'

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