Miguel Poveda. Cantaor

"No quiero pedir permiso a nadie para cantar lo que me salga del alma"

  • El artista actuará cuatro noches de la próxima semana en el Cervantes poco antes de la salida de su nuevo disco, 'Sonetos y poemas para la libertad', una reivindicación de la emoción

A pesar de los años y los éxitos, y de que ya ni siquiera requiere presentación, Miguel Poveda (Badalona, 1973) también sigue siendo aquél: el mismo que defiende su derecho a crecer artísticamente en la dirección que desee con las raíces bien ancladas en el flamenco. Su nueva jugada maestra, que saldrá a la venta en marzo (y de la que brindó un jugoso adelanto en la pasada gala de los Goya), lleva por título, a modo de declaración de intenciones, Sonetos y poemas para la libertad, una adopción por derecho de una amplia gama de versos, de Lope de Vega a un Sabina inédito pasando por Alberti y tantos otros, traídos a orillas musicales para la voz de Poveda de manos de Pedro Guerra. La semana que viene, el cantaor vestirá de largo el proyecto con un órdago de altura: cuatro noches, del 23 al 27, en el Teatro Cervantes. Un reto propio de los grandes.

-¿Cantar versos de los mayores poetas es la mejor manera de hacerlos sonar siempre nuevos?

-Sí, por supuesto. Los poemas pasan a ser de uno, un poco, cuando los cantas. Lo que pasa es que los temas de Sonetos y poemas para la libertad ya llevan tiempo rodando en directo. Algunos, de hecho, forman parte de mi repertorio desde hace años. He querido que fuera así, que se fuesen haciendo primero en el escenario antes de llevarlos al estudio. En los últimos recitales los he ido poniendo más a prueba, y en Málaga, claro, cantaré más temas del disco. Pero tampoco faltará el espacio para el flamenco y la copla que reservo siempre en mis conciertos.

-La gran poesía nunca le ha sido ajena. De hecho, ya dedicó uno de sus primeros discos a Alberti. ¿Necesita de esta inspiración?

-Sí, desde luego, llega a ser algo necesario. Luego, el proceso por el que llego a cantar los poemas es algo bastante instintivo, espontáneo. Me pongo a leer algo y, si me gusta, casi lo estoy cantando al mismo tiempo. Lo hago, sencillamente, porque tengo ganas de hacerlo. Eso me pasó, por ejemplo, con el poema de Gil de Biedma No volveré a ser joven: en cuanto lo leí por primera vez, supe que quería cantarlo. Y lo hice. Otras veces tengo la misma impresión, me asaltan las ganas de cantar un poema, pero sin embargo no llego a hacerlo en público, tal vez por pudor. Lo mejor, en todo caso, es contar con alguien que te ayude a darle al poema la vestidura musical que requiere, la que merece.

-En este sentido, ¿cómo ha sido el trabajo con Pedro Guerra, responsable de musicalizar los poemas del nuevo disco?

-Ha sido una experiencia magnífica, en gran medida gracias a la generosidad de Pedro. Hace ya algún tiempo, el poeta Luis García Montero le pasó una lista de poemas de varios autores susceptibles de ser cantados. De inmediato, no sé por qué, Pedro pensó en mí, y empezó a enviarme algunas de las pruebas que iba haciendo. La primera fue la música para El poeta pide a su amor que le escriba, de Lorca, y me quedé fascinado al instante. Incluso barajé la posibilidad de incluirlo en mi anterior disco, ArteSano, pero por más vueltas que le daba no encajaba. Pedro siguió enviándome músicas y no tardé en ver que ahí había un disco que teníamos que hacer. Así que decidí seguir adelante con ArteSano y aparcar el proyecto con Pedro para más adelante. Ahora, finalmente, ha llegado el momento.

-Pedro Guerra realizó ya un trabajo importante en la musicalización de poemas en su disco con Ángel González. ¿Hay algo de aquel álbum en sus Sonetos y poemas para la libertad?

-Sí, mucho. De hecho, canto uno de aquellos poemas de Ángel González a los que Pedro Guerra puso música, Donde pongo la vida pongo el fuego, con Miguel Ríos y Ana Belén. Además de la aportación de Pedro, que ha sido enorme, yo ya había trabajado anteriormente con textos de otros poetas a los que había puesto música, como el antequerano José Antonio Muñoz Rojas, o el mismo Jaime Gil de Biedma, por no hablar de Para la libertad. Desde entonces he llevado estos temas en mis repertorios, y me parecía oportuno que también estuvieran en este disco. Le pregunté su opinión a Pedro y se mostró encantado, así que también los hemos incluido. Todo se ha hecho despacio, poco a poco, sin prisas, cocinando a fuego lento, midiendo bien las decisiones y fijando bien lo que incluíamos y lo que no. Y creo que todo ese esmero, todo ese cariño, se percibe bien en el resultado final.

-No es difícil advertir una declaración de intenciones en el título del álbum, pero ¿es una cuestión más política o más personal?

-Es una cuestión personal. Completamente. La libertad a la que me refiero es la que reivindico para cantar lo que yo quiera, lo que me salga del alma, aunque no sea lo que ciertos círculos más pegados al flamenco puedan esperar de mí. Soy consciente de que no todo lo que hago se percibe igual de bien en según qué ambientes, pero yo quiero superar eso, evitar que me afecte, sentirme libre para cantar lo que me apetece, hoy una cosa, mañana otra. La misma selección de poemas que hay en el disco es también una reivindicación a la libertad: están desde Lope de Vega hasta Joaquín Sabina, no hemos seguido ningún canon, ni ninguna directriz, ni ninguna temática. Hemos hecho lo que nos ha apetecido, sin más.

-Resulta difícil creer que usted, habiendo llevado el flamenco a donde lo ha llevado, reciba aún ciertos reproches puristas.

-Pues sí, así es. Esos reproches existen. Lo que sucede es que antes leías una crítica y, bueno, podías estar más o menos de acuerdo. Pero ahora, con las redes sociales, la gente te escribe directamente y no tiene reparo en decir lo que sea. No se miden las palabras, te ponen como un trapo y listo. En una época tan crispada como la actual, no faltan quienes se irritan porque uno no canta lo que ellos quieren. Pero yo no quiero pedir permiso a nadie para cantar lo que me salga del alma. Yo pido libertad para hacer todo lo que yo sienta. Hasta para equivocarme.

-En su anterior disco, ArteSano, se reivindicaba usted como cantaor más fiel a la raíz. ¿Es, tal vez, un efecto de acción y reacción el que le mueve ahora a probar otras cosas?

-Es verdad que en mi carrera se puede advertir una alternancia en el sentido al que te refieres, pero no es algo consciente. No funciona así, como antes he hecho algo más flamenco, ahora me arrimo a otro palo. Simplemente, cuando una idea me conquista, me lanzo a por ella. Ya me preguntan qué disco voy a hacer después de Sonetos y poemas para la libertad, pero no sé lo que haré, no lo tengo medido. Será lo que me apetezca. Es cierto que no tengo una discografía flamenca muy amplia, y me gustaría reforzarla. Pero ya veremos.

-¿Ha incorporado nuevos espejos en los que mirarse en los últimos años, sean o no flamencos?

-Sí: Michael Bublé. Me gusta mucho su puesta en escena, tan cuidada, su estilo tan crooner. Me siento identificado con él.

-Algunos cantaores antiguos también parecían crooners.

-Así es. Se fijaban en las estrellas de cine, en Gardel. Aunque no tuvieran un abrigo que ponerse.

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