Omar Faruk. Músico

"En lo relativo a la música, todo nace dentro: la cuestión es hacerlo estallar"

  • El mayor embajador de la música turca contemporánea regresará al Teatro Cervantes el próximo día 18 con su Ensemble para tender nuevos puentes sonoros entre Oriente y Occidente

Atiende Omar Faruk Tekbilek (Adana, Turquía, 1951) al teléfono desde Nueva York, donde reside, y cuando se le rememora el concierto que ofreció hace cinco años en el Teatro Cervantes junto al percusionista armenio Arto Tunçboyaciyan responde con un entusiasmo casi palpable. El próximo día 18, este compositor e instrumentista que iba para derviche (y que ha terminado convirtiéndose en el principal referente de la música turca contemporánea), regresará al mismo escenario, esta vez con su Ensemble, para dar nueva cuenta de su singular manera de sentar a Oriente y Occidente en la misma mesa.

-¿Se siente un músico turco en casa cuando toca en España?

-Sí, desde luego. Te confieso que la primera vez que toqué en España mis expectativas no eran precisamente buenas. Me conformaba con que viniesen sesenta o setenta personas, pero resulta que el teatro se llenó. Aquella acogida me dio que pensar: posiblemente yo no había sido consciente de lo mucho que podía gustar mi música en España. El público se llevó todos los CD que llevábamos, imagínate.

-¿Le gusta el flamenco?

-Mucho. Muchísimo. Cuando era joven escuchábamos en Turquía la radio europea y ponían mucho jazz, pero también podíamos escuchar a veces a Paco de Lucía, que fue un descubrimiento brutal para mí. También me gusta mucho el cante más puro: esa manera tan dura de cantar, tan directa, me recuerda a algunos cantos de las regiones montañosas de Turquía.

-¿Cómo definiría usted su propia evolución como músico?

-Es complicado. Las emociones siempre han sido las mismas, en eso no ha habido cambios. Pero los comienzos no fueron precisamente fáciles. Tardé muchos años en encontrar mi camino y en estabilizarme con la música. Mucha gente me animaba, me decían que no me rindiera, pero estuve a punto de dejarlo más de una vez. Casi siempre, después de un concierto, me sentía vacío. Y eso es muy duro. Después, cuando mi música empezó a llegar a más gente, comprendí que, en parte, el éxito se debía a que había sido capaz de encontrar la manera de expresar lo que sentía. En lo relativo a la música, todo nace dentro: la cuestión es hacerlo estallar después. Hoy en día soy incapaz de hacer música dando la espalda a lo que el mundo me hace sentir. No puedo abstraerme de lo que sucede ahora en Rusia y Ucrania, por ejemplo.

-Su música ha mantenido siempre una hondura espiritual, pero ¿no ha llegado sentirse solo en un mundo cada vez menos espiritual, especialmente en Occidente?

-No, no he sentido nunca un rechazo en este sentido. Todo es muy natural: cuando hago música expreso lo que hay en mi corazón, y eso es todo. No voy por ahí predicando, simplemente hago lo primero que se me pasa por la cabeza. La gente lo entiende perfectamente. La honestidad es mutua.

-En eso sí que se parece usted a los cantaores flamencos: también ellos cantan lo primero que se les viene a la cabeza.

-¿En serio? Nunca lo había pensado. Es muy reconfortante.

-Aunque a veces eso ponga a prueba a los guitarristas que les acompañan en el escenario.

-Bueno, quizá lo mejor que puedan hacer los guitarristas sea también tocar lo primero que se les venga a la cabeza.

-¿Se siente cómodo dentro de la etiqueta world music, o se ha convertido en un cajón de sastre?

-Es cierto que la world music ha terminado convirtiéndose en una cultura propia, muy amplia. Pero creo que todo esto tiene que ver con la cultura de masas, en la que todo cambia cada vez más deprisa, gracias especialmente a Internet. Cuando empezó a hablarse de world music, la verdad, yo era bastante reticente. Pero también es cierto que la etiqueta, como dices, ha ayudado a muchos músicos a ganar visibilidad, especialmente desde fuera de Occidente. Mucha gente hoy consagrada logró grabar su primer disco gracias a que había discográficas interesadas e incluso especializadas en la world music, y esto es algo que sigue sucediendo. Por otra parte, me parece un proceso de lo más natural: vivimos en una aldea global en la que el mundo tiende a ser uno. Ya no hablamos lenguas, sino dialectos. Así que hasta cierto punto es normal que con la música suceda lo mismo. Eso sí, siempre habrá que preservar las singularidades culturales, porque ésas son las que enriquecen el conjunto. Hoy, la verdad, ni me planteo qué tipo de música hago. Lo importante es que la melodía mueva algo en ti. Lo demás es todo bastante relativo.

-¿Es la flauta ney el instrumento más difícil de tocar, como dicen?

-Sólo sé que empecé a tocarla con 9 años y que tardé dos meses en emitir un sonido. Uno solo. Sí, es para desesperarse. Pero, si amas algo, insistes hasta que lo logras.

-¿La inspiración obedece a un proceso, o llega sin avisar?

-Creo que funciona de ambos modos. A veces puedo tardar dos años en dar una composición por terminada. Otras, sucede en un instante. La música es una vibración, y eso la emparenta con el universo. Así que cuando hacemos música salimos ahí al universo, a ver qué pescamos. La inspiración no es algo intelectual. Ocurre, y ya está.

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