Crítica de Cine cine

La película torcida

Glenn Close, uno de los rostros célebres de esta adaptación de Agatha Christie.

Glenn Close, uno de los rostros célebres de esta adaptación de Agatha Christie.

Agatha Christie, que parecía predestinada a ser olvidada una vez que pasara la moda de las novelas detectivescas, está más viva que nunca. Y con ella el género en el que reinó. Saltando además del formato popular barato en el que estas obras fueron editadas por primera vez entre los años 20 y 50 del pasado siglo al catálogo de prestigiosas editoriales. Así ha sucedido no sólo con la gran Christie, cuyas obras se han editado ininterrumpidamente, sino con muchos de sus colegas que, ellos sí, fueron olvidados y ahora son rehabilitados y reeditados con todos los honores. Paradojas del arte: estas novelas escritas para ser leídas por pura distracción en un viaje de ferrocarril o mientras se hacía punto -leer y tirar- viven hoy, mientras otras en su día consideradas sesudas piezas de gran literatura yacen en un justo olvido.

El cine y la televisión han contribuido también a mantener vivos hasta hoy los personajes y universos creados por Agatha Christie. Aunque pocas veces estuvieron a la altura de las novelas. Que yo recuerde solo Clair con Diez negritos, Billy Wilder con su Testigo de cargo (o más bien el fantástico dúo interpretado por Charles Laughton y Elsa Lanchester), Sidney Lumet con su insuperada Asesinato en el Orient Express (el mejor Poirot de la historia del cine) y las cuatro películas de Miss Marple interpretadas por la gran Margaret Rutherford entre 1961 y 1965 le han hecho justicia.

La casa torcida, basada en una novela publicada en 1949 que la autora consideraba entre las mejores que había escrito, no añade gloria a la filmografía de la autora. Se inscribe en las relamidas versiones posmodernas que nos afligen y nos afligirán a partir del horrendo remake de Asesinato en el Orient Express perpetrado por Brannagh, a la que sigue esta cosita que hoy comento y seguirán -que Dios nos proteja- nuevas versiones de Testigo de cargo y de Muerte en el Nilo.

La torpe dirección del pegaplanos francés Gilles Paquet-Brenner (autor de las olvidables La llave de Sarah o Lugares oscuros) y el plano guión de Julian Fellowes -avalado por sus guiones made in England para Gosford Park, La reina Victoria o la serie Downton Abbey- la hacen pesada y le roban el encanto que siempre tiene ver como lo muy conocido es reinterpretado tanto por la puesta en escena como por las interpretaciones. Nadie ve un Agatha Christie en cine para intrigarse preguntándose quien será el asesino, sino para disfrutar con la interpretación de un clásico. El recargado, un punto hortera en sus atrevimientos y embusteramente british diseño de producción de Simon Bowles la hace además cursi en sus fallidas pretensiones de elegancia. Todo es falso, exagerado, impostado. Y el lujoso reparto, un desperdicio.

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