Crítica de Teatro

De aquellos polvos, estos lodos

En el inconsciente colectivo, el honor tiene forma de condecoración militar, luciendo en la solapa de un pecho masculino. Una medalla que requiere atención constante ya que cualquiera podría venir a arrebatarla. El honor suena a antiguo, a drama calderoniano. Pero su actualidad es tan pertinente que asusta.

A secreto agravio, secreta venganza es una visita guiada a las raíces más profundas de nuestro patriarcado actual. Respetando el verso de Calderón y con una versión deliciosa de Pablo Bujalance, se rescata la historia del ofendido don Lope de Almeida, que ha de dar muerte a su mujer y a su amante para ver su honra restablecida. Escenas del texto original se salpican con interrogatorios actuales que nos permiten comprender a sus personajes.

Una puesta en escena sencilla pero eficaz evoca un puerto mediante un juego de redes y cajones. La dirección de Pedro Hofhuis decide activamente dejar todo el teatro en manos del texto y sus actores. Es cierto que algunas apuestas caen en una superficialidad poco explorada, como las investigaciones de serie policiaca americana o los apartes circenses. Pero el verso ilumina el camino y algunas escenas destacan con nombre y apellidos. David Mena trae un desgarro y un aplomo que quizá se eche en falta en los demás, mientras que Mai Martín brilla con una criada hilarante sin caer en el exceso, además de epatar con sus apartes líricos en portugués.

Si algo necesito destacar es la inteligente vuelta de tuerca del final, un monólogo a proscenio en el que se reflexiona sobre el peso del honor aún en nuestros días. Porque el honor del barroco y la maté porque era mía son la misma cosa: una mujer causante de las desdichas del hombre. Y para restablecer el honor siempre es necesario morir o matar. Qué curioso que siempre elijan matar, ya desde el siglo XVII. Este año ya van cuarenta y seis.

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