Arte

La (sur)realidad de Delvaux

  • La Fundación Picasso propone una magnífica vuelta al poder sugerente de este pintor

Se cumple una década de la magnífica exposición que la Juan March de Madrid dedicó a Paul Delvaux y en la que los que nunca antes tuvimos contacto con su obra nos sobrecogíamos y descubríamos la potencia y poder sugerente del pintor belga. Diez años después, la Fundación Picasso nos propone otra magnífica vuelta a Delvaux, otra nueva e infrecuente oportunidad de acercarnos a su obra a través de dos muestras en su fundación.

Tal vez no encontremos muchos de los impactantes y soberbios grandes formatos, pero ambas emergen como una certera aproximación a muchos de los temas en los que articuló su producción. Asimismo, el conjunto de piezas atiende, a la vez que supera, al Delvaux surrealista -no han de existir ambigüedades en su calificación como surrealista, aunque en la exposición subyace un esquivar o bordear esta cuestión, incluso erróneas y contradictorias alusiones a una no-vinculación ni pertenencia a este movimiento- para ofrecernos obras de los años veinte y otras muy postreras y un tanto amaneradas o manieristas; las primeras tienen el enorme valor de señalarnos sus influencias iniciales (Maillol, el posimpresionismo, el neoclasicismo de los veinte, Picasso, Modiagliani, Corot o Manet), así como vislumbrar cuestiones de proyección en su trayectoria.

Ese meritorio afán por mostrar a un Delvaux más amplio trae, por el contrario, la presencia de algunas obras menores e intrascendentes que rompen con algunas de las secciones temáticas en las que coherentemente se han articulado ambas exposiciones (hace perder en ocasiones intensidad al discurso).

Los motivos sobre los que se insiste desde el comisariado como medulares de su producción y que aglutinan un buen número de piezas eficientemente ilustrativas, podríamos interpretarlos en su mayoría como temas y motivos predilectos del surrealismo. Éstos serían las "estaciones y ámbitos ferroviarios", suerte de no-lugar, ambiguo espacio de tránsito, tanto de presencia como ausencia; "el sabio y Julio Verne", tema de pseudo-cientifismo a los que eran tan proclives los surrealistas y que permite en más de una ocasión el descubrimiento de la mujer; "los esqueletos", metafórica imagen de lo que queda ocultado (latente) y es desvelado, además de ser, junto a lo pútrido y lo blando, estribaciones de lo escatológico; "las amigas" como alusión al erotismo y los comportamientos sexuales reprobados; "el museo Spitzner" como espacio para las desviaciones de la Naturaleza y el interés por lo grotesco; "el sueño" como liberación de lo reprimido; las cosificadas "mujeres galantes", tan atractivas como amenazantes, sin duda luminosa relectura de la femme fatale; y, por último, "la tradición clásica y la arquitectura", frías, atemporales y vacías escenografías. En cualquier caso, lo que hace de Delvaux un autor surrealista estriba, además de en los temas, en sus medios de representación y composición, en la propia autonomía del cuadro como "segunda realidad", tal y como el propio artista señalaba. Delvaux hace del extrañamiento, lo inquietante y lo siniestro los rasgos característicos de unas composiciones en las que parece parafrasear la idea del encuentro fortuito de distintos elementos, lo que las convierte en obras enigmáticas y emblemáticas.

"El surrealismo representó para mí la liberación y me fue de una importancia extrema. Un día se me concedió la libertad de transgredir la lógica racionalista que había presidido mi acto de pintar, así como las relaciones entre lo que llamo los elementos, tanto de la naturaleza como del cuadro. Una vez quebrantada esa lógica, las relaciones se muestran bajo una nueva luz" (Siete diálogos con Paul Delvaux, 1971).

Observamos algunas de sus influencias contemporáneas, desde Picasso, en menor medida, a de Chirico o Ensor o Magritte. En relación a Magritte y a Nougé, podemos señalar cómo el surrealismo tuvo en el foco belga unas características que escapaban de la ortodoxia surreal tendente a lo onírico, la abstracción lírica, el automatismo, lo escandaloso, la escatología o las innovaciones fotográficas a favor de un interés por subvertir la realidad desde la figuración y con elementos reconocibles, creando atmósferas extrañas y angustiosas que ponían en jaque los códigos visuales y sus narraciones.

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