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Opinión

Salvador / Távora

Prohibición de las corridas de toros en Cataluña

Desde que se tiene memoria de la existencia de las fiestas de toros en nuestra cultura hasta hoy han pasado muchos siglos, muchas maneras diversas de ejercitar la fiesta y sentirla.

Si ponemos un arriesgado ejemplo de sus orígenes, hemos de remontarnos a los juegos con el toro de la vieja Creta o, más precisamente, a la civilización minóica con la emblemática figura del Minotauro que tanto influyó en el espíritu artístico de infinidad de artistas y literatos, en particular del gran Picasso, donde él se vio a sí mismo como una reencarnación de las apetencias del hombre-toro. Y en los juegos con el toro, aun hoy, de toda la costa levantina mediterránea nos llegan los peligrosos saltos con garrochas o palos, los recortes y los desplantes estéticos de los llamados recortadores, que buena parte de los taurinos ortodoxos quieren encajar en el marco deportivo, ignorando el valor que les pertenece por esa comunión del arte con la muerte.

Sería interminable enumerar las mil maneras que existen de entender la Fiesta: desde los toros de calle, hasta las becerradas, las novilladas sin picadores, las de picadores, los encierros, las corridas de toros, los recortadores, y las corridas a la portuguesa. Todo ello pertenece en su forma a las costumbres culturales del lugar donde se desarrollan. Y para los festejos que se practican en plazas de toros se creó un reglamento que es inalterable y que en ocasiones encorseta la libertad creativa de los actuantes.

La prohibición de las corridas de toros en Cataluña se presta a infinidad de consideraciones. En primer lugar, si la prohibición es sólo a las corridas o a todo cuanto derive de las fiestas de toros. Si es así, en Cataluña tendrán que seguir viviendo con un trozo de su historia cortada por una decisión parlamentaria. Y es inquietante pensar que cuando los pueblos comienzan a querer olvidarse de su historia y a cortar trozos de su identidad no arrastren con ello los más sagrados valores de una democracia: la identidad, la tolerancia y la libertad. Lo más preocupante, en estos momentos de confusión y sorpresa por esta cuestionable prohibición, es que lleve consigo el efecto dominó…

Esperemos que por la voluntad de todos cuantos amamos al toro como figura emblemática de nuestra cultura mediterránea, esto no suceda.

En nuestra Andalucía, el concepto de la vida y de la muerte anda siempre de la mano de la Fiesta que, en definitiva, es un deleite de los sentidos; el ritual del toro también anda cogido de esa mano. Intentemos no soltarla.

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