Cultura

La visita de la dama

  • Cameo edita 'Aleksandra', filme de 2007 que llevó al cineasta ruso Sokurov al frente de la guerra con Chechenia

Aleksandra establece penetrantes correspondencias con algunos hitos de la filmografía anterior de Sokurov, veterano (y prolífico) cineasta ruso al que afortunadamente ya se mira sin el viraje tarkovskiano que malinterpretó su obra hasta hace bien poco. Así, la historia de esta venerable anciana de viaje a Chechenia en busca de su nieto, oficial del ejército ruso al que lleva siete años sin ver, nos dejó caer en esa zona de entreguerras a la que ya se ha habituado el seguidor de su cine. Se trata aquí también de un denso tiempo de espera, como el que acompaña al protagonista de Madre e hijo, que aguarda lo inevitable (el cambio) dentro de una espesura que alienta reflexiones y digresiones; comparte, de la misma manera, esa mirada desideologizada (que tanto molesta a sus detractores) a los humanos dentro de su encuadre, a los que parece amar sobre todas las cosas, más allá de diferencias irreconciliables: éstos son como aquellos soldados (los de Voces espirituales, una de las cimas del ruso) a los que, entre el deseo homosexual y el cariño del padre todopoderoso, filmaba con delicadeza mientras desperdiciaban su juventud en Afganistán, en uno de los interminables frentes del antiguo titán soviético. Pero si hay un filme directa e íntimamente relacionado con esta Aleksandra es Elegía de una vida, el bello lamento fílmico dedicado a Rostropovich y en el que Galina Vishnevskaya, pronto su viuda, tuvo el primigenio contacto con el cine de Sokurov. De ahí, de los días de ex-cantante de ópera que coqueteó con la realeza, se opuso a los desmanes soviéticos y siempre recibió el cariño popular, Sokurov la retoma para, con ella, visitar el frente, poner los pies allí donde, según el cineasta, los rusos se están matando entre ellos. Así Aleksandra, que no tarda en flotar en la atmósfera onírica y extraña cara al director de Días de eclipse, nace de una búsqueda de efectos puramente documental: posar a la mujer de las comodidades allí donde no las hay (en el destacamento ruso, en el piso checheno), igualando su mirada sorprendida y caritativa con la de una cámara que se infiltra en los decorados reales del conflicto para tomar impulso y volar más alto. Será el cuerpo de la Vishnevskaya el que, en el abrazo final con las mujeres chechenas (que saben que entre sus brazos hay mucho más que una criatura de ficción), ensaye la quimérica reconciliación a la que aspira Alexandr Sokurov.

Aleksandra, filme rodado en cine y manipulado digitalmente en la tonalidad de los colores, es, de nuevo, campo de pruebas para la experimentación visual y sonora de Sokurov. Para él el cine no es que haya muerto, es que no ha sido, y en su vocación por al menos reinstaurarle una dimensión espiritual replantea las relaciones de imagen y sonido en tanto fuentes de ideas espaciales y temporales. ¿Desde dónde nos llega la voz de Aleksandra, ese inconfundible e hiperrealista murmullo por el que nos da la impresión de que habla sola?; ¿desde dónde la música de Andrei Sigle? No sabemos, pero es cierto que tiñen las imágenes de otra manera, instauran los puntos de fuga que el arte necesita para pensar el mundo.

Director Alexandr Sokurov. Con Galina Vishnevskaya, Vasily Shevtsov, Raisa Gichaeva, Andrei Bogdanov. Cameo.

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