Cultura

No fue oro todo lo que relució

Las etiquetas no siempre se corresponden con los etiquetados. Es curioso como muchas veces la procedencia de un país puede determinar, por no decir condicionar, muchos de los aspectos que envuelven a los individuos. En el caso musical, es frecuente señalar a los músicos de distintos países como sinónimo de ser genios, mientras se le da de lado a otros que tradicionalmente aparecen no tener posibilidades de realizar nada al respecto. Centroeuropa tiene fama de significar virtuosismo pero ¡cuidado, no es oro todo lo que reluce!, parafraseando el conocido dicho popular.

Efectivamente, la noche se presentía checa por los cuatro costados y por tanto ya pueden deducir lo bueno que podría haber sido. Pero no lo fue. No hay duda que Pohádka (Cuento), op. 16 del no tan conocido Josef Suk vino a sustituir al anunciado Smetana; y se notó. El primer tiempo se presentó con una acogida fría en su comienzo, pasando por un solo aceptable en las manos de la concertino Andrea Sestakova, para finalizar con unos agudos en la cuerda algo titubeantes. Todo viene a indicar, sin más, el escaso tiempo real con el que han contado los maestros de la Orquesta Filarmónica de Málaga (OFM) para afrontar la adversidad de un cambio de programa casi en el último momento. A todo esto habría que sumarle lo más determinante del caso: un director basado en una predominante batuta de mano derecha, poco ortodoxo en su gestualidad más básica y muy exagerado en la delimitación de la intensidad. Pasó factura. El tercero junto con el cuarto compensaron las desavenencias del segundo pero el último acorde dudoso fue respondido con aplausos excépticos. Sin duda, algo muy lógico.

Martinu con su Concierto para dos violines y orquesta en re mayor vino a dejar el pabellón checo en un lugar decente. El dúo Gajdosova-Zavadilík se emplearon a fondo y dejaron algún momento interesante. Ella, más pendiente de la partitura; él, más comunicativo con su compañera y con la batuta; ambos, bien coordinados llegando a conseguir una bella sonoridad única. Nos hubiese gustado obtener algo más de un mero discurso plano en cuanto a la intencionalidad de la cadenza; al igual que una mayor compenetración sonora con la orquesta: la manifiesta atmósfera camerística, como diría el profesor Brezina, no apareció.

La Sinfonietta de Janácek llegó como una tabla de salvación, si me permiten las constantes aproximaciones con lo popular. Fenomenal la intervención de los metales de la característica fanfarria, en donde se optó por la versión original que cuenta con las doce trompetas. Si bien la realización de los cuatro primeros movimientos estuvo en la línea de una óptima ejecución, el quinto se tradujo con una mayor cohesión en la cuerda, apostando claramente por un sonido compacto.

Lástima del acorde final en el que la batuta no supo transmitir el buen cierre que esperábamos.

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