Cultura

La vida electrónica de Eduardo Polonio

  • Eduardo Polonio (Madrid, 1941), uno de los grandes agitadores de las vanguardias y nombre fundamental de la electroacústica en España, publica una antología de su carrera

El padre de Eduardo Polonio, natural de Montilla, había sido cantante de canción española y zarzuela antes de la Guerra Civil, y él recuerda que su madre componía melodías en un piano. "Sí, había un piano en casa, pero yo no le hacía mucho caso. Mis padres escuchaban a Juanita Reina, Antonio Machín y esas cosas. Fue en el Preuniversitario cuando asistí a un concierto con música de Chopin y me quedé impresionado. Entonces, me leí un libro de acústica y un tratado de solfeo. A mí se me daban muy bien las matemáticas, y la parte de la métrica que tiene el solfeo me resultó muy sencilla. Empecé así a interesarme por la música, y lo primero que hice fue acercarme al organista de la parroquia del barrio, que me dio mis primeras clases y mi primer trabajo. En mi segundo año de piano yo improvisaba ya cosas en el órgano de la iglesia, ya que me encargaba de tocar en los bautizos y en las comuniones".

Ingresó luego en el Conservatorio de Madrid, y allí el encuentro con Gerardo Gombau ("mi maestro de composición y una persona excepcional") sería providencial: "Un día nos explicó en clase que si tú grababas en una cinta el sonido de un piano y le cortabas luego la parte del ataque, ya no sonaba a piano. A mí aquello me dio mucho que pensar, y de forma absolutamente autodidacta empecé a hacer mis experimentos: con un magnetofón malísimo grababa cosas y luego cortaba y pegaba las cintas". Estos primeros trabajos nacen gracias a sus relaciones con grupos de teatro experimental de la época, para quienes crea ambientes y texturas sonoros. La situación académica española no era en cualquier caso muy estimulante: "En el conservatorio de Madrid llegó a montarse un escándalo porque a alguien se le ocurrió incluir en una audición obras de Bartók. Eran los años 60 y algunos pensaban que aquello no era ni música. ¡Bartók! Los que teníamos inquietudes teníamos que salir fuera. Yo estuve en Darmstadt varios años seguidos. En Europa podías comprar de todo. Recuerdo que en una biblioteca belga te prestaban los discos: yo me grabé la obra completa de Schoenberg, Berg y Webern, copié también música electrónica. Aquello fue esencial para mi formación".

Las primeras experiencias serias con la música electrónica llegan con la fundación del grupo Koan en 1967 y después con su participación en el laboratorio Alea. Pero antes Polonio estuvo muy cerca de Zaj, el movimiento de vanguardia cercano a Fluxus, creado por Juan Hidalgo, Ramón Barce y Walter Marchetti. "Yo estuve en el nacimiento de Zaj, en el 64. Era amigo de Juan Hidalgo y me influyó mucho todo aquello. Hacíamos obras de Cage, performances... Me acuerdo de una cosa que decía Juan: si tú abres una puerta normalmente eso no es música; pero si tú agarras el picaporte con la mano consciente de lo que estás haciendo y lo empujas, eso ya es música, porque interviene el tiempo y la intención, y eso ya es un tipo de música. Hay una intencionalidad aplicada al tiempo. Por eso el 4'33 de Cage es música. Hay una distribución del tiempo y una intención. En el fondo, cualquier cosa puede ser música".

Desde los 70, Eduardo Polonio se convierte en una de las grandes figuras de la creación electroacústica española: "Al principio, yo hacía serialismo, como todo el mundo, pero enseguida empecé a trabajar con música aleatoria, abierta, improvisación y escribí música minimalista, aunque a Steve Reich no lo conocí hasta después, pero ese tipo de música lo llevaba dentro. Llegó un momento en que aquello no me dio más de sí, y a partir de Cuenca (1985) empecé a trabajar de otra forma, con texturas. Luego hay otra inflexión en mi obra, en torno al año 2000: hasta entonces yo escribía de forma muy espontánea, dejándome llevar mucho por la intuición. A partir de ese momento, empecé a hacer un trabajo de ordenador mucho más especializado, elaborado y minucioso, buscando un poco las entrañas del sonido".

El sello Ars Harmonica acaba de publicar en un DVD (estrictamente sonoro) una antológica que resume el legado de Eduardo Polonio en 48 obras, que abarcan el período 1969-2014, y casi diez horas de duración. Se acompaña de un documental (en un segundo DVD) filmado por Javier A. Bedrina sobre la vida y la obra del compositor. "Mi anterior antológica se publicó en 1999, por lo que sólo incluía obras escritas hasta 1998. Sentía la necesidad de ponerla al día". Eduardo Polonio es autor de tres óperas puramente electroacústicas, entre las cuales Uno es el cubo (1995) tuvo una extraordinaria acogida. "En mis óperas hay cantantes, lógicamente, pero ningún instrumento acústico convencional, todo está pregrabado, aunque en Dulce mal (1999) yo hacía parte de la electrónica en directo, como un intérprete más".

Aunque ocasionalmente ha seguido componiendo para instrumentos convencionales ("el año pasado hice una pieza para el Trío Arbós"), el grueso de la producción de Polonio es electroacústica. Música de una personalidad muy acusada, en la que se cruzan un gusto indisimulado por la melodía y un desprejuiciado sentido del humor que se refleja ya en los mismos títulos de sus obras, por ejemplo: Para una pequeña margarita ronca, Comecomecome rramm rramm, Bernabé y Sofía no se fían, Improvisación con formas frías, Sudoku-mix... "Toda esa vena humorística que la gente aprecia en mi música me sale de forma natural. Me ha interesado siempre mucho jugar con los dobles sentidos. Me parece muy importante tomarse la vida con humor. ¿Quién se la puede tomar en serio? Todo va a pasar y se va a acabar, qué sentido tiene tomarse la vida dramáticamente."

A Polonio le parece bien el abierto panorama del arte de hoy: "Es liberador. Que cada cual escoja lo que quiera. En mi terreno, el uso de los elementos electrónicos no es patrimonio de nadie. Los Beatles ya los usaron. Tangerine Dream empleó la misma tecnología que estábamos empleando nosotros a finales de los 60 y en los primeros 70. Fui a un concierto suyo y me impresionaron, me influyeron. Por entonces los músicos contemporáneos formábamos un grupo muy elitista, nos dirigíamos a un público muy restringido. Aquel concierto me incitó a reflexionar: ¿no podíamos hacer una música que llegara a más gente? Por eso mi primer disco (Aterriza la mañana) era eso: incluía piezas de corte minimalista en las que usaba electrónica, pero sin necesidad de caer en ritmos machacones o bailables, que a veces parece que la música no sirve para otra cosa. Pero la música también puede escucharse y habitarse. Pienso por ejemplo en Laurie Anderson, que utilizó la tecnología electrónica con originalidad y de forma asequible, para un público amplio. En el fondo, la cuestión es a cuántas personas quieres llegar. A mí tampoco me interesa hacer una música de consumo fácil, pero claro que quiero llegar a cuanta más gente mejor".

Desde 1996, Eduardo Polonio vive en Valverde del Camino (Huelva).

Ars Harmonica (2 DVD)

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