Cultura

Sobre una posible libertad

XXIX Festival Internacional de Teatro. Fecha: 21 de enero. Compañía: Arden Producciones. Dirección y texto: Chema Cardeña. Reparto: Chema Cardeña, Juan Carlos Garés, Amparo Vayá y Ruth Lezcano. Aforo: Más de 200 personas (casi lleno).

Recuperado y estudiado en el último lustro de manera más que generosa (la primera edición completa de sus Memorias, sin cortes ni censuras, se publicó en España hace sólo dos años), Giacomo Casanova es un hijo de su tiempo, pero buena parte de lo que encarna el mito generado a costa de su figura sigue significando en este siglo XXI de manera poderosa. En el XVIII, mientras la Ilustración apelaba a la responsabilidad personal y a la moral kantiana, el libertino que llegó a sacar a Voltaire de sus casillas demostró la imperiosa necesidad de ser radical al respecto y de refundar las consideraciones y límites entre moral y ética. En este sentido, la tentación de Casanova se deja sentir también en la escena, quizá el marco donde de manera más natural puede producirse la exposición del asunto. En su último trabajo, el primer estreno del Festival de Teatro, Chema Cardeña asume el reto con solvencia.

La obra presenta a Casanova preso en la cárcel del Palacio Ducal de Venecia, conocida como Los Plomos, de donde logró fugarse en uno de los episodios álgidos de su biografía. Cardeña hace una lectura que mira a la actualidad con decisión ("Deberían meter a Dios en sus iglesias y sinagogas y sacarlo de la vida de las personas") y apunta lo que promete ser una reflexión escénica sobre la libertad (¿acaso podría ser otra cosa?). Cabe decir, no obstante, que los principales valores del montaje residen en su reparto: el mismo Cardeña está espléndido como Casanova, y lo mismo debe decirse de Juan Carlos Garés, magnífico como Gaetano en un registro peligrosamente disperso (suyo es el mérito principal de la mejor escena de la obra, la del convento). La puesta en escena es sencilla pero eficaz en su dualidad realidad / sueño, aunque las proyecciones audiovisuales deberían ser directamente eliminadas por insignificantes y por su pésima factura.

La naturaleza evocadora del montaje juega a favor de su corte clásico, sostenida de nuevo en el trabajo interpretativo, depurado y medido al milímetro especialmente en la dicción y la posición de los protagonistas. Pero la propuesta adolece de un ritmo débil y de una narración demasiado previsible. Seguramente Cardeña ha querido representar la máxima expresión de libertad mediante el sacrificio, pero lo que prometía ser una reflexión profunda sobre los límites de la responsabilidad termina convertido en un relato dulzón y algo simple sobre la amistad. Se pedían más que buenas intenciones. Aun así, el resultado no defrauda. Será porque el trabajo bien hecho es el mejor argumento ético posible.

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