Libros Testimonio gráfico para una época

Otros ojos para los felices años 60

  • Joaquín Cestino recoge en 'The yellow book' una colección de su particular obra fotográfica como homenaje a Francisco Peñalosa

Los años 60 fueron los de la Guerra Fría, los de The Beatles, los de Vietnam. En España, bajo lo que pretendía aparentar una tímida apertura del régimen franquista al exterior, la década dejó un reguero de rostros endurecidos, de paisajes desolados, de campos que parecían anclados en el lento transcurrir de los siglos, de tradiciones vivas y emociones extinguidas. Si para la dictadura España era una, cada mirada podía encontrar la suya propia. El doctor ingeniero y articulista de Málaga Hoy Joaquín Cestino prestó entonces sus ojos a no perder detalle mediante la mejor arma posible: la fotografía. Una colección de las instantáneas que realizó en aquellos años se presenta ahora reunida en un nuevo libro, bautizado con el cosmopolita título The yellow book (Campos Elíseos Ediciones) y prologado por el arquitecto y también articulista de este diario Francisco Peñalosa, fallecido el pasado verano. A su "luminosa memoria", en clave del más sincero homenaje, están dedicadas estas páginas, también testigos directos de la luz y la sombra.

El volumen recoge un total de 80 fotografías tomadas en buena parte de la extensión de la Península Ibérica, desde Málaga a los Pirineos pasando por Madrid, el Campo de Gibraltar, Granada, San Sebastián, Segovia y Burgos, entre otros enclaves. Hay también algunos invitados especiales, como Tánger (cuya inclusión da cuenta de la influencia española), Fráncfort (cuyo río Main queda inmortalizado en una bucólica instantánea, que de alguna forma da cuenta de lo lejos que se encontraba entonces España de Europa) y Amberes (con una simbiosis paisajística que protagonizan la naturaleza y la intervención humana y que parece presagiar misteriosamente la silueta del Parque Tecnológico de Andalucía).

Como no podía ser de otra forma, Málaga cobra especial protagonismo en este repaso a los años 60, tanto en su aspecto humano como en el urbanístico e industrial. El Puerto aparece como un reducto de máquinas supervivientes en el que amanece siempre, entre perpetuas brumas. En la playa de El Palo, una chica se pasea junto a la orilla con un cigarro mientras unas religiosas parecen rezar laudes mirando al horizonte llamado África. En Semana Santa, un hombre se queda dormido en las sillas dispuestas en la calle Larios, todavía vacías durante la mañana, y los turistas recogen en sus cámaras sofisticadas todo lo que se mueve. Apenas pueden establecerse diferencias entre los municipios de la Costa del Sol y el norte de África, burros, mujeres que se abren camino con cargas imposibles. Demasiado pasado para hace sólo medio siglo.

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