Cultura

Ni se nota, ni traspasa

Comedia, Dinamarca, 2011, 99 min. Dirección: Ole Christian Madsen. Guion: Anders F. August y O. C. Madsen. Fotografía: Jorgen Johansson. Música: Jonas Struck. Intérpretes: Paprika Steen, Anders W. Berthelsen, Jamie Morton, Adriana Mascialino, Sebastián Estevanez, Dafne Schiling.

Más de una década después de su boom y rápida extinción, parece evidente que el Dogma95 apenas sirvió como estrategia de promoción para situar en el mapa del cine europeo a un cine danés que, desde los tiempos de Dreyer, no puntuaba en la categoría del cine moderno o de autor a tener en cuenta. Aquella operación sirvió además para levantar una estructura industrial y un star-system local que, unido a la notoriedad internacional de algunos de sus protagonistas (Von Trier, Vinterbeg, Bier), ha venido entregando año a año un puñado de títulos que, lejos ya de los caprichosos preceptos dogmáticos, se amoldan hoy a esa estética incolora, insípida e inodora de la producción media que, con un ojo en la televisión y otro en el cine de género enfriado por la amabilidad más perniciosa, coloca puntualmente títulos listos para el mortecino circuito oficial de versión original.

Noche de vino y copas, la tercera cinta danesa que llega esta temporada tras las arteras Amor es todo lo que necesitas y La caza, nos ofrece la peor versión de este modelo de vocación exportadora, a saber, una nueva comedia romántica en paisaje exótico (Buenos Aires) sobre los insufribles avatares de un hombre de mediana edad (Anders W. Berthelsen, quien fuera protagonista de Mifune) que ha de lidiar con el divorcio que le pide su mujer a la que todavía ama (Paprika Steen, otra habitual), el nuevo novio de ésta, un futbolista de éxito, y un hijo adolescente.

Narrada a modo de fábula con insidiosa música local, entre estampas y clichés de la crisis del hombre blanco, el espíritu latino y con trasfondo futbolero, siempre en un inconsistente tono caricaturesco y ligero, Noche de vino y copas confirma esa renuncia a todo lo que no sea tomarse el cine como un vacuo entretenimiento para públicos perezosos o acomodados en la inercia de las identificaciones primarias sobre la guerra de sexos, los estereotipos culturales y moralejas confortables para pasar por la sala sin que se note ni traspase, no digamos ya que se recuerde.

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