Cultura

El sinfonismo ganó la partida

Teatro Cervantes. Fecha: 9 de octubre. Programa: 'Un paseo por el jardín del paraíso', de F. Delius; 'Concierto para violonchelo y orquesta en mi menor, Op.85', de E. Elgar; 'Sinfonía nº4 FS 76, Op.29, La Inextinguible', de C. Nielsen Intérpretes: Orquesta Filarmónica de Málaga. Director invitado: Edmon Colomer. Solista: Lluís Claret (violonchelo). Aforo: Tres cuartas partes del total.

Tras siglos de historia y, en menor medida, de investigación musical, la interpretación sigue siendo un fenómeno preñado por lo subjetivo pero que realmente llega a inquietar a todos los buenos melómanos que siguen rigurosos en su procesión por los distintos conciertos. La cálida conversación que mantuve con dos buenos amigos cercanos a mi sitio sobre el interés del amante melómano por las versiones discográficas me llevó a pensar en las últimas líneas de investigación (sobre comparativas de ejecuciones musicales) que se están llevando a cabo; una forma, en definitiva, de hacer objetivo lo subjetivo para una circunstancia más encaminada a lo personal que a lo universal.

En esta dirección, Un paseo al Jardín del Paraíso subrayó la excelente matización general que realizaron los maestros de la Orquesta Filarmónica de Málaga. Una conocida pieza, extracto de una ópera mayor, y que curiosamente abrió el Segundo Concierto Homenaje a las Víctimas del Terrorismo de 2007 en el Monumental matritense. Colomer, la batuta invitada, apostó por un tempo cercano a las interpretaciones que Thomas Beecham, embajador de la música de Delius, posee en las grabaciones históricas existentes (en Naxos Historical por ejemplo), pero cercano en expresividad, aunque no de pleno, a la de tintes más románticos de Mackerras. Por ello, lo objetivo se traduce en un sobresaliente final bien conducido por la batuta y lo subjetivo en la expresión latina De gustibus non disputant.

El caso de La inextinguible de Nielsen se desarrolló en una senda similar en donde imperó el templado gesto de Colomer junto a su intensidad y concisión a la hora de subrayar lo contrastante de la pieza, presentada en solución de continuidad. Asimismo, destacó la claridad en las distintas entradas contrapuntísticas del último Allegro y el indiscutible aporte de una cuerda compacta y segura en su papel. En definitiva, una pieza emocionante y de amplio espectro de fortaleza, y que nos acerca a un repertorio digno de conocerse y aplaudirse.

Lluís Claret determinó la pieza intermedia dedicada al solista con orquesta. Su Concierto para violonchelo y orquesta en mi menor, op. 85 presentó una partitura plagada de dificultades técnicas y que se mueve mayoritariamente en los registros agudos del violonchelo. Más convincente en el segundo bloque de la partitura y erigiéndose como rey absoluto de los tempi lentos de exquisito vibrato, su bis sobre el Cant dels ocells sublimó a la audiencia y dedicó una mirada al maestro Pau Casals (el cual aún podemos ver interpretando esta canción en un famoso portal de internet).

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