Cultura

Para quitarse el bombín

Palacio de los Deportes Martín Carpena, 22 de diciembre. Voz: Joaquín Sabina. Músicos: Pancho Varona (guitarra), Antonio García de Diego (guitarra y teclado), Pedro Barceló (batería), Jaime Asúa, Jose Miguel Pérez Sastre y Mara Barros (coros). Aforo completo.

La primera vez que Joaquín Sabina se colgó el bombín, ese sombrero que ya es un icono para los seguidores del cantautor, fue en Málaga. Él mismo lo recordó en la noche del martes durante su concierto en el Martín Carpena. Rememoró sus actuaciones en Pedregalejo en un tiempo "en el que ustedes no habían nacido" -ironizó frente a un patio de butacas abarrotado por más de 4.000 fieles-. Muchos años han pasado desde aquellos inicios en el que el encargado de contratarlo era Miguel Gallego -actual responsable de la programación teatral del Echegaray-, sin embargo el cantante jiennense sigue provocando la misma sensación: faltan manos para quitarse el bombín ante un espectáculo intenso, nostálgico y poético. Tan viejo y tan joven (y no al revés), así es el actual Sabina.

La excusa de la visita era la gira de presentación de Vinagre y rosas, su último trabajo. Y digo excusa, porque del nuevo trabajo apenas cantó más de cinco canciones. Empezó el recital con Tiramisú de limón, el sencillo del disco, en el que el acompañamiento de Pereza, Serrat y compañía en los coros originales, fue sustituido por el público malagueño, cómplice desde la primera estrofa. Sin pausa continuó con la Viudita de Clicquot -uno de los mejores temas del disco- para seguir con Parte Meteorológico.

Una vez saldada las deudas con Vinagre y rosas, no se hicieron esperar perlas escogidas de su discografía como Medias negras, Aves de paso o Peor para el sol, interpretadas con más frescura incluso que en el tiempo en el que fueron concebidas. Sabina se desveló capaz de cerrar la boca a todos aquellos que lo creen vencido por el paso del tiempo. Con una cuidada voz, que no falló en ninguna de las canciones, se alejaron los fantasmas de antiguos gatillazos.

En ese ejercicio de memoria musical por sus discos, hizo un paréntesis para interpretar la nueva Agua pasada para seguir con el Bulevar de los sueños rotos, y Llueve sobre mojado, tema que le sirvió para presentar a la inmejorable compañía que le escoltaba en el escenario. Sus fieles Pancho Varona y Antonio García de Diego, junto a Pedro Barceló, Jaime Asúa, José Miguel Pérez Sastre y Mara Barros compartieron con él azotea -gracias a una cuidada escenografía cambiante durante todo el espectáculo- y regalaron momentos de gran complicidad con el público, ya que Sabina los dejó solos en varios momentos del concierto. En el primero de ellos, interpretaron El caso de la rubia platino para enlazar con Calle Melancolía, en la que el genio del bombín al ver la intensidad de los coros del respetable afirmó "Esto es lo que llamo yo que me toque una lotería". La suerte esta vez sí se quedó en Málaga.

Uno de los defectos del espectáculo fue concebir este concierto con localidades sentadas. El huracán Sabina es demasiado voraz como para un público inmóvil. No en vano, al llegar el turno de 19 días y 500 noches uno a uno los espectadores fueron abandonando su asiento. Como debe ser.

El clímax de la noche llegó con Princesa, primera despedida acompañada de un aplauso tan apasionado que forzó el primer bis, en el que Pancho Varona rompió el hielo con Amor se llama el juego. El cantautor regresó a ritmo de ranchera con Noches de boda y Y nos dieron las diez para despedirse por segunda vez.

Pero aún quedaban balas que gastar y Sabina decidió saltar una vez más al escenario para terminar de enloquecer al público malagueño con una adaptación de la bella Contigo, en la que modificó una estrofa: "Yo no quiero París con aguacero ni Calle Larios sin ti".

En el universo sabiniano no falta la nostalgia, el amor y por supuesto, el rock and roll. Así que decidió echar el cierre a su gira española de Vinagre y rosas con una dosis de marcha gracias a La del pirata cojo y Pastillas para no soñar. Dos horas y media después del inicio, Sabina demostró que aún le quedan versos y voz en el tintero. Esto sí que es una apuesta segura y no la lotería.

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