Cultura

'Les onze' de Michon, Premio de la Academia Francesa

  • El autor de 'Vidas minúsculas' tardó tres lustros en dar forma a este relato sobre los años del Terror en la Revolución desde 1793

Les onze, de Pierre Michon, un ingenioso relato ambientado en los años del Terror en la Revolución Francesa, se hizo ayer con el Gran Premio de la Academia, el galardón que abre la temporada de recompensas literarias galas. Con su elección, el jurado distinguió a un poco prolífico autor que acostumbra a espaciar sus apariciones en librerías y que apenas se deja ver en los ambientes literarios parisienses.

Un atípico escritor residente en provincias que se vanagloria de sus excentricidades y que, sin embargo, convence a la crítica y al público cada vez que se decide a publicar sus libros. Les onze le costó terminarlo tres lustros, una costumbre de la casa en un autor de 64 años que se precia de vivir sólo de lo que escribe. Con esa obra, Michon recolectó doce votos del jurado de la Academia, el doble que Renaud Camus por la obra Loin y once más que Bruno de Cessole por Le moins aimi.

Los jurados de la Academia se inclinaron por una obra singular en la que, como sucede a menudo en el trabajo de Michon, el lenguaje toma la delantera a la historia. Aunque ésta esté cargada de intención e imaginación, envueltas en una peripecia narrativa que embauca al lector.

El punto de partida es Les onze, un cuadro en el que François-Elie Corentin retrató a los componentes del Comité de Salud Pública, el directorio que tomó el mando de la Revolución Francesa a partir de 1793 hasta que fue disuelto por el Directorio.

Durante dos años, los miembros de ese conciliábulo, personificados en la figura de Robespierre, trataron de preservar las bondades de la Revolución aunque fuera a costa de imponer un régimen de Terror que manchó para siempre la imagen del movimiento que había acabado con el Antiguo Régimen.

En ese contexto histórico sitúa Michon el origen de su obra, que comienza en el invierno de 1794, cuando Corentin, descrito como un "Tiépolo del Terror", pintor de cámara de la élite revolucionaria, recibe el encargo de retratar una reunión de los once miembros del Comité de Salud Pública. Difícil tarea, puesto que los que lo componen le exigen una ambigüedad suficiente para que el cuadro sirva como prueba de su desafecto a Robespierre, si éste cae en desgracia, o como muestra de su adhesión, en caso de que triunfe.

Inmerso en esta reflexión, la obra narra la peripecia del autor y la vida del cuadro, que acaba colgado en los muros de Louvre. Sólo que, tras un relato tan realista como astuto, Michon ha colado un cuadro inexistente y un pintor fruto de su imaginación. A través de Corentin, el escritor deja algunas huellas de su propia biografía, una técnica que ya utilizó en Vies minuscules, la obra que le sacó del anonimato en 1984.

"La familia de Corentin se parece a la mía: un padre ausente, un amor exuberante por la madre, una ambivalencia materna,...", explicaba el autor. A partir del pintor inventado por su imaginación se pueden rastrear pinceladas de la vida de Michon, nacido en un pequeño pueblo de Francia y criado por su madre, en ausencia de su padre, que abandonó a la familia. Estudiante de letras en Clermont-Ferrand, Michon no ocultó nunca su admiración por Rimbaud y, como él, nunca tuvo otra profesión que la literatura.

Convencido maoísta en su juventud, el escritor llevó una vida bohemia y sencilla en los 70, frecuentó a las vanguardias del momento pero nunca dejó de admirar a los clásicos. Al borde del alcoholismo, Michon salió adelante gracias a pequeños trabajos y a su inclusión en la compañía de teatro de arte y ensayo de los hermanos Kersaki. Hasta que en 1984 encanta a la crítica con Vies minuscules y su vida da un giro. Por fin, Michon puede dedicarse sólo a escribir, como su adulado Rimbaud.

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