Cultura

El yo más tierno y puro de Juan Ramón Jiménez

  • La Fundación Lara publica 'Historias', los poemas que el Nobel escribió en Moguer entre 1909 y 1912

  • Le acompañaron toda su vida y 27 son inéditos

En el mismo año en que se celebra el centenario de la publicación de cuatro de sus obras -Diario de un poeta recién casado, la segunda edición de Platero y yo (la elegida por él) , Poesías Escojidas y Sonetos Espirituales- la Fundación José Manuel Lara, con la colaboración de la Fundación Banco Sabadell, publica en su colección Vandalia un libro que desdibuja la imagen de Juan Ramón Jiménez como autor replegado en su torre de marfil. Porque sus páginas revelan el yo más tierno y entrañable del Nobel a través de versos frescos, emocionantes y puros, que están al alcance de la inmensa mayoría, que no minoría.

Escritos en Moguer entre 1909 y 1912, los poemas de Historias, que así se llama el libro presentado el pasado lunes en Madrid, acompañaron a Juan Ramón Jiménez toda su vida. El poeta lo corrigió en 1921 y algunos de los poemas del mismo formaron parte de sucesivas antologías, aunque otros quedaron pendientes de publicación conforme al guión revisado que fijaría en su exilio de Puerto Rico. Precedida de un pormenorizado estudio introductorio de Rocío Fernández Berrocal, esta edición que incluye 27 poemas inéditos de un total de 61, ofrece por vez primera el libro completo, dividido en cuatro partes.

Fernández Berrocal coordina la edición, impulsada por Carmen Hernández-Pinzón

Un año y medio ha estado la editora del libro organizando y corrigiendo su contenido. La profesora, una de las mayores especialistas en la obra del moguereño, explica que Historias culmina la etapa sensitiva de Moguer: "Es un libro que tiene mucha pureza y ternura, y que corresponde a una etapa a la que el poeta se refirió como cantora y espontánea, un periodo de palabra pura a la que siempre quiso volver después en su obra".

La primera parte, Historias para niños sin corazón, centra su mirada en los niños desfavorecidos y conecta con la tercera parte, en la que la infancia herida se hace protagonista. Se titula La niña muerta, en referencia a su sobrina María Pepa Hernández-Pinzón Jiménez, que falleció a los dos años debido a una meningitis. Estas dos partes, a juicio de Fernández Berrocal, muestran una poesía muy cercana y entrañable, muy legible para todo el mundo.

El otro bloque lo constituyen la segunda parte, Otras marinas de ensueño, y la cuarta, El tren lejano. Esas marinas son recuerdos de cuando el poeta estudiaba en el Puerto de Santa María. Juan Ramón evoca el puerto, el mar o los olores a través de, en palabras de la editora, "poemas sensuales, evocadores, sugerentes y cargados de plasticidad". Suman una treintena (la parte más extensa de Historias) y el autor incluso pensó en la idoneidad de publicarlos en un único libro.

En El tren lejano se alumbran reflexiones personales. Son versos, por lo tanto, de mayor complejidad. Si en general el libro lleva implícito, como Platero y yo (la escritura de ambas obras fue paralela) la fuerza y la proyección que para su creación tuvo Moguer (esa luz con el tiempo dentro que se reflejó en su obra hasta Espacio), el poeta viajero proyecta en esta última parte de Historias ese camino que desembocó después en el libro predilecto del moguereño y con el que marcó un antes y un después en la literatura española.

"Diario de un poeta recién casado es un libro vitalista que representa esa época del encuentro del amor y en Historias ya se ven muchas pinceladas. El verso se va soltando, se libera hacia el verso desnudo y libre. Por ejemplo, en Historias habla de que en lo hondo me encuentro yo conmigo mismo, que quiere decir que necesita ese camino de exploración, y en Diariode un poeta recién casado escribe que la que viaja es mi alma", comenta Fernández Berrocal.

Y es que, tal y como advierte la sobrina nieta del poeta, Carmen Hernández-Pinzón, Diario no supuso ruptura alguna. El poeta que llevó los versos de la literatura española a la modernidad se fraguó poco a poco, en Moguer, en aquellos años que constatan que el cambio no fue espontáneo. Ni uno se hace poeta maduro de repente, ni logra la modernidad en un chasquido. Se trata, según la editora, de "un proceso autodidacta" que se fraguó en su pueblo natal.

En aquella época, cuando el poeta regresó a Moguer (a su paraíso campestre de Fuentepiña, tan abandonado en la actualidad) llegó desencantado de Madrid: "Estaba, cansando, desengañado de la vida literaria. Entendía que la literatura era otra cosa, algo más puro y profundo, un camino mucho más personal. Sufrió cuando su familia perdió los bienes económicos, él no estaba bien psicológicamente y con el desengaño de la escritura madrileña, además", relata la editora.

Pero la capacidad de sorpresa y asombro de ese niño que era Juan Ramón, que sufría y entendía el sufrimiento de otros, fragua los versos de Historias, donde se alumbra al poeta de los niños, donde se constata la importancia del mar y donde descansan "el ensueño elegiaco" y la "permanente melancolía". Sus años más felices llegarían después, cuando conoció a Zenobia Camprubí (El amor y el mar han sanado mi locura, escribió en Diario de un poeta recién casado).

En una carpeta de Puerto Rico descansaban algunos poemas de cada parte de Historias, pero otros textos pertenecen al Archivo Nacional de Madrid, o bien están en Moguer o en manos de la familia. Toda una selva que Fernández Berrocal ha desentrañado con la ayuda de Carmen Hernández-Pinzón. En las carpetas de Puerto Rico queda mucho material inédito guardado. No hubo tiempo material para que viera la luz, pero la sobrina nieta y centinela de la obra del poeta siempre anima a los investigadores a que den luz a esos libros y trabaja de forma incansable para que las editoriales las publiquen. Para ella, además, Historias es un libro muy personal porque está dedicado a su hermano y a la pequeña sobrina de Juan Ramón fallecida a los dos años.

Una marina pintada por el poeta en 1988 (un óleo sobre lienzo que casa con la segunda parte del libro, Marinas de ensueño) ilustra la portada de esta obra, de pasta dura. Ortega Y Gasset hablaba de "darle cuerpo bello a un libro bello", comenta Fernández Berrocal a propósito de la apuesta formal de la Fundación José Manuel Lara.

Al igual que Historias, los libros inéditos del moguereño que ven la luz poco a poco iluminan la parte que falta por conocer de Juan Ramón Jiménez. Si es importante que las nuevas generaciones conozcan la obras del Nobel, este libro contribuye precisamente a este objetivo, dado que lleva al lector "a la segunda Antología Poética o a Espacio", por ejemplo. "Él decía que la rosa nunca cansa", señala la juanrramoniana. La buena poesía, tampoco.

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